Opciones y decisiones
El leve criterio de distinción
La reciente reaparición de Andrés Manuel López Obrador, con motivo de la presentación de su nuevo libro Grandeza, incendió el debate de la opinión pública. Se informó que: El expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) destacó las enseñanzas y los valores adquiridos por pueblos originarios del “México antiguo” que siguen vigentes entre ciudadanos. A inicios de diciembre de 2025, regresó así a la vida pública con el lanzamiento de su libro; donde procura reivindicar precisamente a dichos pueblos originarios. Se comenta que, a modo de hipótesis inicial, expuso que los mejores principios éticos y la bondad que caracterizan al pueblo mexicano, provienen de aquello que fue heredado de las grandes civilizaciones de la historia nacional prehispánica (https://shorturl.at/h2ti6).
Y la nota abunda: “En general, Grandeza se divide en dos partes principales: el origen y destino de las civilizaciones, y la grandeza indígena. Dentro de su primer apartado, López Obrador realiza un análisis sobre los orígenes del mundo, la naturaleza, las religiones, las antiguas civilizaciones, los imperios y la humanidad. Mientras que en la grandeza indígena, el enfoque principal es la ‘única invasión bienaventurada de América’, que fue la llegada del Homo sapiens. Luego se habla del surgimiento de las civilizaciones prehispánicas, la Conquista, el periodo del Virreinato, estadios de desarrollo en los que busca demostrar que lo mejor de los mexicanos actuales es heredado de su pasado”.
Lo dicho hasta aquí basta para imprimir una instantánea del autor mismo. En primer término su declaración respecto de “los mejores principio éticos y la bondad”, engloban un juicio de valor anticipado, apriorístico, respecto del objeto mismo de su investigación, y que por tanto centra en la axiología, desde la cual intenta realizar un constructo del “pueblo mexicano”.
Y, enseguida, de acuerdo a la recensión periodística, asume el rol de un arqueólogo y analista del fenómeno religioso que se remonta al origen de las civilizaciones humanas, la manifestación religiosa, así como a la evolución de los imperios y la humanidad, en general, lo que supone una empresa harto laboriosa y desafiante, solo abordable por un colectivo plural y colegiado. Para luego abordar la descripción evolutiva de las “civilizaciones prehispánicas”, la Conquista y el Virreinato, -ahora con la capucha de etnólogo- para develar el abscóndito proceso societal y cultural (se entiende en las Américas), más destacado, que influye en los mexicanos de la actualidad, que lo han recibido como herencia.
En síntesis, más que la demostración de una hipótesis simple, se trataría de una concatenación de presupuestos e hipótesis interconectadas que, así como está planteado, se anudan en una única y apasionada cuestión: demostrar la excelencia ética y la bondad del “pueblo mexicano”, ante y contra el imperio y los pueblos europeos que lo conquistaron y sojuzgaron; los cuales “le deben” su abajamiento en un acto de petición de perdón “histórico”. Monumental y colosal construcción tética que se resolvería en un hipersimbólico: “Usted disculpe”. Y si Cantinflas supo esclarecer: “ahí está el detalle”, nosotros deberíamos prorrumpir nuestro “¡Eureka! Un capulinesco: “¡Eso, eso es!
Pero de esto no se ocupa ni interesa a las huestes de seguidores del expresidente. La presidenta Sheinbaum se vuelca con un elogio: Una noticia muy bonita desde Palenque, Chiapas. Recibimos con mucho cariño este libro. Tiene algo extraordinario, es el reconocimiento de las grandes civilizaciones que formaron lo que hoy llamamos México.
En cambio, en el Congreso de la Unión, Cámara de Senadores, el libro Grandeza mutó en una moneda de cambio. El senador coordinador Adán Augusto compró miles de ejemplares para darlos en paquete de regalo de múltiples tomos a cada senador de la facción morenista. Gesto que además de gran diligencia política salió al camino que se veía muy bloqueado, para divulgar Grandeza por todo el territorio nacional -mediante el conocido esquema de presentación bibliófila-. Proyecto inicial de López Obrador que, muy temprano, fue corregido para no “hacer sombra” a las acciones de la presidenta y, así, darle todo el espacio de la comunicación política oficial. Al tiempo de acallar las esperadas críticas de la oposición y sectores no alineados, al reaparecer el ahora ex Ejecutivo de manera densa, prolífica y ubicua por todos los lares de la madre patria.
De manera que, sin atender a la naturaleza, contenido y mensaje histórico-gnoseológico del libro, se optó por manejarlo exactamente como predecía Karl Marx, como una mercancía que va al mercado, pero que no puede ir por sí misma, sino que es transportada por sus träger/portadores. Y, oh maravilla, toda vez que entra al mercado, ella en un endemoniado proceso de metamorfosis se convierte en persona, despersonalizando a su antiguo portador/träger, y ahora así hablando por ella misma ante las demás mercancías del mercado, se valora a ella misma por un precio equivalente a su naturaleza y calidad como auténtico satisfactor de necesidades. Amén.
El asunto que está a la base de toda esta alocución es la evidente distinción entre uno y otro actor político, la expliqué en su momento estableciendo una simetría modal de gobernar; para ello recurrí a la emblemática imagen del caduceo, generada por la simbología griega, para representar el comercio o la salud. Cuya representación obedece a una vara con dos serpientes entrelazadas (dice Chevalier que se las compara con esquemas afectivos, funcionales y motores, para mostrar que moviliza de alguna forma la totalidad del psiquismo humano). En nuestro caso, está la serpiente AMLO y su equipo hegemónico; cuya serpiente acompañante es Claudia Sheinbaum y su equipo orgánico. Para simplificar, son caracterizadas como AMLO y Claudia.
Decidí recurrir al potente simbolismo de cómo se estructura un caduceo (el de Hermes/medicina y/o el de Mercurio/el comercio). Una vara de olivo en torno a la cual ascienden dos serpientes, hasta alcanzar su cúspide alada. Ingresamos a la descripción simbólica, amén de lo que ambos mandatarios de México, ahora en relevo, mucho gustan del simbólico Bastón de Mando, que les otorgan las etnias originarias.
La serpiente que encarna el proyecto López-Obradorista, se caracteriza por un voluntarioso ascenso a la cima, despliega energía avasallante, agresividad desbocada, respuesta-ataque instantánea, tenacidad de control dominante.
La otra serpiente que personaliza el proyecto de Claudia Sheinbaum y su equipo -ya formalizado en Gabinete- denota cualidades y características bastante diferenciadas: temple personal sereno, bien alerta del entorno social y político, sensibilidad con el interlocutor, expresión verbal y corporal contenida, seria, reservada; actuación e intervención pública con aplomo, temperada; más defensiva que agresiva; asertiva en lo esencial, pero flexible en lo secundario (lo cual fue muy palpable en las giras conjuntas con López Obrador, a manera de “entrega-recepción”). Estilos y temples que muestran ostensiblemente sus diferencias.
Ahora bien, estos dos flujos serpenteantes en su ascenso y/o descenso se encuentran, se entrelazan, pero no se confunden, siguen cada una su propio derrotero y ascienden a la cima con su propio modo gerencial de administrar “su proyecto”, supuestamente el mismo, en continuidad.
Respecto del simbolismo, recordemos lo esencial, la Presidencia de la República Mexicana descansa en el Poder Ejecutivo Federal y éste en la persona del presidente, de cuya potestad emana la asignación de “autoridades” del primer nivel de la cadena de mando. Es decir, de su gabinete legal, para empezar. Ya lo hemos señalado, desde que la doctora Claudia dio a conocer a sus principales coordinadores del “proyecto de Nación”, en aquel su punto de partida, hizo notar un abordaje de temas y foros públicos con la sociedad, bajo expresión de gran comedimiento, civilidad, respeto por las personalidades, señalamiento de su historia de vida y carrera, en que se destaca su alto desempeño profesional, científico, técnico, especializado. En suma, la modelización de su equipo saltó a la vista pública como uno altamente calificado, de probada educación, acervo cultural y científico, rendición de eficacia y solvencia procedimental, etc. Por ello, yo resumí este estilo con el término: “versallesco”, de alta distinción y exquisitez de cultura. Al que, ahora contemporáneamente, se ha añadido el de una muy diligente genuflexión, para demostrar acatamiento de las reglas internas de juego.
En cambio, es bien consabido, el equipo cercano o círculo rojo de López Obrador (salvo algunos contados elementos, que ya no continuaron con él, Carlos Manuel Urzúa Macías -finado-, Alfonso Romo Garza, Julio Scherer Ibarra, entre los más connotados), se ha caracterizado por su “radical cumplimiento del encargo” (asignación de órdenes estrictamente personalizadas), sin mutación alguna; de ahí resulta el estilo y talante rudo, ejercido con pleno voluntarismo, sin desviación alguna. Cuya función en muchos de ellos se fue tornando agresiva, ruda, de militantes “rompedientes” y, en no pocos casos, de auténticos trogloditas con mazos rompecabezas, y aun de humos numinoso-sagrados como “reductores de cabezas”, al estilo prototípico de jíbaros y hechiceros, en el mundo simbólico de reducir la personalidad de sus “adversarios”.
La profundamente “reformada Constitución”, el defenestrado y cooptado Poder Judicial de la Federación son elocuente evidencia de esta caracterización, que no tiene nada de mendaz y prácticamente todo de verdadero. Este caduceo vivamente personificado por ambas figuras presidenciales manifiestan la crucial importancia del grado de distinción, por más que se pretenda insistir en la “continuidad” del uno en la otra. Demostrando que social y geopolíticamente la diferencia sí importa.
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