El gatopardo es sin más, el nombre italiano de un felino salvaje, literalmente: “leopardo jaspeado” o serval en español. El gatopardo también alude a una conocida novela de Lampedusa (a la vez apellido y topónimo siciliano) que habla sobre la vida y la política en torno a una célebre familia italiana de fines del siglo XIX. Modernamente y en nuestra sui géneris cultura política, se usa para denominar a los cambios que no cambian nada, o en palabras de Tancredi: Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi (si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie). Así, el gatopardismo lampedusiano, cuyo origen se remonta a la realidad del siglo antepasado, encuentra campo fértil en las prácticas políticas cotidianas de la pos-revolución mexicana y, en consecuencia, es un asunto de ciencia política moderna, visible en multiplicidad de ejemplos actuales.
Hablando de gatopardos, el IFE (institución por demás llena de claroscuros en su historia, muy especialmente en su Consejo General), hoy INE, poco antes de recibir formalmente su acta de defunción de la actual Legislatura del Congreso de la Unión, presentó recientemente los primeros datos del llamado: “Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México”.
Dicho informe será dado a conocer a finales de abril de 2014, pero sabemos ya por boca de los propios ex consejeros del IFE (los mismos hoy flamantes consejeros del INE) datos como los siguientes: 54% de los ciudadanos mexicanos considera que acudir al Ministerio Público no sirvió para nada; 42% no confía en las autoridades; más de la mitad de los jóvenes no se identifican con ningún partido político; 50% de las personas que participaron en actividades políticas o electorales mencionan que ésta no tuvo los resultados deseados; sólo el 18% de los encuestados confía en los diputados, o que un 70% de los ciudadanos dicen que no se puede confiar en la mayoría de las personas.
Hay otras informaciones de contraste, por ejemplo la siguiente: en enero pasado, la mayoría de los ciudadanos consultados consideraban que las autodefensas defienden mejor a las comunidades que las autoridades (Nexos, “El Riesgo de no aplicar la Ley”, Viridiana Ríos, 1 de abril de 2014). ¿Cómo se reconstruye la confianza social con estas opiniones en unas realidades como la michoacana, la tamaulipeca, la guerrerense o tantas otras? ¿No es preciso aceptar primero que las instituciones de La República están casi en ruinas para poder luego reconstruirlas con alguna probabilidad de éxito?
Seguro que estas cifras, y las que se den a conocer durante la presentación pública del informe, darán a los científicos sociales insumos valiosos para trabajar y hacer prognosis, pero quede de manifiesto que parece claro que a la vida pública de este país la azota la más nociva desconfianza -acumulada durante años de abandono, violencia y corrupción- en los demás ciudadanos y en las instituciones del estado. ¿Qué democracia se puede construir así y cuál será su calidad? Habrá que volver cuantas veces sea necesario sobre el tema, porque la nación entera reclama un cambio de fondo.
@efpasillas




