He de confesar que a pesar de conocer el deporte, comprenderlo e incluso haberlo jugado, no es el futbol el deporte que más me mueve, ni sus resultados la idea que más se repite en mi mente, sin embargo también reconozco que pesar de los esfuerzos hechos por concentrarme en otros asuntos, es prácticamente imposible separarme de esta atmósfera pambolera que nos envuelve.
Desde hace un par de semanas, el mundo literalmente gira en torno a un balón. Todo tiene que ver con el futbol y con ello queda de lado, y pierde todo tipo de importancia, si el Presidente de la República hace o deshace, si las reformas, si los debates, si renunció y se fue por la puerta de atrás el Gobernador de Michoacán Fausto Vallejo. Nada absolutamente nada importa.
Es más atractivo saber sobre la temprana eliminación de España y su bochornoso papel en esta Copa del Mundo; es más interesante que Costa Rica ha tumbado gigantes y que México fue amenazado por la FIFA, por el popular grito de: “Eeeeehhh…” usted sabe lo que sigue.
En conclusión, hoy por hoy, no hay nada más importante para millones de mexicanos que ver y saber sobre los partidos de fútbol.
He de confesar que el presente artículo lo escribo antes del juego entre México y Croacia, que para fines futbolísticos es determinante; quien gane, pasa a la fase de octavos de final y en caso del empate el representativo mexicano avanzaría a la siguiente ronda. Será en el momento en el que usted lea estas líneas que sin dudas, por cualquier medio, sea de la manera que sea, usted ya se habrá enterado del resultado y cientos de análisis sobre las consecuencias de dicho resultado ya se habrán hecho.
Pero usted, se ha preguntado ¿Qué pasará en México en el ámbito social, en lo económico, en lo político, en lo deportivo o cultural, si el representativo de fútbol nacional pasa o no pasa a la siguiente fase del Mundial?
Absolutamente nada. Si México califica o no, considero que eso no traerá consigo ningún impacto definitivo ni benéfico para el futuro del país. Es decir, no creo que pase gran cosa. Habría una diferencia si México, lograra ganar el Campeonato (cosa poco probable), y en ese supuesto utópico, se darían algunas repercusiones temporales, más provocadas por el oportunismo que por la estrategia y el plan elaborado con anticipación.
Siendo sinceros, ninguna selección nacional que haya sido campeona del mundo ha podido cambiar algo en sus países de origen; quizá su proeza haya contribuido momentáneamente a levantar el estado de ánimo colectivo y a inyectar una fuerte dosis de euforia, que ni siquiera es nacional, puesto que hay muchos “antis” que buscan la manera de demeritarlo.
Brasil, por ejemplo, ha sido campeón del mundo en múltiples ocasiones y a pesar de ser durante años una nación emergente, hoy está en problemas; lo mismo pasa con España, el más reciente campeón y su crisis económica que los tiene paralizados. Podríamos repasar a las naciones campeonas del mundo, sus problemas históricos y actuales en su sociedad.
Lo que sí ocurre, es que el tiempo que dura el Mundial y para el país representado que logre el triunfo, resulta una explosión de euforia, es una catarsis temporal y circunstancial que permite a los aficionados olvidarse de los problemas que lo rodean; incluso para quienes no lo ganan, pero que partido a partido van obteniendo un resultado positivo como el triunfo ante Camerún o el empate ante Brasil de la selección mexicana, que ha permitido al paisano, simplemente sentirse por instantes alejado de los conflictos que lo aquejan a diario.
Aunque en este sentido, confieso que siempre me he preguntado ¿Qué es lo que hay detrás de toda esa pasión? ¿Por qué sólo el fútbol es capaz de unir tanto a las personas y generar la emoción, atención y acción de las personas? ¿Por qué no ocurre lo mismo y con tal intensidad en otras actividades como el arte, la política, incluso en otro deporte?
México es una nación que derrocha el talento de su gente. Millones de personas se dedican en nuestro país a diversas actividades, muchas de éstas incluso por debajo de su inteligencia, habilidades y real capacidad, todos haciendo más de lo que pueden con lo poco que tienen.
Lo que hace falta es ese eslabón que nos una, ese motivo, un porqué. No sé si el fútbol sea ese medio conector. Lo dudo puesto que se ha observado a lo largo de la historia que cuando algo pretende reunirnos, de inmediato es tomado como botín de quienes buscan un beneficio personal.
Considero que merecemos días de distracción, momentos de esparcimiento e instantes para olvidarnos de los problemas, pero también pienso que deberíamos buscar esa chispa que nos haga arder en conjunto ante la injusticia, la corrupción y la desigualdad. Necesitamos como en un equipo, trabajar de manera conjunta por un bien común.
Independientemente del resultado entre México y Croacia, si realmente se busca dar ese paso al famoso quinto partido, en el deporte se debe trabajar mejor. De igual forma en sociedad, es necesario avanzar en bloques y redoblar esfuerzos.
El futbol no nos determina, los resultados no nos harán mejores, pero nuestras decisiones en lo colectivo y sobre todo empezando por nosotros mismos, si tienen la capacidad de poner en movimiento a nuestro país.




