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viernes, diciembre 5, 2025

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Así cada mañana de mi vida

traigo del sueño otro sueño

Pablo Neruda

*Desde Santiago. Esta columna saldrá seguramente de un tirón, saldrá de un jalón, descontracturada, limpia, saldrá desde un espacio aséptico que en estos hermosos días considero mágico. Estoy en el hermano país de Chile, las razones son varias y los motivos no voy a explicarlos, acá hay tantas cosas que escribir, que ver, que oler, que tocar, que el festín de los sentidos se encuentra entre la Cordillera de los Andes y el océano Pacífico instalado en el frío austral del fin del mundo.

Ya desde el avión el viaje prometía, escala en Lima, pasar la noche como un zombi turístico entre las tiendas de suvenirs del aeropuerto en donde todo es turismo snob y el recuerdito comprado a la carrera. Lo que me hizo la noche más llevadera fue leer en un diario Limeño la columna de Jaime Bayly que publica desde Miami, y ahí me dije, este pendejo sí que escribe columnas y no chingaderas (lo anterior como homenaje a ese estilo bizarro), y entonces con tanta falta de sueño, mal comido, sucio y perdido entre tiendas y pasillos, la idea de que esta columna fuera suelta, personalísima y directa me golpeó en la cabeza mientras me lavaba los dientes llenos de brackets en un baño de aeropuerto. Llegando a Santiago el aire se respiró distinto, es una ciudad hermosa, cosmopolita, vibrante, excitante, culturalmente un lujo, arquitectónicamente una cátedra, de una urbanidad impecable y paisajes naturales hermosos, el invierno hace que use mi escasa ropa abrigadora y pueda también comer platillos típicos para subir varios kilos.

El cambio de pesos mexicanos a dólares, de dólares a pesos chilenos y toda su implicación es una tarea casi de álgebra avanzada, (al final no hay que ser un matemático para darse cuenta que el peso mexicano está jodidísimo hasta el carajo), no daré cifras porque como están las cosas mañana subirá el dólar, y más se me confunden las cuentas por qué acá se manejan los miles (es decir un pasaje en metro me cuesta 650 pesos chilenos y una botella de agua 2 600), se imaginará usted el lío que se me hace en la cabeza.

Tengo la fortuna de habitar en el piso 15 del Edificio Prat, en la calle Arturo Prat en la comuna centro, la ventana de mi living da directamente al centro de la ciudad desde donde puedo observar la Torre Entel, y estoy a 3 cuadras del Palacio de La Moneda. Paro temprano para trabajar inexorablemente sobre el ocio y vivir la vida -trabajo arduo y edificante- (en el cual ya hay pocos asalariados y que el sistema presenta cada vez menos vacantes), pues yo a fuerza de obstinación e irresponsabilidad presente mi curriculum de vagabundo y trotamundos de mochila al hombro y la vida me otorgó el trabajo. Los horarios para conocer son estrictos y los archivos también, hay que recorrer alegremente galerías, museos, salas de arte, de diseño, centros de estudios, de cultura, bibliotecas y plazas, se exige puntualmente perderse entre mercados, callejones y recovecos de cada ciudad visitada. Es un trabajo arriesgado, en una sociedad que no se permite el ocio y la velocidad del tiempo aumenta, este trabajo exige relajación, desinterés por el sistema, un mapa y el amor de la mano para ver el viejo roble del camino, sus hojas siempre agitan algo, nena, que bien te ves cuando en tus ojos no importa si las horas bajan y el día se sienta a morir.

Bajar al metro y que una banda de pop te reciba hacia los andenes (es ahí donde te das cuenta de golpe que estás en otro rollo weón). Tomo el metro en la estación Universidad de Chile, después de pasar a su vasta librería, donde me encuentro desde Roberto Bolaño hasta Gabriela Mistral, tomo rumbo hacia el Barrio Bellavista, bajo en estación Baquedano y dirijo mis pasos rumbo a la Chascona la última casa que habitó Pablo Neruda, el día es frío pero la casa y su áurea logran cobijarme de sobremanera, después parar en el viejo Cine Normandie de la calle Tarapacá para ver la nueva película de Alejandro Jodorowsky “La danza de la realidad” después de esta cinta (grabada en Chile en la ciudad natal del autor), me dio un hambre brutal que sacié en los portales de la Plaza de Armas con un completo chacarero y uno italiano (hot dog chileno) acompañado de una cerveza Cristal, ya estando ahí continúe caminando hasta el mítico Río Mapocho (río que divide la ciudad de norte a sur y que marca claramente un territorio social, económico y político de la capital, hacia la cordillera nevada los barrios ricos y más tranquilos, hacia el pacífico de los barrios marginados y zonas más bravas), camine la alameda que serpentea el río pero el frío hace que vaya hacia la calle Placer buscando aventuras, mi sorpresa fue encontrarme el Persa Bio Bio lugar de venta de antigüedades, muebles, discos, libros, fue como llegar al paraíso, el placer sí estaba siguiendo la calle.

Hay que abastecerse y nada mejor que el mercado central con comida típica, empanadas, vinos, quesos y frutas de las zonas chilenas de agricultura muchas de ellas de territorios Mapuches, llena la panza a llenar la cabeza y dirigir los pasos hacia la Avenida O’higgins, la gran avenida principal de Santiago, llegando a la Biblioteca Nacional y adhiriendo a mis lugares favoritos uno más. El Cerro Santa Lucía está ahí al toque un par de pasos y subirlo es ley para todo turista y santiaguino, Charles Darwin estuvo allí y eso me entusiasma (al ser fiel seguidor de la teoría evolucionista), después un alfajor y fotografiar incansablemente cada rincón, encamino hacia el Centro Cultural Gabriela Mistral en donde una exposición fotográfica acerca de los desaparecidos de la dictadura me estremece el alma, al salir tan bajoneado me entusiasmo al ver jóvenes realizando performances, haciendo coreografías, skating, pintando graffitis y viviendo culturalmente su realidad. Lo mejor ha sido este tiempo lacso, distendido que no se si ha sido un día o una semana o más, cuando el tiempo no importa se deja de contabilizar. Y aquí paro ya que es de noche, hace frío, sacaré la tele, prenderé un porro, abriré un vino, ya que tengo una noche muy buena y con inspiración. “Yo no voy a morirme, salgo ahora en este día lleno de volcanes hacia la multitud, hacia la vida.” Neruda.

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