Por: Perla Holguín Pérez
Siempre me he jactado fuera de Aguascalientes de que ésta es una de las ciudades más civilizadas en las que he vivido, pues a pesar de tener eventos de tal magnitud como la Feria de San Marcos el saldo es mínimo en comparación de la cantidad de asistentes y del exceso de alcohol, por decir lo menos, que se consume en sus calles. Sin embargo, el día de ayer, durante el concierto de Caifanes, en el marco del Festival Cultural de la ciudad de Aguascalientes, me arrepentí de lo bueno que he dicho en este sentido. Para empezar, mientras mi hermana y yo estábamos paradas esperando a que comenzara el concierto, le contaba que me parecía muy extraño que cada año hubieran más y más eventos de este tipo, los festivales se han multiplicado desde el 2005 en que yo llegué a Aguascalientes, y aunque esto puede verse como un punto a favor de la ciudad, pues aporta mayor entretenimiento y actividades culturales para sus habitantes, también es un arma de doble filo si no se saben desarrollar de forma adecuada. Mientras esperábamos, noté a mi alrededor que estaba lleno de gente notablemente embriagada que traía consigo mochilas, bolsas de plástico e, incluso, carriolas repletas de cerveza en latas y botellas de plástico de Coca Cola en las que disimulaban un pisto. Sin contar otro tipo de cosas como el inconfundible olor y humo de marihuana para donde se voltease. Quien me conoce sabe que no estoy en contra de ingerir alcohol, no seré hipócrita, también yo disfruto beber. Pero creo que hay lugares y sobre todo cantidades para esto. Ayer definitivamente no era el lugar y de cantidades ni hablemos. Al llegar, lo primero que nos sorprendió fue que hubiera vallas para ingresar a la plaza por la 5 de Mayo, y que los policías que estaban ahí no estuvieran revisando mochilas, bolsas, etcétera. ¿Entonces para qué las vallas y para qué la policía situada junto a ellas? En fin, no le di importancia hasta ese momento en que me percaté de la cantidad de alcohol que ya había dentro de la plaza y, por supuesto, dentro de los asistentes al concierto. Después de dos horas de estar soportando los empujones de la gente, sobre todo chicos que llegaban tarde y nos aventaban a todos los que estábamos de pie esperando el concierto para tratar de llegar hasta el escenario, nos cansamos, porque debo señalar que nosotras ni siquiera estábamos cerca del escenario. Los que ya estábamos ahí empezamos a ponernos duros de espalda y brazos para impedir que nos siguieran empujando, mi hermana y otras personas a nuestro lado, entre ellos una pareja que iban acompañados de una señora mayor y otra con un bebé, optamos por decirles que pasaran por otro lado. En un momento, casi al comienzo del concierto, llegó un hombre alto con un niño en brazos, de unos 3 o 4 años. El sujeto de forma prepotente quiso pasar por donde estaba mi hermana, y ella le dijo que buscara otro lugar por donde pasar. El tipo, que además estaba bebido, empujó a mi hermana del brazo y la aventó hacia el suelo con tal violencia que les juro que si alguien les hiciera eso a ustedes o a cualquier persona de su familia habrían sentido la impotencia y el coraje que sentí yo en ese momento. Además de intentar agredirla de nuevo, el hombre empujó a la gente para pasar usando al niño que cargaba en brazos como escudo. Soy una persona pacífica y como mi propia profesión es la palabra prefiero hablar antes de cualquier agresión, pero cuando vi a ese sujeto tratar así a una mujer, a mi hermana, a un ser humano, me detuve y lo pensé, y no pude hacer más que tirarle un puñetazo en el brazo; resulta obvio que mi puño no le hizo ni cosquillas. La mujer que lo acompañaba, que supongo era la madre del niño, también había consumido algo de alcohol antes de llegar al concierto y al ver que su esposo quería pasar hasta delante de nosotras, donde los esperaban otro grupo que ya habíamos notado traían una mochila llena de cervezas, comenzó a armar un escándalo diciendo que le estábamos pegando a su hijo. Nadie tocó en ningún momento al niño, si alguien agredió al menor fue su propio padre que lo usó como escudo humano. En ese momento tomé a mi hermana de los hombros y la hice a un lado para que no la lastimaran más. ¿Dónde estaba la policía en ese momento? ¿Dónde estaba la civilidad que tanto presumo de los aguascalentenses? Habían agredido a mi hermana, a mi familia frente a mí, en un sitio donde había miles de personas y nadie, absolutamente nadie, hizo nada para parar a ese hombre. La señora mayor que estaba a nuestro lado trató de increparle verbalmente, pero su hija la calló diciéndole que no se metiera. No me sorprende que esa señora haya sido la única que haya intervenido, en el trasfondo hay un evidente sesgo generacional.
Organizadores del Festival Cultural, éste no es la Feria de San Marcos, es inaceptable que el nivel de alcohol y personas embriagadas que vi ayer sea legal. Nadie puede estar bebiendo de esa forma en la calle, menos si traen a su cargo menores de edad. Y sobre la violencia que vivimos ayer, en ningún festival, ni en la feria misma es aceptable.
Finalmente, el concierto comenzó y tuvimos que tragar nuestro enojo e indignación durante la hora y media que duró; en ese tiempo nos dimos cuenta del pésimo sonido que hubo, los asistentes no paraban de gritar cosas al respecto y, además, las pantallas se apagaron constantemente. Qué más puedo decir de un concierto donde la mala calidad del sonido y las fallas técnicas fueron lo menos malo de todo.
