uestra cotidianidad es una ficción, es difícil entender por qué pasan las cosas aquí en la tierra donde Juan Diego se encontró con Tonantzin. Al más puro estilo del realismo mágico o de Kafka, México se ha convertido en un país de realidades contrastadas, de no ficciones, de conflictos no resueltos, situaciones que no se solucionaron en su momento y crecieron exponencialmente.
En 1973 se estrenó una película titulada Soylent Green, la sobrepoblación, la falta de agua, alimentos de primera necesidad y la corrupción hicieron que la sociedad se colapsara. La clase dominante decidió bajar el número de habitantes, de manera voluntaria los invitaba a morir decorosamente mientras disfrutaban de un video de lo que fue alguna vez el planeta tierra; los cadáveres se convertían en Soylent Green, la proteína más pura y sana del año 2022 y se vendía como alimento para la demandante población.
Nos faltan siete años para que el destino nos alcance, aunque en muchos aspectos sociales ya lo rebasamos.
No son nuevos los conflictos entre los grupos delictivos, sólo cambian de localidad, de región, a veces más cruentos, a veces más discretos. La sociedad se descompuso, no nada más dentro de las esferas políticas y los grupos de poder, la descomposición se dio en todos los niveles sociales, el cáncer llamado corrupción se propagó e infectó sin piedad a todos los sectores. Ahora es Jalisco, ayer Michoacán y Guerrero, también Tamaulipas y Nuevo León, que me dice de Zacatecas, incluso Aguascalientes y la Ciudad de México.
El punto medular no es el combate al crimen organizado, ni siquiera la captura de las cabezas de los cárteles, la raíz está en la descomposición social, en cómo se perdió el miedo a las consecuencias, la falta de autoridad y límite dentro del primer núcleo, entiéndase familia. No le podemos fincar toda la responsabilidad a la llamada “niñera electrónica”, son muchos factores los que intervienen en estos procesos de desenfoque que a la larga, o en corto, nos hacen pagar facturas como las que leemos, escuchamos y vemos a diario en las noticias.
Sería de cuento de hadas poder resolver nuestros conflictos en tres minutos como alguna vez lo dijo aquel pintoresco personaje de botas vaqueras y sombrero, dueño por seis años de Los Pinos, o en nuestro micro cosmos dejarnos llevar por los colores, los sonidos, los olores, de la verbena abrileña que cada año se torna más concurrida y menos responsable. Le debo confesar que mientras escribía estas línea y pensando en que tal vez mi visión del entorno es pesimista, decidí dejar de lado la computadora (hubiera sido nostálgico decir “deje de lado la máquina de escribir”) y me enfilé al perímetro ferial a observar a mis coterráneos e invitados, ¿qué fue lo que descubrí? Otro México, un país festivo, despreocupado y bebedor de alcohol en la vía pública. Este último fenómeno me llama la atención sobremanera, cómo esa concesión hace que la gente cambie, qué es lo que pasa cuando hombres y mujeres de diferentes edades tienen la libertad de ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública. En fin, mi visita antropológica a la Feria no me alejó de la realidad como hubiera querido.
El pasado 5 de mayo, el secretario general de Amnistía Internacional (IA) Salil Shetty declaró que “este país está atravesando por una crisis muy grave en temas de derechos humanos y la respuesta gubernamental es como si no la hubiera”, e identifica una crisis crónica. Esto se traduce, en lo que le comentaba, crimen organizado, corrupción, abuso de poder en todas las esferas y rangos.
¿Qué nos hace tan vulnerables? Otro ejemplo mundano, el martes por la tarde, transitando por las calles del fraccionamiento Américas, me topé con una patrulla municipal circulando en sentido contrario con toda calma y prepotencia sin torreta encendida, en una esquina; la lógica me indica que pudo haber estado haciendo un rondín para resguardar la seguridad del vecindario, claro, sólo que en esquina y circulando “al revés” casi choco con la citada unidad y como no cambió de sentido, metros atrás estuvo a punto de causar un accidente. Un ciudadano, como usted y yo pero con uniforme y vehículo oficial es transformado en un ser de poder; ejemplo burdo, si usted quiere, pero desde esos peldaños sociales encontramos lo que Amnistía Internacional señala, falta de focalización.
Nuestra sociedad experimenta desde siempre cambios socioculturales, bien que mal nos han dado la identidad que ahora presentamos al resto del mundo, las nuevas o modificadas normas, los valores trastocados, las creencias religiosas o la falta de fe, nuestra cosmovisión modificada de pueblo aguerrido a pueblo corrupto, nuestra mitología suplantada por la influencia del pensamiento de la “aldea global” atinadamente definida por el maestro McLuhan, el arte y todas las manifestaciones socioculturales trastocadas por la nueva identidad nacional.
El cambio de enfoque de los sistemas socioculturales no han sido del todo favorables para la patria; es de aplaudirse claro está los esfuerzos que cada vez más personas llevan a cabo para cambiar esta conducta, por ejemplo, la joven al parecer estudiante de comunicación que vive en Guadalajara y que convoca a través de redes sociales a una marcha por la paz en esa entidad.
No necesitamos comprar Soylent Green para comernos los unos a los otros, la realidad nos rebasa, la responsabilidad apremia y la desigualdad impera en nuestra sociedad.
Cómo me gustaría que todo México fuera como los feriantes de Aguascalientes en sus 24 días de verbena, despreocupados, borrachos y bailadores.
Twitter: @ericazocar




