Una vez más se llevaron a cabo elecciones, en esta ocasión las elecciones para elegir diputados federales, grandes cantidades de recursos fueron empleadas para incentivar la participación ciudadana; aunado a las invitaciones a votar por parte de los partidos políticos y las del flamante Instituto Nacional Electoral, hubo empresas y particulares que nos insistían a cada momento que hiciéramos valer nuestra voluntad a través de las urnas.
No obstante lo anterior, los resultados de los comicios en Aguascalientes, no muy diferentes a los de otras entidades, tomando en cuenta las cifras del Programa de Resultados Preliminares, llegó a más del 63% global, considerando los tres distritos electorales federales.
Otra cifra relevante del pasado 7 de noviembre es la referente al voto nulo, que se manifestó con el 7.33% de la votación total emitida, lo cual nos hace considerar que las campañas que invitaban a anular deliberadamente el voto sí permearon en una parte de la población.
Más que buscar factores externos para explicar estos resultados, debemos encontrar las causas de la supuesta apatía de las personas con respecto a los comicios.
Es común que los ciudadanos recibamos mal trato en las oficinas de los gobiernos, en sus tres niveles, incluso cuando sólo vamos a pagar algo, no se diga cuando somos víctimas de abusos en los cobros de los servicios y nos vemos obligados a pedir una aclaración, en ese caso ni siquiera se toman en cuenta nuestros argumentos.
Los gobiernos se han ido despegando de la ciudadanía y la institucionalidad se ha ido perdiendo, en lugar de los cauces legales y normales que debiera seguir todo trámite oficial, atendiendo a cualquier persona sin distingos, ahora es necesario recurrir a la “benevolencia” de los gobernantes para que se atiendan nuestras demandas. Es lógico suponer que si funcionara aceptablemente el aparato burocrático no sería necesario andar buscando “al hermano de la amiga de la esposa del achichincle del mero mero” para tan siquiera ser escuchados, ni tendríamos que hacer largas filas desde temprana hora para anotarse en las audiencias públicas que algunos presidentes municipales han instituido para “atender al pueblo”. Esas prácticas funcionaron algún tiempo de manera clientelar, pero la problemática social se ha vuelto tan compleja y el aparato del estado tan disfuncional que han perdido vigencia y han provocado desencanto.
El voto nulo, o más bien el anulado, es emitido por personas que aún creen que podemos hacer algo dentro de este sistema para lograr el bienestar social, pero el voto no emitido, que es la gran mayoría, es el grito silencioso y desesperado de las mexicanas y mexicanos que son segregados en su propia tierra y que han visto pasar gobiernos sin que su situación haya mejorado e incluso en muchos casos ha empeorado.
Es momento de reflexión y de profundo análisis para corregir el rumbo si queremos que nuestra nación trascienda.




