Por fin, una buena noticia de nuestros legisladores federales y locales, ya fue aprobado el divorcio a solicitud de uno de los contrayentes, lo que popularmente podemos denominar como divorcio exprés. La enorme ventaja de este procedimiento es que se eliminarán tortuosos requisitos jurídicos, gastos interminables, citas prorrogadas una y mil veces, pero sobre todo la desesperación de los divorciantes. A partir de ahora será más fácil, nuestros diputados han aprobado que la separación legal de los cónyuges se realice aún cuando sea solamente uno de ellos, quien lo pida y más todavía que no haya necesidad de extenderse en justificaciones y argumentaciones. Bastará con que uno de ellos diga, No Más. Al conocerse la noticia no faltaron las opiniones encontradas. Hay voces que aseguran que ello conducirá a la relajación de las buenas costumbres, se terminará con el sólido concepto de la familia y se favorecerán las relaciones al vapor. Los muchachos se casarán y en cuanto se cansen, se fastidien o se les haya terminado la novedad, se divorciarán y asunto arreglado. Y la sociedad lo resentirá. Se resquebrajarán los valores que han mantenido incólume la armonía de nuestro terruño. Para tranquilidad de todos puedo asegurarles, que no será así. Que por el contrario las cosas marcharán mejor que nunca. Por principio de cuentas el divorcio exprés ya existía. Solo que ilegal y sin protección para los actores. Aún cuando las leyes son claras y establecen que el marido tiene la obligación de sostener económicamente a su familia, que el adulterio y la poligamia están prohibidas y que en caso de divorcio el pater familia deberá seguir manteniendo a sus hijos; todo eso ha sido desde hace muchas décadas, auténtica letra muerta. Los profesionales de la salud mental que cotidianamente trabajamos en contacto estrecho con las personas reales, las familias verdaderas y los problemas ciertos, lo sabemos. El hombre de Aguascalientes con la mayor desfachatez se marcha a Estados Unidos a trabajar para tener una “mejor vida”. Aquí se quedan la esposa y los hijos a esperarlo. En la mayoría de los casos, ello se traduce en abandono. El presunto trabajador se acomoda por allá y no vuelve. Deja a la mujer e hijos en la miseria o al cuidado y sostén de sus suegros. En ocasiones sí envía dinero, que siempre es insuficiente. Vuelve una vez por año, con unos cuantos dólares que se gasta en celebraciones etílicas y gastos innecesarios. Para regresar a USA pide dinero prestado, que la mujer pagará como pueda. En innumerables casos, se unirá en amasiato con alguna mujer de aquellas latitudes y así, con mayor razón no envía dinero y no vuelve. Todo esto, sin mencionar que la esposas con frecuencia tienen que trabajar y los chicos quedan abandonados, favoreciéndose así la vagancia, las adicciones y la delincuencia. En muchas otras ocasiones, ni siquiera tiene que irse al “otro lado”, es suficiente con que se encuentre otra persona, deje a la familia y se va a vivir con la nueva compañera. ¿Alguna autoridad civil se encarga de traerlo de regreso a casa? ¿O de obligarlo a pagar el sostenimiento de su familia? ¿O de cumplir con sus responsabilidades en alimentación, educación, vestido, casa y formación moral? No hay tal, eso no sucederá. De manera que en México, los hombres y algunas mujeres ya podían separarse expresamente desde hace muchos años. Ahora también lo harán, pero al menos será la mujer la que lo decida para protegerse, evitar la violencia familiar, el abandono y no tolerar el adulterio. Tal vez, si se decepciona rápidamente, logrará liberarse y no tendrá que soportar embarazos no deseados, trato insolente y marido alcohólico. Finalmente una ley buena de nuestro Congreso. Felicidades, diputados, algo es algo.
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