La nota de un suicidio en las páginas rojas de los diarios siempre produce un desilusionante impacto. Ninguno de los periódicos resiste la tentación de llevar el conteo macabro de cuantos suicidios van en el año. Eso nos lleva a pensar que nuestro estado y ciudad son unos de los que cuentan con mayor número de muertes autoprovocadas en el país. Y esto provoca una gran angustia social, por ello comentaremos el tema de nuevo. Tal como hemos venido haciendo desde hace cuando menos unos veinte años. Nuestra entidad nunca ha estado en los puntos más altos de la gráfica de suicidios en el ámbito nacional. Siempre hemos estado a la mitad de la tabla. El número sí se ha incrementado, pero siempre en razón al aumento de población. Para los profesionales de la salud que nos interesamos en el tema, el número terrorífico de la cantidad de personas que han ocasionado su propio fallecimiento es importante. Solo que es mucho más importante el número de personas a quienes se les ha evitado que lo hagan. El lema de la AMS (Asociación Mexicana de Suicidología) es “Porque prevenir un suicidio salva más de una vida”. Cuando logramos detener la ideación o el intento de suicidio en una persona, conseguimos también evitar un inmenso dolor a la familia, detenemos el impulso que tendrán algunos familiares a repetir el acto, lograremos que la depresión no haga presa en el ánimo de sus personas cercanas, entre los cuales están amigos y compañeros de trabajo. Se impide también un daño severo a la autoestima de la población. Cuando leemos en el diario la noticia de un suicidio, inevitablemente pensamos que vamos muy mal como sociedad. Si decimos que vamos muy bien, que somos la región de la gente buena, que la calidad de vida está mejorando ¿Cómo es que alguien quiere salirse del grupo? Y esto nos lleva a la pregunta fundamental ¿ Por qué ? Una respuesta fácil para salir del paso, es decir que el suicida estaba deprimido, que fue por su vicio del alcohol o las drogas, que se le cayó la autoestima porque su esposa lo abandonó. Esa no es la causa, es únicamente el mecanismo disparador. El verdadero origen está mucho más en el fondo y en el noventa por ciento de los casos lo encontramos en la violencia intrafamiliar. Las peleas en la pareja, el niño maltratado por sus padres, el abandono de la esposa y los hijos por el cónyuge y el desamor que trae consigo, es la causa número uno. El diez por ciento restante se debe a otras causas como patología mental, enfermedades, decisión personal y otras. Y la segunda gran pregunta es ¿Cómo lo vamos a evitar? Hemos conseguido mucho mediante la ayuda psicológica personal que hacemos en “Casa de Vida” y otras instituciones. El número de suicidios evitados es sorprendente. Sin embargo, la solución o al menos la reducción consistente solamente se conseguirá haciendo un trabajo multidisciplinario y multi-institucional en prevención y atención de la violencia intrafamiliar. Y en esto debemos participar las organizaciones civiles, sanitarias, jurídicas y universitarias. El problema se agrava cuando a la mala conducta de los integrantes de una familia con violencia se añade la incompetencia en la aplicación de las leyes que deberían protegerlos. Las leyes existen, están muy bien diseñadas, pero existen enormes huecos en su aplicación. En nuestro estado abundan los hombres que dejan a su mujer cargada con hijos y se van con otra y también le hacen hijos, una, dos y más veces. ¿Cuál es la institución que consigue que ese hombre se responsabilice del mantenimiento de esos chamaquitos? Ninguna. ¿Y si se va a Estados Unidos y allá se consigue otra y ya no vuelve? ¿Quién le obligará a que sostenga a su familia abandonada? Nadie, no hay manera. Si el hombre no deja a la familia, pero los golpea frecuentemente, ¿cuál es la institución que realmente evitará que lo siga haciendo, sin meterlo a la cárcel y además promoviendo una vida doméstica armoniosa? Ninguna. Mientras no seamos capaces de lograr esto, no nos salvaremos de estar leyendo ese conteo mortal de ¿cuántos suicidios van en este año?




