Hace ya muchos años, como unos 25, que mi papá me llevó a la Tovara, el puerto de San Blas en aquella época era aún menos conocido, más retirado por la falta de autopistas; su principal atracción es la Tovara, un recorrido por los manglares de la costa Nayarita que te lleva a un manantial donde puedes nadar entre cientos de peces; además durante el recorrido observas aves, cocodrilos y unas pequeñas cabañas suspendidas en el agua, instalaciones que se utilizaron “para filmar una película” te dirá el lanchero sin especificar cuál.
Años después de conocer aquel bello lugar, sabría que esa locación que formaba parte del recorrido, fue locación de Cabeza de Vaca (1990) una de esas excelentes películas de aquel llamado Nuevo Cine Mexicano de los noventas, filmada por Nicolás Echevarría, se basa en los míticos relatos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca plasmados en su libro Naufragios; la adaptación es fenomenal, lleva los relatos de quien vivió por más de 8 años entre indígenas del norte de México al cine plasmando, como dice la página Películas del Cine Mexicano del ITESM “el filme es un verdadero poema lírico, y visual sobre el encuentro de los europeos con América”, en lo personal del género histórico mexicano es de mis favoritas, es impresionante la forma en que este español tuvo contacto con la civilización prehispánica.
San Blas hoy sigue perdido en el tiempo, pareciera que en otra época no muy lejana hubo un auge que se observa en algunos hoteles que ahora se ven rehuidos o en mal estado, atrás quedaron los días en que todo el país lo conocía merced a la chafísima El puerto de San Blas; peor aún, los servicios municipales son malos, el drenaje y la recolección de basura pareciera que dan al traste con las pretensiones de pueblo mágico. Y el candidato independiente que gobierna este municipio no hace mucha diferencia, al menos desde la perspectiva de este turista el desorden desde el ámbito municipal es claro.
Aparece aquí el reto de los independientes: gobernar con base en las expectativas ciudadanas que fueron las que los llevaron al poder. Y yo creo, perdón por mi mal agüero, que fracasarán. Y explico mi hipótesis: actualmente nuestros mecanismos jurídicos para el acceso de los candidatos sin partido son rigurosos y llenos de candados de tal suerte que sólo pueden acceder aquellos que tienen la experiencia electoral previa, es decir los chapulines y oportunistas sin lealtad para sus partidos. En este sentido tantos requisitos legales lejos de evitar ese chapulinismo, lo impulsan, me parece pues un gran acierto de política nacional que nuestro presidente del PRI Manlio Fabio Beltrones, haya impugnado la reforma de Puebla, que en el fondo lleva implícita una crítica para todas aquellas normas electorales de cualquier estado del país que contengan estos requisitos. Hacer más asequible las candidaturas a cualquier interesado no evitará a los chapulines, pero sí logrará que a su lado aparezcan los verdaderos candidatos ciudadanos.
San Blas sigue conservando esa parsimonia que sólo el calor y la humedad pueden dar en los costeños; la pesca como principal fuente de riqueza, las decenas de restaurantes en la orilla de la playa donde se come rico, el aguachile estilo Nayarit y el fenomenal pescado sarandeado, no pueden faltar. No sé si esa parquedad sea parte de su idiosincrasia, de esa materia que se resiste a ser homogeneizada en aras del turismo masivo nacional. Y es que aún sus hoteles, sus servicios turísticos, son muy personalizados, olvidémonos del turismo VIP, del pago con tarjetas o de las grandes cartas de alimentos, lo local es lo trendy, platillos sencillos pero con ingredientes frescos.
¿Hasta dónde la modernidad puede alcanzarlos? ¿Hasta qué punto su alcalde independiente llevará a buen puerto las aspiraciones ciudadanas? No lo sé de cierto, pero tal vez ambos temas están ligados, un pequeño derecho de sus habitantes para permanecer así, con su hermosa tranquilidad, uno camina por sus calles aún pueblerinas y se imagina que de repente encontraría en el tiempo al México mágico de Naufragios; en el fondo una chulada, la película y el pueblo, para que quien no los conozca, deje las cursilerías de Maná y las bravuconadas de Layín, y se venga a vivir el auténtico San Blas.
