El fuego camina conmigo llegó a mí sin mayor preámbulo, sin hacer fila, sin tomarlo de un stand, sin comprarlo; fue un regalo, el asombro al verlo fue inminente. De entrada, puede resultar muy satisfactorio al impacto visual cuando se tiene una gran simpatía por David Bowie, después de que relacionas el título con la cinta Twin Peaks. Fire walk with me de David Lynch, es aún más grato.
Así sigues diseccionando cada pieza del libro y sus elementos, cuestionas y comprendes el diseño de portada, palpas sus texturas, luego hurgas las primeras páginas y te encuentras con el epígrafe a manera de introducción: “I have no idea where this will lead us, but i have a definite feeling it will be a place both wonderful and strange”, David Lynch (Twin Peaks. Fire walk with me), ya crees adivinar de qué va, y la travesía comienza con “Bowie camina conmigo”, primer cuento, que es el que justifica el título del libro.
Entonces, si eres fanático de Lynch, la tormenta de percepciones y analogías te comienzan a invadir; el lector es arrastrado plácida y lúdicamente a descifrar la conexión narrativa con elementos extraliterarios, como la música y claves fílmicas; pero, si no eres ese tipo de lector, Cruz-Grunerth utiliza el tratamiento perfecto para cautivar y no dejar escapar a la retina de los renglones.
La lectura de El fuego camina conmigo nos provoca un extraño padecimiento, pero a la vez hace regodearnos en una amalgama de sensaciones; “Una mañana”, “Otra tarde que se va”, “El muro de las lamentaciones”, “Rogelio y Luz”, “Sombra de tres días”, “Adriana” y “Nube Amaranta”, son los títulos de los cuentos con este tinte de ardoroso y violento resultado, así como manías y trágicos deseos que terminan en muertes o desenlaces tristes y amargos. En “Rogelio y Luz” permea el amor desbordante hasta el final de los tiempos de ambos, con la ayuda de un brebaje especial para edulcorar los últimos resuellos de añoranza.
Otro de los cuentos con este matiz es “Otra tarde que se va”, en el que Cruz-Grunerth nos narra la terquedad incomprensible a la que a veces las parejas se habitúan; esa terrible necesidad de pertenecer al otro y al espacio del otro, pero luego la inefable conveniencia de desaparecer o simplemente las ganas arrebatadas de nunca más volver, y ese otro que se queda, con las sienes en estallido por la furia y el hambre de matar.
Es a ese tipo de convergencias a las que estas historias nos confrontan. Porque como el autor sentencia en uno de los cuentos: “La catástrofe huele a perro muerto como los que hay en las carreteras con unas cuantas tripas salidas. A eso huele. Huele igual que cuando te dicen adiós, a despedida en el aeropuerto, a tus lágrimas mojando la banca del metro, a la niebla que no te deja ver dónde pisas ni a dónde vas. Es un olor a sábanas que extrañan el cuerpo del otro lado de la cama. Entonces el olor penetra, no por la nariz, sino por los dedos que acarician el cristal de la ventana, donde me he parado a esperar que las nubes se acerquen.”
Por otra parte, la esperanza siempre es fáctica entre los personajes, como en “Historias para la clausura”, donde se narran los vacíos de las cosas o espacios que un día existieron y, al no comprender ese vacío, los universos oníricos e imaginarios distienden la realidad. Así, esta agrupación de cuentos teje los sueños, la ficción, la violencia, el amor, la esperanza, la ansiedad y tristeza con hilos narrativos que no escapan de filtrar destellos de poesía. La prosa de Cruz-Grunerth es rica en imágenes, atractiva en su técnica y precisa en artificios, de esta manera el autor nos entrega una obra redonda, con los componentes necesarios para deleitar al lector.
El fuego camina conmigo, de Gerardo Cruz-Grunerth, fue publicado en 2014 por la editorial independiente Nitro/Press, el cual en 2009 obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Joven Comala.
