Los diputados tenemos el derecho de gestionar, ante las autoridades, la atención de las demandas de nuestros representados, y también, la obligación de ser gestores y promotores de actividades en beneficio de los habitantes de Aguascalientes de acuerdo a la Ley Orgánica del Poder Legislativo del estado, en sus artículos 15 y 18 respectivamente, esto nos permite tener una estrecha relación con nuestros conciudadanos y conciudadanas quienes nos demandan una atención, que va más allá que la de hacer las leyes que nos rigen.
Por lo anterior y además gracias a la política de puertas abiertas que tiene el Congreso del Estado, los representantes populares tenemos la oportunidad de conocer de primera mano de los anhelos de la gente, pero también de sus carencias y necesidades.
En la labor legislativa pretendemos, a través de instauración de normas, lograr una sociedad en la que todos tengamos igualdad de derechos; acceso a la salud, a la educación, a la cultura, al deporte, etc. y donde haya una justicia que no distinga condiciones sociales o económicas en su aplicación; una nueva sociedad en donde, como mencionó alguna vez el poeta Salvador Díaz Mirón, quien fue, en la segunda mitad del siglo XIX diputado en su estado natal Veracruz y posteriormente Diputado Federal: “Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto…”. Nuestra lucha es por un mundo mejor con ciudadanas y ciudadanos libres y felices, pero en lo que llega ese día no podemos permanecer indiferentes ante el llamado de las personas que requieren de nuestra atención y muchas veces de manera urgente, lo cual es incompatible con los tiempos de la burocracia que han sido expresados en el refrán popular “Las cosas de palacio, andan despacio”.
En esta economía de mercado, en donde hasta el voto electoral entra en el juego de la oferta y la demanda, tiene plena vigencia otro refrán, ya que estamos en ellos, “Poderoso caballero es Don Dinero” y no queda otro remedio que entregar efectivo a quienes requieren de bienes o servicios de manera imperiosa.
La práctica de entregar efectivo tiene el gran poder de solucionar de manera inmediata casi cualquier demanda, incluyendo aspectos tan delicados como son la salud o en casos dramáticos la vida, por ejemplo: cuando una persona no está siendo atendida con la premura que se requiere; pero la entrega de efectivo tiene, a su vez, varias aristas a considerar, siendo la más importante: que no hay recurso que alcance para cubrir las necesidades de la población pauperizada por las políticas neoliberales, otro inconveniente que tiene esta práctica es que en aras de la eficacia omitimos cualquier condicionamiento, y de esa manera, se corre el riesgo de estar alentando el modo de vivir de algunas personas, el cual está basado en la sorpresa, la mentira y el atraco.
Otro riesgo es que nos encontramos en la delgada línea divisoria entre el altruismo y la demagogia donde es siempre más fácil creer, desde una perspectiva crítica, lo segundo. Pero en fin, son gajes del oficio.
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