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viernes, diciembre 5, 2025

Juliana Faesler, entre la vocación y la lucha por la equidad escénica

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  • Las artes, como cualquier otra profesión, requieren de vocación, entrega y arduo trabajo
  • El avance de las mujeres en la escena mexicana es visible pero no lo suficiente

Las artes, como cualquier otra profesión, requieren de vocación, entrega y arduo trabajo; en cualquier actividad, estos son los elementos fundamentales para alcanzar el éxito personal más allá del reconocimiento público.

Durante su visita a Aguascalientes, la creadora escénica e iluminadora mexicana Juliana Faesler dialogó con La Jornada Aguascalientes, asegurando de que no existe un espacio vacío en la escena, pues hasta un escenario sin elementos visibles representa un montaje estudiado: “no hay espacios vacíos porque simplemente con el cuerpo del actor y un mínimo de objetos habitan una puesta en escena”.

Fundadora junto con Clarissa Malheiros de La Máquina de Teatro, ha dirigido más de 15 propuestas entre las que se encuentran: La Trilogía Mexicana 2005-2010 y La Cenerentola de G. Rossini y Jenufa de L. Janacek, para la Compañía Nacional de Ópera; mientras que como escenógrafa e iluminadora suman más de 90 puestas en escena en colaboración con personajes destacados en el ámbito nacional e internacional.

Esta mexicana luchadora de los derechos de la mujer combinó sus ideales e inquietudes con su vocación: el teatro. Es por ello que durante 30 años de experiencia se ha percatado del error que muchos cometen al medir la calidad de un producto teatral por la cantidad de entradas que se vendan: “eso es un error grave, no hay que dejarnos medir por las leyes neoliberales comerciales, porque hay ciertas cosas que son muy importante proteger y propiciar, y bajo estas leyes no siempre son bien vistas”.

Al ser una disciplina que acoge a un mundo de hacedores, los mexicanos deben de dejar de cerrarse en sólo espectáculos gigantescos con grandes trabajos escenográficos o comerciales, pues hay propuestas de gran calidad en pequeños espacios con una limpieza de elementos, “yo acabo de ver propuestas fantásticas en Microteatro aquí en Aguascalientes que no le piden nada a los grandes espectáculos donde las entrada cuestan hasta cinco mil pesos”, en lo general todo tiene que existir porque hay público para todo.

La Máquina Teatro ha hecho en 20 años trabajos que incluso van en contra de esas leyes comerciales, tal fue el caso de La Trilogía Mexicana: “para esta nos tomó seis años, del 2007 al 2012, fue un trabajo muy largo pero con grandes satisfacciones”, Nezahualcóyotl, Moctezuma y Malinche fue un depósito de historia que relata una compleja identidad mexicana. “Los temas que más nos gusta presentar son aquellos políticamente incisivos, en especial este fue un proceso de búsqueda y de documentarnos por todos lados”.

Parte de los resultados de este proyecto fue la respuesta del público, al percatarse de que los mexicanos saben más de la historia propia que lo que quieren creer, así como del placer que se tiene al ser mexicano: “no sólo en el tequila y el chile está nuestro orgullo, también reconocemos las luchas sociales como parte de nuestra historia, de nuestra identidad”. En varias ocasiones el público las sorprendía, al ser cuestionadas sobre más información de estos personajes o de cómo se sabían los poemas de Nezahualcóyotl.

“Nosotros no hacemos una obra por hacer, recogemos temas que nos importa tocar”, tal fue el caso de El rey se muere, con la que se pretendió trabajar el cambio de Gobierno Federal y de cómo le costaba a Felipe Calderón irse; hablar sobre un país moribundo y la debacle del mundo neoliberal: “todos nuestros proyectos tienen, directo a indirecto, la visión del mundo contemporáneo y la historia que queremos”, especialmente para hacer un contrapunto a toda la testosterona que se vive en el teatro.

Para Faesler, el teatro mexicano actual está lleno de balazos, madrazos y muchísima violencia, razón por la que como casa productora decidieron que lo mejor sería dejar de hablar de violencia con violencia, dejar de hacer denuncia con violencia y de convertir a las víctimas en obras de arte. “Como creadores tenemos la responsabilidad de ser derechos, no hacerles creer al público que somos sociales cuando no lo somos”, ya que en muchos de los casos cuando otras compañías generan proyectos a partir de comunidades, lo único que les  importa es el producto final que venda entradas pero lo que suceda en ese grupo social queda en segundo término; eso no significa ser socialmente responsable pues sólo los utilizan.

“Nosotros escogimos un contrapunto, no en competencia sino como algo que haga balance en la puesta en escena en México”, más por la excesiva marca masculina que a pesar de los años y los esfuerzos de las mujeres continúa observándose; esto a pesar de que considere que el teatro mexicano está viviendo un auge muy importante con propuestas que hace 20 años no se tenían.

Vocación por encima de la creencia

Para esta mujer amante del quehacer artístico, las artes, en todas sus maneras, son una vocación como lo es ser sacerdote: “si recibes el llamado, no de Televisa ni de dios, pero si de algo que te lleva a esto, ya no puede moverte; claramente al tener vocación real la vida se te pasa rapidísimo”.

Mientras muchos consideran que el camino de las artes es sencillo a comparación de otras actividades como medicina, abogacía o arquitectura, Faesler señala “estar en las mismas”, pues en toda precisión te implica entrega, arduo trabajo y una vocación clara; con 30 años en este medio asegura que todo es difícil pero cuando está de por medio la vocación el camino pasa con satisfacción: “en La Máquina de Teatro hemos coproducido óperas primas y hemos visto con placer a muchos jóvenes desarrollar carreras impresionantes”, de ahí su percepción sobre la vocación de la persona, en cualquier área hay que perseguirla y no engañarse, porque puede creerse que quiere ser actor pero en realidad se quiere ser otra cosa, se subraya que no es lo mismo decir que su carrera son las artes escénicas, el teatro, a decir que quiero actuar en las telenovelas: “no es la misma vocación, no hay que engañarse”.

¿Qué ha sido el teatro para Juliana?

“Totalmente mi vocación, el lugar donde yo he podido ejercer todo lo que me inquieta, por ejemplo ahorita nos hemos vuelto muy verdes y a la par de producir teatro ahora somos agentes de divulgación ecológica, en todas las obras recibimos material para reciclar y damos charlas sobre cómo hacerlo en casa; para los niños se les enseña la importancia del cuidado del medio ambiente y de los elementos como el agua.

En lo general, la escena me ha dado la oportunidad de desarrollar esas inquietudes, inclusive mis acciones políticas e interés de mostrar un país rico en historia hasta mis actitudes anarquistas, revoltosas y bulliciosas”. Entre risas, Faesler reconoce que “cursimente” el teatro es su vida porque todas las oportunidades para evolucionar como persona y como creadora escénica las ha tenido en este sector.

Su primera puesta en escena fue Rosencrantz y Guildenstern han muerto de Tom Stoppard, la montó en el teatro La Capilla en 1996, a partir de ahí comenzó con su carrera en dirección, escenografía e iluminación; aunque todo parecía simple y emocionante, en la realidad fue difícil porque para esa época el campo escénico se encontraba excesivamente dominado por el hombre.

Es por ello que para sobresalir en este campo luchó contra personas que dudaban constantemente de su conocimiento: “así es esto, sólo por ser mujer no creían que tenía la capacidad para hacer bien las cosas”, su clave fue constancia, calidad y hacer y deshacer sin dejar de sobresalir en el mapa escénico, hasta concretar una marca personal y como equipo que las posicionara entre los que estaban a favor y en contra.

Faesler junto a La Máquina de Teatro ha buscado por 20 años mostrar el papel histórico de la mujer, evidenciar los abusos que sufren y sufrieron, la marginación y explotación que por el machismo no permitió su participación en muchos sectores, sobre todo en las artes y en la cultura. Sin embargo reconoció que hoy el avance es visible, pero no suficiente: “aún hay mucho por hacer y mientras yo esté de pie continuaré con mis inquietudes presentadas en la escena mexicana”.

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