Estimado lector, con la noticia de que aunque se decía a través de los portales financieros especializados que el mercado mexicano ya había “descontado” desde hace tiempo el efecto que tendría el alza de intereses por parte de la FED el próximo día 16 de diciembre, y el efecto del precio del petróleo, empezamos la semana con la situación de que el tipo de cambio se va por arriba de los 17 pesos y de que la OPEP en su última reunión, en donde parecería que estabilizarían el precio de los hidrocarburos, fue todo lo contrario, y si la situación continúa como hasta ahora, no es de extrañarse ver precios del crudo rondando los 10 dólares por barril para el próximo año. La feliz Navidad para todos los mexicanos nos la están dando ahora anticipado.
Pero la nota que me llamó la atención en esta semana es la donación verdaderamente extraordinaria que ha hecho de su fortuna el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que decidió junto con su esposa donar el 99% de sus acciones de la compañía a una sociedad creada por ellos mismos y que hará, según sus estatutos, reformas sustanciales para elevar la vida de los seres humanos. Se suma entonces a la lista de los grandes filántropos estadounidenses como Bill Gates, Warren Buffet y muchos más que destinan mucho más de lo que les sobra para una causa noble.
Donar el 99% se oye monumental, pero los señores Zuckerberg tienen con su 1% la cantidad de 500 millones de dólares para vivir. Según mis cálculos, se puede vivir bastante bien con esa cantidad de dinero, sin preocupaciones, y siguiendo su vida profesional de manera adecuada.
Me asaltó entonces la duda ¿por qué hay tanta caridad y donación entre los empresarios estadounidenses y en los latinoamericanos (entre los cuales estamos los mexicanos) no?
Con base en esto empecé a ver causas y reflexiones y comencé por pensar que quizá era la religión de los conquistadores, o el pensamiento. Mientras que en México vino la Iglesia Católica en su brazo más conservador y reaccionario a conquistar el país, en Estados Unidos fue un país conquistado por parias de Europa que querían un mundo mejor, y sobre todo más libre.
Pero esa respuesta no me convence demasiado. Los católicos estadounidenses donan aproximadamente diez veces más que sus homólogos mexicanos, entonces, no puede ser eso.
Además de esto, me dije, quizá entonces es por las exenciones de impuestos que pueden lograr por las donaciones. Y veo que el beneficio de donaciones es mucho menor en Estados Unidos que en México, que aquí sí la merma en el pago de impuestos es mucho mayor por el efecto de donación, así que no es así.
Y luego empecé a revisar los perfiles de los empresarios, y allí di con el clavo. La realidad es que los estadounidenses hacen esas donaciones tan extraordinarias porque no tienen miedo a perder todo el dinero que tienen, porque tienen la seguridad de que podrán, otra vez, hacer millones de la nada, saben cómo hacerlo y están seguros que lo pueden hacer.
Los empresarios mexicanos millonarios, por otra parte, están cobijadas sus fortunas a los amiguismos, a los monopolios, a la corrupción, al dejar hacer de la autoridad y de los excesos que les permiten y nadie hace nada, como diría Jaime Maussan.
Un “visionario” como Emilio Azcárraga Milmo, que cobijado por el presidente Miguel Alemán crea Telesistema, una parte minúscula del espectro televisivo de aquel tiempo, y que bajo Díaz Ordaz fue premiado permitiéndole la compra indiscriminada (o apropiación en algunos casos) de otros canales de televisión hasta convertirse en el único.
Un Carlos Slim que ha hecho fortuna a base de un monopolio, y con leyes claramente ventajosas para él, y que bajo condiciones de competencia más diversa hubiera sido imposible que lo hubiera podido lograr.
Y así podemos seguir. Los empresarios actuales son más fruto de la corrupción, del favoritismo político, que del esfuerzo empresarial como los americanos. Veo con profunda preocupación una nota desplegada en el periódico El Universal sobre el hermano de Toño Martín del Campo, nuestro alcalde, y su súbita compra desde hace dos años de 19 propiedades en toda la ciudad, llamándole el hermano incómodo.
Y lo peor es que no es el único caso. Si empezamos a rascar veremos que todos los que han tenido poder político y decisión con los dineros han abusado de él y se han convertido en “empresarios”.
Esa es la diferencia, allá son filántropos, aquí, son miserables, porque saben que si pierden todo no podrán hacer otra vez la fortuna que pudieron hacer por favores hechos u otorgados por el poder en turno.
Cambiemos la mentalidad y busquemos también ser empresarios, con, por y a pesar del gobierno.




