Carlos Marx plantea que la economía neoclásica y la mayoría de las personas consideran que las crisis en el sistema capitalista son eventos temporales y extraordinarios que se corrigen con algunas medidas e intervenciones del gobierno y de los agentes económicos.
Marx considera que esta apreciación es inexacta ya que la crisis es parte misma del sistema capitalista. Que el sistema se mueve en un ciclo que se compone de distintas etapas. El modelo lo representa en forma circular y puede iniciar en cualquiera de las etapas que integran el ciclo. Se compone de la siguiente manera: caída de la economía, depresión, crisis, reactivación, crecimiento y recuperación, auge y boom.
Este es un proceso sucesivo del sistema capitalista. Depende de las estructuras de la economía de cada país, si se alargan o disminuyen las distintas etapas del ciclo económico.
La crisis económica de los países capitalistas, dice Marx, son inevitables porque ante escalas cada vez mayores de acumulación y riqueza, la crisis se convierte en un instrumento correctivo del sistema. Destruye fortunas y procesos de acumulación en sectores que hasta ese momento son los más vigorosos. El sistema, al no poder acrecentar a una mayor escala la riqueza generada, agota el proceso y se inicia nuevamente el ciclo económico donde nuevos y distintos sectores económicos vuelven a empujar la economía y se vuelve a iniciar el ciclo.
Este ejemplo, aunque descrito de manera simplista, puede ser aplicado a otro campo de conocimiento como puede ser la política y las formas de gobierno.
Así como en la economía la crisis es inevitable, la política y sus procesos son mucho más susceptible a los procesos de crisis. En la conducción del gobierno, las crisis se constituyen en una constante, y tal vez de forma más recurrente que en la economía.
Para desarrollar esta idea, quisiera referirme a dos ejemplos de dos países distintos que abordan de una forma diametralmente diferente sus procesos de crisis política. Los ejemplos son los gobiernos de España y Venezuela.
Estos dos países enfrentan una crisis política por razones idénticas. El partido gobernante perdió la mayoría lo que representa una crisis de gobernabilidad.
En el caso de España si no se logra la mayoría calificada para elegir al jefe de Gobierno se tendrá que volver a convocar nuevamente a elecciones. El escenario de gobierno dividido es novedoso porque en los últimos 30 o 40 años ha dominado el bipartidismo.
La conducción del gobierno se alternaba entre las dos fuerzas representadas por la izquierda y la derecha, PSOE y PP. En los últimos años y con el hartazgo de los españoles de los partidos tradicionales, han recurrido a votar nuevos partidos. Hoy como hace mucho no se veía en España, el escenario electoral es multipartidista.
La rivalidad que existe entre el PSOE y Partido Popular ha evitado llegar a acuerdos y están paralizadas las decisiones para elegir a Mariano Rajoy como jefe de Gobierno.
A pesar de la gravedad de la crisis todos los actores involucrados se mantienen en el marco que les permite la ley, haciendo esfuerzos por construir coaliciones y consensos que le den estabilidad política y la gobernabilidad que cualquier gobierno requiere.
Nadie está pensando en tomar medidas fuera del marco legal, antidemocrático y mucho menos autoritarias. De no llegar a acuerdos para lograr la mayoría calificada se convocará a nuevas elecciones.
El caso de Venezuela es diametralmente opuesto. Por primera vez desde 1999 el grupo de Hugo Chávez pierde la mayoría y tiene un Congreso mayoritario en contra. Pero el manejo de la crisis es totalmente distinto.
No cabe la prudencia ni del grupo gobernante ni del grupo emergente. Las formas para resolver las controversias son ásperas, pues ni unos ni otros asumen la responsabilidad de darle salida a la crisis política que tiene un fuerte componente económico.
A pesar de que existe la ley y la Constitución de nada sirve porque las dos partes está pensando cómo darle vuelta y armarle un “madruguete político” al grupo contrario. La oposición por su parte responde con la misma rispidez agregando un elemento de insolencia. En el caso español la crisis se aborda en un marco de civilidad política. En el caso venezolano es recurrir a la barbarie política, pero al final de cuentas son los ciudadanos los que van a cargar con las consecuencias de las decisiones que tomen las élites políticas de los dos países.
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