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viernes, diciembre 5, 2025

Más allá de las redes / Disenso

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Por Alejandro Zúñiga

En la vorágine de nuestra ciudadanía en modo online, los tópicos, memes, mames, chances fáciles, discusiones estériles, ocurrencia, indignación instantánea, despropósitos, violencia gratuita se suceden sin tregua. La semana pasada discutíamos sobre la falsa boda religiosa de Enrique Peña Nieto al tiempo que Legarreta fuera postulada a un Nobel de economía. Pero siempre todo puede superarse en el mundillo virtual. Otra cosa que hay que reconocer es que nuestra situación política actual da para eso y más.

Aquí la tragicomedia de la semana:

Una víctima más de la violencia en Veracruz, la periodista Anabel Flores es encontrada muerta, semidesnuda. La indignación pública, como puede entenderse, no se hace esperar, se viraliza su imagen en Facebook y otras redes sociales. La violencia en general y en particular para con los periodistas toma niveles alarmantes. Se reacciona con una sistemática criminalización contra las víctimas, tratándolas de involucrar con el crimen organizado. Más allá del perverso mecanismo, el gobierno debe garantizar que nadie, pertenezca o no a cualquier grupo, sea víctima del crimen. La incriminación (que a veces se replica en la vox populi) de las víctimas es no sólo una declaración de mal gusto, sino de un cinismo proverbial: las armas de fuego deberían ser sólo potestad del estado, porque la seguridad para todo ciudadano es su responsabilidad. Un presentador de noticias en Jalisco, Leonardo Schwebel, le grita una vez más, con dramático close-up, al gobernador Duarte que es un estúpido y un asesino.

Apenas el año pasado Jaime Rodríguez Calderón toma protesta como el primer gobernador emergido de una plataforma política “independiente”. Lo sostenían inusitados niveles de popularidad. Sus primeros actos, con anuencia y loa popular, consistieron en expulsar la silla en que se sentaba el mandatario anterior del palacio de gobierno y clausurar con un candado ¿? la casa que se rentaba su predecesor. Su agenda se complementaba en preguntar a sus seguidores en Facebook qué salsa le ponía a los tacos del puestito a donde llegó a desayunar, porque él es “raza”. Este miércoles, casi a la media noche, se suscitó una riña que devino en la mayor tragedia carcelaria en la historia del país: 49 personas resultaron muertas. Otra vez la cínica respuesta: eran “zetas”. Queda aclarar, independientemente de la filiación criminal, cómo es que reclusas contaban con martillos, fileros, pinzas y demás, la falta de vigilantes y los lujos que los internos tenían: una contundente llamada de atención para el rebasado sistema penitenciario de nuestro país.

Se vuelve tendencia por unas horas el hecho de que una bandera en el flamante avión presidencial estuviera aparentemente al revés. Los ofensivos chistes, las incisivas observaciones de que el país estaba también al revés, el apunte hacia la estulticia del presidente, no se hacen esperar. Por supuesto que a nadie le importó el apartado 2.2.2 de la Dirección General de Aeronáutica Civil, que establece las marcas de nacionalidad en las aeronaves civiles mexicanas, deje claro que la nariz del avión debe tomarse como el asta de la bandera para la colocación de su imagen. ¿Para qué molestarse en investigar si cualquier cosa puede pasar como una oportunidad para burlarnos de la autoridad que tanto nos molesta? Y es que por supuesto que hay razones para esa molestia, por ejemplo, que cuando Enrique Peña Nieto presentó el avión a los medios dijera que como podían ver ni era tan lujoso, ya que “no tiene albercas”. Mostrando sin duda una actitud burlona para quien – sea o no un gasto originado en su administración- cuestiona, con legítimo derecho, que en un momento tan difícil en la economía del país, un lujo así parece, cuando menos, innecesario.

El señor Jorge Mario Bergoglio visita México y comienza la batalla entre los que se pronuncia sobre que no es bienvenido y los que defienden que el gasto público se utilice en el acompañamiento a su visita. Hay quien arguye que él solito se pagó su viaje y el gobierno nada más le pone las condiciones de seguridad como a cualquier mandatario. Sí: es jefe del estado Vaticano, pero ¿su visita realmente es una visita de Estado? Su agenda consiste en visitar la basílica, canonizar un mártir de la guerra cristera y, al parecer, espantar al diablo que tanto provoca violencia en México. Hay quien señala también que en estos momentos aciagos una visita como ésta trae fe y algo de consuelo al pueblo. La contribución de recurso público ante esta agenda sí que parece escandalosa: no necesitamos consuelo ni fe, ni necesitamos que eso sea lo que las autoridades faciliten: necesitamos orden, que las leyes se cumplan y que cada ciudadano se sienta seguro y viva lo suficientemente tranquilo para encontrar paz donde la quiera encontrar, incluso en la visita de un representante de su credo, que no de un jefe de Estado.

Todas las lágrimas para una dolorosa imagen, todos los gritos de un periodista, todos los “raza” de un gobernador que “ilusionó” con el truculento mote de “independiente”, toda la indignación por los muertos, las banderas, las bienvenidas al papa en el metro, se quedan en mero berrinche si como ciudadanos limitamos nuestra participación al mundo del like y el share. El involucramiento empieza en la investigación, en la sistematización de la queja, en el recurso constitucional.

¿Qué pasaría si ante un robo domiciliario la víctima comparte su indignación, pero no inicia un proceso legalmente? Se pensará que la visita al ministerio público no sirve de nada, es posible así sea si lo pensamos a corto plazo. Sin embargo, nunca un gobierno iniciará una investigación por un post. Tener incluso la cifra de demandas, peticiones, solicitudes que han sido ignoradas o que no han dado resultados positivos permite un panorama mucho más contundente para instancias incluso internacionales. Demandar revocación de mandato, votar con consciencia, exigir cuentas públicas, ése es nuestro deber como ciudadanos. La ciudad se construye desde esa actividad. Las redes sociales no son lo que verdaderamente habitamos. La verdadera vida pública, ser ciudadanos, está más allá de las redes.

/alexvazquezzuniga

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