Durante el intermedio del concierto que ofreció la Orquesta Sinfónica del Estado de México (Osem) en el Teatro Aguascalientes el viernes 6 de mayo, me encontré con un buen amigo, creo que él es de Toluca, o al menos su familia lo es, y me pidió mi opinión respecto al Concierto para Violín No. 3 de Mozart que acababa de ejecutar la Osem con la maestra Heolosie Geghegan al instrumento solista, y le dije que muy bien, que era una gran violinista y que su calidad era evidente en cada compás que ejecutó, y me dice: “pues qué bueno que estamos aquí, porque para que vuelva a venir un músico así a Aguascalientes…”, y dejó la frase en suspenso, como haciendo obvia la poca probabilidad de que eso suceda.
La verdad ya no tuve tiempo de corregirlo de su error, lo cierto es que rara vez lo veo en el Teatro en los conciertos de temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, entiendo entonces que no esté muy enterado de qué tipo de músicos han tocado en Aguascalientes. No es la intención de este espacio hacer un recuento de cuántos y qué tan buenos músicos han tocado en ese escenario, pero para no dejar el asunto inconcluso, me limito a citar unos cuantos, con la OSA han tocado solistas del tamaño de la española Leticia Moreno, con el célebre Concierto para Violín de Shostakovich, la semana pasada, de hecho, ella misma lo tocó con la OFUNAM, Carlos Prieto, el mejor chelista mexicano, sin duda, y con un incuestionable prestigio internacional, Philippe Quint, que en tiempos del maestro Barrios, de hecho en su primera temporada como director titular de la OSA, presentó una impresionante temporada de los Stradivarius, el maestro Quint interpretó nada menos que el Concierto para Violín No. 2 de Paganini, ese que conocemos con el nombre de “la Campanella”, y créeme, el maestro Quint no es cualquier cosa. El violinista Jorge Rissi, el guitarrista Alfonso Moreno, de hecho, originario de Aguascalientes. Nos han visitado directores como el maestro Luis Herrera de la Fuente (q.e.p.d.), Carlos Mighel Prfieto, Fernando Lozano, Francisco Savín, Enrique Bátiz, Sergio Cárdenas, en fin, lo mejor de la dirección orquestal en México ha estado en Aguascalientes. Aclarado lo anterior, y espero que mi amigo lo esté leyendo, cosa que la verdad dudo, pasemos a los pormenores del concierto que ofreció la OSEM en el estado.
Para quien esto escribe, la OSEM no es sólo una de las mejores orquestas de México, quizás la segunda después de la Sinfónica de Xalapa, la decana de todas las orquestas, sino que junto con esta es, sin duda, una de las mejores orquestas de América Latina, lo digo con toda certeza y sin temor al error, finalmente, no es más que la opinión de un servidor.
Quizás por eso me cuesta tanto trabajo entender, y viendo dirigir al maestro Bátiz, con esa sapiencia musical que le es característica y ese nivel de exigencia que lo define, no entiendo cómo es que la Osem, al igual que la OSA, tuvieron que prestarse a la payasada esa de tocar con los Ángeles Azules, bueno, lo entiendo desde el punto de vista burocrático, finalmente son empleados y como tales, pues simplemente tienen que obedecer órdenes y ya, pero para tu servidor, eso es indigno para entidades musicales como estas que suelen tratar muy bien a su majestad la música, no sé si los brillantes cerebros del Patronato de la Feria de San Marcos hayan estado en la capital mexiquense o no sé qué fue exactamente lo que pasó, en fin.
El maestro Bátiz salió al escenario y la orquesta, como lo marca el protocolo; se puso de pie para recibirlo acompañados por los aplausos del público, lo que me llamó la atención fue cómo algunos músicos de la Sinfónica de Aguascalientes que estaban ahí para disfrutar del concierto, se pusieron de pie al momento en que el maestro Bátiz se presentó en el escenario, un reconocimiento sin duda al talento de uno de los más grandes directores de orquesta mexicanos.
El concierto inició, según lo programado, con la Sinfonía Clásica, Op. 52 de Sergei Prokofiev, continuó con el ya mencionado Concierto para Violín No. 3 K 216 en Sol mayor de Wolfgang Amadeus Mozart, con la participación de la maestra Heloise Geghegan. Una ejecución impresionante, resolviendo las cadencias con una convicción que no podemos dejar de apreciar y con una técnica irreprochable, lo disfrutamos intensamente aun con los lloriqueos de un niño en lo más íntimo de la cadenza del segundo movimiento.
Después del intermedio disfrutamos de tres piezas orquestales de Maurice Ravel, uno de los más grandes orquestadores en la historia de la música, el primera instancia la Rapsodia para Violín y Orquesta “Tzigane” con la participación del violinista Francesco Toro, una gran ejecución aun con los pasos inseguros que fueron evidentes en el discurso del violín al inicio de la obra, muy pronto recompuso el camino y nos ofreció un trabajo de muy alto nivel de calidad.
Después escuchamos la Suite Dafnis y Cloe, en donde encontramos esa elegancia en el trabajo de orquestación propio de Ravel y que la Osem, guiada perfectamente por su gurú y fundador, resolvió con puntualidad. Y para terminar el concierto, el célebre y multicitado Bolero de este mismo compositor francés. Una ejecución casi mágica de este soberbio ejercicio de orquestación, una obra que hemos escuchado cualquier cantidad de veces y que no deja de sorprendernos en cada nueva audición, y más cuando está tocada con esos buenos modales que mostró la Osem y claro, con la batuta del maestro Bátiz.
Ya se presentía desde el principio que sería una noche llena de magia, desde que el maestro Bátiz levantó su batuta hizo surgir la música.




