Con más de 60 minutos de antelación, el parque Romo Chávez tiene ya una considerable fila de personas en su entrada principal, pero la emoción no logra transmitirse; el ambiente es pasivo, a la espera; se platica, se ve pasar a la gente, el andar de los comerciantes de paletas, de semillas; se ve el lado humano de los policías municipales, ríen, se toman fotos en grupo; el caballo negro de la policía montada no resiste y orina en la jardinera mientras el caballo blanco lo mira.

A unos cuantos metros, en frente, el estadio Victoria; en las taquillas se ve poco movimiento; la tienda oficial de Necaxa, a la espera de un visitante, mientras que en la de Rieleros hacen fila para entrar.
Un par de niños ensayan lanzamientos mientras sus padres hacen fila al fondo del cuadro; marcan bolas y strikes, son sus propios jueces y verdugos sin discrepar.
En la fila de Rieleros predomina la gente mayor; algunos niños, pero pocos jóvenes; Necaxa por su parte, deja ver ya en taquillas las filas de aficionados, la mayoría jóvenes en contra parte, muchos con la playera rojiblanca. El despistado que porta la de Chivas; los que piden cooperación para ajustar su boleto, los que piden boleto completo.
Sigue sumándose gente a uno y otro lado; a las 18:40 se abren las puertas del Romo Chávez. Con previa inspección, la gente empieza a entrar; la afición de Necaxa hace lo propio. Empiezan las acciones de una tarde deportiva.




