Desde su fundación en 1973, la Universidad Autónoma de Aguascalientes ha marcado un antes y un después en la historia de nuestro estado. La transformación del Instituto Autónomo de Ciencia y Tecnología en Universidad significó un salto cualitativo en el desarrollo de Aguascalientes. Significó, para muchos, un primer paso hacia la modernidad, una inmersión de la sociedad a una nueva era de conocimiento y transformación.
Desde entonces y a la fecha, la Máxima Casa de Estudios de Aguascalientes ha dado a luz a decenas de miles de profesionistas que han marcado el curso de la historia de la entidad; mujeres y hombres libres que han sido parte fundamental en el crecimiento de nuestra ciudad en el ejercicio de sus diversas profesiones.
Aguascalientes no sería de ninguna manera el mismo sin su Universidad. Los universitarios no existiríamos en la sociedad de Aguascalientes.
La universidad pública es un pilar fundamental en la construcción del tejido social. Es un instrumento indispensable para cerrar las brechas de la desigualdad. Es, por escandaloso que se lea, el único ente público al que la sociedad se siente satisfecha de contribuir con sus impuestos.
Hoy, una generación más de profesionistas recibirá su título profesional de la Universidad y, en el acto, rendirán protesta como egresados de la Máxima Casa de Estudios.
Obtener un título de grado sin lugar a dudas es un logro, pero supone al mismo tiempo una gran responsabilidad. Quienes formamos parte de la comunidad universitaria debemos entender que es la sociedad quien contribuye a que cursemos una carrera en la mejor universidad del estado.
Grave error y profundo egoísmo sería pensar, como egresado de la institución, que el mérito es todo propio. Sin duda existen muchos universitarios a los que concluir la universidad les significó un esfuerzo económico mayúsculo, existen otros a los que por fortuna el paso por la universidad nos les resultó mayor sacrificio (y dentro de estos algunos que con particular cinismo se atrevieron a vivir de un sistema de becas que no necesitaban y aun así atacaban a la institución); no obstante, fue la sociedad de Aguascalientes quien en gran parte permitió que hoy haya un título universitario en nuestras manos, es por ello que el universitario tiene la obligación de retribuirle algo a la sociedad.
¿Qué significa esto? Significa que el universitario debe ostentar su título con dignidad, debe conducirse con ética y principios, debe poner sus conocimientos y habilidades al servicio de la sociedad; debe, como cita el lema universitario, proyectar su luz en la comunidad que contribuyó para que lograra una meta que muy pocos en nuestro país alcanzan.
Significa que al egresar de la Institución, los universitarios nos volvemos acreedores de la misma. No sólo me refiero a aquellos que, sin vergüenza alguna, han alcanzado a obtener su título universitario aun debiéndole dinero a la universidad (y que hoy gracias a ese título tienen suficiente como para pagarle); me refiero a que nos convertimos en la cara de la Institución ante la sociedad y que la imagen y el actuar de los miembros permea en una institución. No podemos permitir que se diga que los egresados de la Universidad Autónoma de Aguascalientes son incompetentes, corruptos, faltos de principios o carentes de ética. Esa responsabilidad nos llevamos y debemos de cumplirla.
Hoy los universitarios decimos gracias. Gracias a nuestra Alma Mater. Gracias a la sociedad que pagó parte de nuestra educación. Asumimos el compromiso de que cada peso de sus impuestos invertidos en nuestra formación habrá valido la pena.
El prestigio de una universidad recae en sus egresados. Y eso, para quienes egresamos de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la mejor universidad de nuestro estado, es un Honor.




