“Aguascalientes, tercer lugar con más mujeres víctimas de la violencia”. Órale, qué mala onda, qué coraje. Si después de hacer estas exclamaciones siguen con el interés por el tema leerán la nota. Un montón de números y porcentajes. Gráficas y colores. Sí, aquí dice que de los 46.5 millones de mujeres de 15 años en el país, el 66.1%, o sea, 30.7 millones de ellas, ha padecido al menos un incidente de cualquier tipo de violencia. Son muchas mujeres, ¿no? Más de la mitad…
Creo que ni mi madre ni mi hermana la leyeron. Creo que tampoco mi padre o mis hijos. De haberlo hecho, ¿qué les diría esto?, ¿les impactaría la información?, ¿harían algo a partir de ella?
Mi casa. Mi espacio. Mi gente. Por ellos daría la vida. Mi lugar seguro. De ahí provengo. Mis primeras palabras nacieron de esas entrañas pintadas de blanco, siempre olorosas a deliciosa comida. La creación de mi mundo, mi Big Bang. Ahí aprendí a amar. Ahí es donde ansío regresar todas las noches después de un pesado día.
La Encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 2016 que acaba de publicar el Inegi dice que no todas las mujeres conciben el hogar así, que un porcentaje devastador mantiene una relación muy diferente con los que integran su hogar.
Dice que la relación donde ocurre con mayor frecuencia la violencia contra las mujeres es en la pareja, llámese esposo, compañero o novio. En algún momento de la relación, ellas han sido agredidas con algún tipo de violencia: emocional, económica, física, patrimonial y sexual. No quiero hablar de números por el momento. Pongámosle rostro al dato. ¿Cuántas mujeres de su entorno conocen que sea humilladas por su esposo o por el novio, cuántas dependen por completo del humor y del salario de otro para alimentar a los hijos, cuántas son las que han recibido golpes? ¿Saben que existen hombres que no dejan que las mujeres estudien u obtengan su credencial de elector? ¿Y qué hay de aquella que el esposo la obliga a tener sexo?
En la casa de Mariana el chantaje y la intimidación se volvieron rutina. Ya no hay extrañeza por esto. No se maquilla o sale a la calle vestida de tal forma no porque no quiera, sino porque Raúl no la deja. Ella experimenta un tipo de violencia, pero cree que los celos son normales, vienen del hombre que escogió, con el que caminó hacia el altar, con el que va a pasar sus idílicos últimos días en la Tierra y con quien ha conformado un hogar. El amor se demuestra así, con el dominio del otro, cree. Ahora, ¿quién va a ir con Mariana a entregarle un montón de hojas con números y gráficas, y a explicarle que pertenece a cierta estadística? A decirle que vive la violencia de tal forma que debe considerar seguir con ese hombre que la jaloneó con brusquedad del suéter por todo Villasunción hasta el estacionamiento porque la perdió de vista cuando ella llevaba a la niña al baño.
La estadística describe con números a las personas o a las cosas. Recopila y nos da información para que saquemos conclusiones que nos ayuden a entender un fenómeno. En teoría, ayudan al gobierno a crear políticas públicas que, al menos en este caso, abonarían a la prevención. El problema es que los números no están relacionados con las víctimas. Que en ellos no vemos el sufrimiento de las mujeres violadas o maltratadas ni las condenas a los victimarios. Analizar los datos en años o meses y compararlos nos ayuda de forma definitiva a hacer una necesaria radiografía de lo presentado. Estos números son indispensables para aprender, para aproximarnos a una realidad que, aunque nunca será total, sí nos da una muestra de lo que hacemos en nuestro mundo. Aquí lo malo es que no son tomados en cuenta. Que ni siquiera nosotros, los de a pie, entendemos la violencia que hay detrás de ellos. ¿Qué significa que 27 de cada 100 mujeres han experimentado algún acto violento, principalmente de tipo sexual y que los principales agresores son los parientes, la familia? ¿Lo imaginan? El tío que se embriaga en las comidas de los domingos o los primos que crecieron pensando que a la prima se le arrima. Qué loco, ¿no? Increíble…o como el abuelo que le metía los dedos en la vagina a Eloísa cuando era una niña… Pero ¿a quién le importa eso cuando tiene a su marido sentado a la mesa, enojado porque no está lista la comida? ¿A quién le importa conocer este dato cuando necesita mantener la unidad en el hogar? Nadie puede juzgar a estas mujeres por vivir su contexto.
Esta encuesta también habla de los espacios públicos: la calle, el parque y el transporte donde mujeres fueron víctima de actos de violencia por parte de desconocidos, como la vez que un tipo en bicicleta le apretó un seno a mi tía Mela y ella para defenderse tuvo que usar un ladrillo, ¿les ha pasado algo así?; habla de las que han sido discriminadas y violentadas en el trabajo, principalmente por acoso sexual, por ser mujeres o por embarazo, como hace unos días que la diputada Elsa Amabel Landín solicitó que se retirara el Punto de Acuerdo en el Congreso con el cual pretendía exhortar a la alcaldesa María Teresa Jiménez Esquivel a que destituyera a la titular del Instituto Municipal de la Mujer, Zayra Rosales Tirado, por supuestas omisiones en asuntos de acoso laboral, que algo tendrá que ver, supongo, con que Zayra (de nombrarla tanto me parece ya tan íntima, Zayra) promueva la resolución de conflictos con la mediación, dense la mano, sean amigos, por lo que tanto los acosadores como las víctimas continúan trabajando en el mismo sitio.
También señala que la violencia más frecuente es la sexual, ya sea por intimidación, acoso, abuso o violación. Como la de Imelda, que hasta la fecha sigue creyendo que la violación que sufrió a manos de su tío fue su culpa. O la violencia en la escuela por parte de compañeros, compañeras, maestros y demás durante la vida de las mujeres como estudiantes. Ya todos hemos escuchado el último caso de la UAA y hoy el de un profesor del Centro de Estudios de Bachillerato 8/5 Ezequiel A. Chávez acusado de cometer acoso sexual, agresiones físicas y violencia verbal en contra de sus alumnos.
Con esa información, ¿en serio siguen creyendo inútil la tipificación del feminicidio como delito autónomo? Qué bueno que siga en análisis el dictamen por orden del señor gobernador Martín Orozco, que también debería decirle a su gente que se dé una vuelta por estos números y los analicen, ellos que sí saben del tema y ya que andan encarrerados, porque cuando suelten el dictamen esperamos, sí, nosotras, que el trabajo que se supone están realizando en este tiempo de análisis nos haga justicia.
La encuesta mide la violencia familiar o de pareja a lo largo de la vida de las mujeres y también nuestro nivel de instrucción, qué tan estudiadas somos. La mayoría de estas mujeres violentadas tienen estudios de secundaria, lo que deja mucho que desear cuando pienso en las oportunidades que no han tenido y la urgente necesidad de profesionalizar a nuestras mujeres en todos los ámbitos. La educación como una herramienta contra la violencia. Educación, no talleres paliativos y estereotipados como los que ofrece el IMMA y el IAM de corte y confección, bisutería y belleza.
El texto tiene un apartado desolador: Del total de mujeres que han experimentado violencia física y/o sexual por otro agresor distinto a la pareja, el 88.4% no solicitó apoyo a alguna institución ni presentó queja o denuncia ante alguna autoridad. El 88.4% es algo así como 9 de cada 10 mujeres. De estas, el 49.3% consideró que se trató de algo sin importancia que no le afectó. A penas una de mis mujeres cercanas me contó que un imbécil seudoescritor le agarró una nalga en la cena del Premio de Poesía Aguascalientes. Ella no dijo nada porque le pareció cosa de borrachos. Me retuerzo de rabia e impotencia. Ella. Ella y otras mujeres que conozco forman parte de esta estadística y no lo saben. Han normalizado la violencia de tal forma que no les importa. Tal vez hasta a mí me pasa. Otras mujeres no denuncian por miedo a las consecuencias o a las amenazas, a la vergüenza, a no saber cómo ni dónde denunciar, a creer que iban a señalarlas culpables. Como yo, que cuando Abel me envió fotos de su miembro me bastó con enojarme mucho para luego entrar en una dinámica de miedo a las consecuencias de mi denuncia, a querer proteger a su esposa antes que señalarlo como un asqueroso macho agresor.
El problema con los números es no situarlos con nuestra realidad. No pensamos en las circunstancias de estas mujeres ni en sus familias. No pensamos siquiera en la nuestra. ¿Ocurre algo de esto entre los míos? ¿Qué hago para frenar la violencia?
El análisis final de estos datos le funciona al gobierno. Funciona para dar soluciones básicas sin perspectiva que no resuelven el fondo del problema. Sirven para manipular mediáticamente a la audiencia como cuando se suman al Día contra las violencias machistas y los índices de cada año proyectan un aumento en la violencia. Le sirve a los gobiernos para obtener recursos de fondos federales y estatales que fomentan las campañas, que acercan las donaciones, que llenan la boca de los funcionarios de un lenguaje inclusivo y servil cuando el ejercicio que hicieron de interpretación de estos números es tan artificial como su conciencia de género, que no corresponde a las estadísticas ni a la realidad. Aquí caben el IMMA y el IAM de nuevo, que a 8 meses del arranque de esta administración, aún no salen de la sombra donde se esconden para ver a los institutos trabajar.
Darle a leer las estadísticas a Mariana no sirve en ese momento, en la cotidianidad, pero son esas mismas estadísticas las que visibilizan que hay otras muchas mujeres en su misma condición y que el Estado tiene la obligación de responder por ellas con prevención antes que punición. Con educación antes que señalamientos, con inclusión en todas las esferas, con la eliminación de los estigmas.
Mi casa. Mi espacio. Mi gente. Por ellos daría la vida. ¿También tú? ¿Cómo están conformados nuestros hogares y cómo hemos dejado de ver la violencia que se vive ahí dentro? En nuestro lugar seguro. A mis hijos, a mis hombres cercanos, a mi padre ¿qué les dirán estos números?, ¿les pondrán rostro? ¿harán algo a partir de ellos?, ¿los pensamos capaces de violentar mujeres?, ¿entre nosotras, hermanas, hijas, nos cuidamos? Las estadísticas no mienten. Pongámosle rostro al dato.
Referencia:
http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/enchogares/especiales/endireh/2016/
@negramagallanes




