Para los aguascalentenses, hablar de deuda pública y empréstitos absurdos es ya parte de la cotidianidad. Miles, de millones de pesos, vemos pasar frente a nuestros ojos en anuncios espectaculares de obras fantasmagóricas e inútiles, así como de pleitos estériles de estira y afloja para negociar chambitas y otros privilegios. A final de cuentas, la opinión ciudadana y el costo financiero valen lo mismo que un cacahuate. Los pingües negocios, que los Gobiernos hacen, van respaldados por una máxima de la medición de costo y beneficio de México, pues, como el ex presidente Luis Echeverría dijo, “Ni nos beneficia, ni nos perjudica, sino todo lo contrario”.
En el 2010, la Administración Estatal entrante se dijo impactada y aterrada por la condición de la deuda pública en ese entonces, pues veía como catastrófico el reto de poder hacerle frente a una deuda que, increíblemente, creció 564.2% solamente del 2007 al 2009, aunque el sustito les pasó muy pronto, pues hábilmente capitalizaron ese pánico para convertirlo en ambición.
A estas alturas, el destino de los últimos endeudamientos es incierto. El Instituto de Transparencia sólo da a conocer la aplicación de 1,007 millones de pesos, pero no han podido explicar en dónde quedaron 492.2 millones de pesos, situación que resulta incomprensible cuando el Congreso del Estado autorizó dichas cuentas públicas; sin embargo, pese a la persecución política que ha emprendido mediáticamente la actual administración contra la pasada, terminan siempre en las mismas condiciones. Tapados los unos a los otros.
A los que entraban en diciembre del 2010 se les hacía inexplicable el gasto de más de 800 millones en terrenos y 2 millones 400 mil pesos en gastos notariales. Alardearon su indignación y calificaron de absurdas y ofensivas para la sociedad tales erogaciones. El Alzheimer los atacó en ese instante, pues olvidaron mañosamente a Coahuila y sus problemas de endeudamiento.
La falta de conciencia y habilidad para la rapiña se hicieron presentes, nuevamente, en el actuar de quienes llevan la batuta burocrática del estado. Esta semana fue presentada, en el Congreso local, la solicitud de endeudamiento de hasta mil 55 millones de pesos, esto bajo el pretexto de atender los compromisos que requiere el establecimiento de la automotriz Nissan II y sus proveedoras. Mientras sea para el desarrollo del estado y el vanagloriado resurgimiento profético del progreso no habría problema, sin embargo, se les olvida que a la micro, pequeña y mediana empresa se las está llevando la fregada, pues este año podrán desaparecer cerca de 500 empresas de este tipo, sin contar que el comercio informal crece a un ritmo del 30% y que las demás empresas grandes de Aguascalientes soportan una carga fiscal millonaria y la grotesca persecución burocrática por infinidad de dependencias municipales, estatales y federales. Los privilegios de impulso empresarial han sido monopolizados y con cargo al erario, pero, claro, han servido para que los mesías del progreso se paren el cuello.
Lamentablemente, nuestro Honorable Congreso es un teatro guiñol carísimo enquistado en las arcas públicas, por lo que, seguramente, tendremos la responsabilidad de pagar con nuestros impuestos, durante los próximos 20 años, un nuevo financiamiento con Banobras, así como con la banca comercial.
Desde antes de la hábil reestructuración de la deuda, tenemos el riesgo latente de que las calificadoras reconsideren la perspectiva estable en que hoy tienen a nuestro estado, pues ante la banca somos poco confiables para volvernos a endeudar, pues ya está en garantía para pagar el ahorro gubernamental y las participaciones federales. Un quebranto en la calificación de la deuda implicaría que se elevaran las tasas de interés en el total de los créditos vigentes actualmente, con el consecuente impacto en las finanzas estatales, ya que se elevaría el servicio de la deuda y se reducirían los recursos disponibles para otros fines. Simple y llanamente, no habría dinero para programas sociales, de salud, seguridad pública y obras, realmente importantes, de infraestructura.
Después de que las calificadoras económicas internacionales calificaran como positivo, para las finanzas del estado, el que en agosto del 2011 se haya refinanciado la deuda por 2,153 millones de pesos, a los flamantes funcionarios que rigen nuestros destinos locales les brillaron los ojitos y decidieron aplicarnos esta nueva deudita.
Ante la desastrosa situación económica del país, la falta de flexibilidad de nuestras finanzas, la nula transparencia en el manejo de los recursos públicos, la indefinición de programas, el excesivo y absurdo gasto corriente que arrastramos, la falta de apoyo a empresas locales y la insensibilidad para ejercer el presupuesto, de manera justa y mesurada, resulta irresponsable y mezquino solicitar una deuda de tales dimensiones. Aunque más miserable y usurera resultará la aprobación negociada y sometida desde el Congreso, en donde tienen la obligación moral y ética de frenar los abusos que se pretenden dar desde el templo faraónico del Ejecutivo.
La ciudadanía ya no soportará una carga de deudas tan aberrante; el respiro de las finanzas ya no es necesario, es urgente y, más allá de rescates económicos con endeudamientos, se requiere moderación, sobriedad y austeridad. Aguascalientes tiene dinero, recursos suficientes… para mal de los ciudadanos, la voracidad y la codicia siguen siendo más grandes en la conciencia de los dueños del sistema político. Recuérdenlo al tener, el 1º de julio, la boleta en sus manos.
