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viernes, diciembre 5, 2025

¡Obligar a vivir!… Como si fuera un crimen morir: ¡tonterías del Estado!/ Cinefilia con derecho

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¡Ven por mí! ¡Anda, cabroncito del color canela, anda, vámonos al diablo!

Luis González de Alba (frase de su última columna previo a su suicidio)

Del dictamen que se aprobó en comisiones en el Congreso del Estado, además de que veda el derecho de decidir de las mujeres y pone en riesgo derechos reproductivos ya ganados, hay otra cuestión que me preocupa: la idea de “muerte natural” como fin de la existencia humana. Por su puesto que tengo claro que en principio la muerte llega sin avisar, sin embargo, hay márgenes de actuación para, en un momento determinado, decidir cuándo y cómo quiero morir. Es el caso en primer lugar de las enfermedades terminales dolorosas, donde no aplicar la eutanasia, lo único que provoca es prolongar inútilmente la vida en este valle de lágrimas, este caso para mí es bastante claro que debería estar ya regulado en nuestro derecho, incluso creo que una eventual controversia judicial fallaría a favor. Pero también debemos plantearnos y discutir si, una persona cansada de vivir y en pleno ejercicio de sus capacidades mentales, puede poner punto final a esta existencia.

Ejemplos de la lucha por la eutanasia como un legítimo derecho a la muerte digna, hay muchos, cinematográficamente está el de Ramón Sampedro el tetrapléjico que litigó en tribunales y al perder, decidió suicidarse grabando en vídeo para dejarlo a la posteridad, fue llevado a la pantalla grande por Javier Bardem y el excelente cineasta español Alejandro Amenábar, Mar adentro (2004) película que cosechó numerosos premios como el Óscar a mejor película extranjera. En México, en el año 2016 fuimos testigos de una eminente y razonada decisión de terminar con la vida del intelectual Luis González de Alba, quien justamente el 2 de octubre, fecha emblemática para él y para el país, se dio un tiro después de publicar una columna de despedida en Milenio. Ambos casos tienen una marcada similitud: dos personas que deciden en libertad dejar esta existencia, pero ante la cerrazón del Estado a garantizar una muerte digna en condiciones de tranquilidad, tienen que recurrir al suicidio, a la clandestinidad.  

¿Cómo debería suceder una muerte asistida? Como una fiesta, una reunión donde, a la manera de la última cena de Sócrates, pudiéramos despedirnos y morir tranquilamente. Este es el leitmotiv de una divertida comedia negra alemana-israelí: La fiesta de despedida (2014). Un grupo de ancianos en Jerusalén comienza a discutir y a idear planes para lograr la eutanasia de uno de sus compañeros que se encuentra postrado y sufriendo una terrible enfermedad terminal. Seremos parte de todas las complicaciones no solo de esta macabra y jovial aventura, sino de la llamada tercera edad: desde las limitaciones motrices, la relación con los familiares, abandono, enfermedades, y sí, el vivir-morir. La frase de la esposa cuando decide ayudar a su marido a finalizar su amargura, puede resumir perfectamente lo absurdo del espíritu del dictamen del Congreso de Aguascalientes: “Voy a dar una dosis de caballo y acabar de una vez… ¡obligarle a vivir!… como si fuera un crimen morir: ¡tonterías del Estado!”. Una cinta ingeniosa, construida de forma brillante, para reir y llorar, puede verse en https://bit.ly/1tuy9L7.

Hoy en día, el suicidio es una pandea de nuestra comunidad ciertamente, pero contrario a lo que muchos podrían creer que con la eutanasia se fomentaría, lo cierto es que es una forma de disminuirlo, pues permite acercar a quien quiere morir a un equipo especialista que valora, que ayuda y que permitirá, saber si se pasa por una crisis que puede ser remediada o en verdad es su deseo, en uso de su razón y libertad, finalizar sus días en este mundo. Sé que, como éste, habrá otros argumentos en pro y en contra, de ahí la urgencia de que el poder legislativo, previo a someter al pleno, escuche a toda la sociedad en el seno de lo que debería ser el lugar por excelencia para la discusión. En lo personal seguiré con una postura liberal que me permita, si hay margen de decisión, morir en mi hogar, con el menor sufrimiento posible y con mis seres queridos.

 

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