Una de las vivencias más significativas que han forjado mi carácter es el amor y el cuidado que he recibido de mis seres queridos. Recuerdo con especial emoción a mis abuelas, por parte de mi padre a Doña San Juana y por mi madre a Doña Josefa. Para ir a la escuela, cada día caminábamos, mi hermana, mi Madre y yo frente a la casa de Doña San Juana, quien salía a la puerta para darnos su bendición, con devoción, ternura y preocupación, acompañada de varios “cuídense, pórtense bien, cuídense mucho”. Doña Josefa no se quedaba atrás, nos recibía seguido en su casa, desde que llegábamos sentíamos el cariño, la entrega y las ganas de hacer cosas que nos gustaban, cuando nos despedíamos, nos daba la bendición, le pedía a Dios que “nos cuidara ante todo mal”, e insistía que “nos cuidáramos mucho, que obedeciéramos a Mamá”.
Es probable que la mayoría de las personas hemos tenido experiencias como esta, que tal vez, en aquellos momentos, no le dimos el significado y la importancia, porque éramos pequeños, pero gracias a esos cuidados, nos formaron aprendiendo que cuidarnos era lo mejor en la vida.
En estos momentos de crisis, de falta de información precisa, de incertidumbre e incluso de miedo, donde solo el 40% de la población se puede quedar en casa, la ética del cuidado es un referente para la toma de decisiones, por ello, como lo expresé en mi anterior participación, (El peor virus que podemos tener) reflexionaré sobre su esencia y posibles aplicaciones que nos ayuden a actuar para bajar, desde nuestra individualidad, la curva de contagio, porque considero que la solución, además de derechos, exigencias o técnicas médicas, es una cuestión de comportamientos y conductas éticas de las personas que vivimos en sociedad.
Conforme a la Real Academia Española “cuidar” es: “Poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo; asistir, guardar, conservar, discurrir, pensar; mirar por la propia salud, darse buena vida; vivir con advertencia respecto a algo”. Viene del latín “cura”, actitud de desvelo, solicitud, atención, diligencia en relación con alguien o con algo, actitud de preocupación, inquietud por el ser al que se está ligado por lazos de parentesco, proximidad, afecto, amor, supone precaución y prevención para evitar que le ocurra algo malo a ese alguien o algo.
Es probable que algunos de ustedes piensen que “algo tan obvio y cotidiano no necesita explicación o reflexión alguna”, el problema es que, la realidad nos muestra que el 60% de la población, no puede quedarse en casa por diversas circunstancias, es decir, no se está cuidando, aun cuando parezca tan obvio.
La ética del cuidado ha motivado la reflexión de filósofos, médicos y psicólogos porque no es fácil cuidar a una persona o varias, ¿por qué tenemos que cuidarnos los seres humanos? ¿dónde nace la responsabilidad del cuidado?
Algunos autores consideran que la ética del cuidado es una ética de la solidaridad que requiere de afecto, ayuda, compasión, compañía y cuidado de los individuos; otros, que es el reconocimiento y respeto que tenemos a la dignidad de toda persona; incluso, hay quienes piensan que la mujer es quien por tradición natural es la que tiene la responsabilidad de cuidar, desde sus familiares o terceras personas como el caso de las enfermeras; lo cierto es que desde que nacemos necesitamos los cuidados de una persona para sobrevivir, normalmente son las madres quienes por su propia naturaleza cuidan a sus hijos, somos tan vulnerables que sin esos cuidados no podríamos vivir, al menos los hasta la edad adulta.
Derivado de diversas investigaciones, se concluyó que las niñas y los niños tienen patrones diferentes para su desarrollo moral, con base en ello, se pensó en “la ética del cuidado o de la responsabilidad”, en contraste con el modelo masculino de la “ética de los derechos o de la justicia”; la ética del cuidado, se desarrolla en el ámbito privado y quien la aplica es la mujer, es decir, señoras como Doña San Juana y Doña Josefa, que sin tener conocimientos de esta teoría, nos cuidaban porque sentían esa responsabilidad, ya que su preocupación estaba ligada al parentesco, al afecto, al amor que nos tenían, de tal manera que harían hasta lo imposible para evitar que nos ocurriera algo malo o doloroso, a tal grado que, no se perdonarían que pudiendo hacer algo para evitarlo, no lo hicieran.
Se ha sostenido que, las mujeres entienden y sienten los problemas morales como un problema de relaciones, donde la responsabilidad y el cuidado son lo que determina su calidad moral, mientras que los hombres tendemos a darle más importancia a los derechos y a las normas.
Por su parte la Dra. Adela Cortina nos dice que “La esencia de los seres humanos consiste en la capacidad de cuidar, todos somos hijos del infinito cuidado que nuestras madres tuvieron al engendrarnos y al acogernos en este mundo”, pero el cuidado no es cosa nada más de mujeres, “es cosa de varones y mujeres que lleva aparejada la responsabilidad por los vulnerables, porque no basta el lenguaje de los derechos, las denuncias y las impugnaciones”. Si bien es cierto que son las mujeres a quienes se les ha atribuido la responsabilidad de cuidar, como en el caso de las enfermeras, hoy no podemos sostener que nada más ellas tengan la obligación de cuidar, somos todos, hombres y mujeres los que estamos obligados moralmente a cuidar a los que lo necesiten.
Esta crisis nos muestra que es bueno recuperara las lecciones de Doña San Juana y Doña Josefa ante lo vulnerables y débiles que somos, y que, aun cuando estemos aislados materialmente, la ética del cuidado nos invita a valorar y sentir que resguardarse en casa, es una forma de vincularnos, de unirnos en la responsabilidad que tenemos todos de cuidarnos para sobrevivir.
La ética del cuidado nos sugiere un cambio de actitud ante la crisis, porque estamos ante un nuevo paradigma de relaciones basado en el cuidado de uno mismo ante la incertidumbre de lo que viene. Si aplicamos esta ética, los cambios en nuestras vidas generados por la pandemia, tendrán un sentido moral, porque, creo que debemos reaprender que voluntariamente:
- Podemos recordar que somos vulnerables y débiles.
- Que necesitamos ser cuidados para sobrevivir.
- Que estamos hechos para cuidar a los cercanos, incluso a los lejanos.
- Podemos ayudar al restablecimiento de la normalidad lo más pronto posible.
- Puedo salvar mi vida y la de los demás evitando el contagio.
- Que se necesita poder y querer para lograr el cuidado de todos.
En tal virtud, invito a la ciudadanía a ser cuidadores morales, a compartir la responsabilidad de cuidarnos, a quedarnos en casa para salvar nuestra vida y la de los demás, así, ayudamos a restablecer la normalidad, lo más rápido posible.
“QUÉDATE EN CASA”
