Hace apenas unas horas, dejó de existir físicamente nuestro gran escritor para pasar a la galería de ilustres inmortales. Resultaría extenuante y reducido el espacio para mencionar el inmenso curriculum de Carlos Fuentes. Pero, un acceso a la Wikipedia puede dar un breve recordatorio de la gran obra del maestro.
Su amor a la literatura, y a México, es indiscutible; en sus obras más representativas lo podemos constatar, como en sus novelas La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente, Aura, Gringo Viejo, La cabeza de la hidra, sus ensayos Tiempo Mexicano, Nuevo Tiempo Mexicano, entre otras obras.
La obra de Fuentes le permitió ser merecedor de una gran cantidad de premios y ser un eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura.
Siempre fue un referente de la literatura hispanoamericana, del nivel de los otros grandes como Borges, Paz, García Márquez, Sábato, Cortázar, Vargas Llosa, Carpentier, Asturias.
Sus posiciones políticas, de corte independiente, siempre fueron bien recibidas por la gente de perfil progresista, defensor de la democracia y crítico inmisericorde del sistema político mexicano.
Algo nos dice que prefirió retirarse antes de ver el regreso inminente del viejo sistema político, del que creíamos que ya nos habíamos librado.
A continuación, me gustaría hacer énfasis en la función de los intelectuales dentro de la sociedad moderna. Es un tema que, poco a poco, ha adquirido un mayor grado de precisión. En términos generales, se acepta que sus funciones principales son dos “la de técnicos y la de ideólogos” (Bobbio). Esta función la desempeñan, desde su adscripción orgánica, a un determinado partido político.
Los “técnicos” se encargarán de llevar a cabo las directrices partidarias y los “ídeólogos” de concebir la estrategia que regirá la actuación del partido o del Estado dentro de un universo más amplio, entendido éste como la estructura de relaciones políticas que se articulan en la sociedad.
En Latinoamérica, son pocos los partidos, o los Estados, que registran claramente estas dos figuras en el seno de su estructura. En los casos que así ocurre, un amplio sector de los intelectuales permanece fuera de las organizaciones partidarias, mientras que un sector no menos apreciable se ubica en terrenos intelectuales que no están, por antonomasia, directamente relacionados con la política: nos referimos a los artistas.
Frecuentemente, se asume que, por su conciencia social y por su condición de ser pensante, el artista deberá mantener una necesaria posición política con respecto a la sociedad en donde crea sus productos simbólicos. Sin embargo, los artistas no han fungido como “técnicos” o “ideólogos”, así, delimitados con tal claridad; pero, en algunos casos, que son canónicos, sí se han desempeñado como “ideólogos” y su actividad ha tenido claras repercusiones en la cultura, en la política y en la sociedad.
En México, dos artistas representaron arquetípicamente esta configuración: Octavio Paz y Carlos Fuentes; y ambos tuvieron una arraigada actividad en el ámbito de la política y de la política cultural. Ambos artistas reconocieron que su función, dentro de la sociedad mexicana, no es precisamente la de “ideólogos”; pero, en muchas ocasiones, el contenido de sus producciones intelectuales los llevó a cumplir, de hecho, con tal función.
Estas anotaciones, sobre la contribución de los intelectuales en el quehacer político, fueron tomadas de un interesantísimo artículo del
ITAM, del año 1996, Escritura vs. Realidad. Notas sobre la función intelectual de los escritores como ideólogos.
También, me gustaría hacer mención de la contribución de Fuentes en apoyo a jóvenes escritores que se han destacado y que ahora figuran con luz propia, como es el caso de Jorge Volpi que, a pesar de su juventud, ya lo podemos considerar un gran escritor, que para los que nos gustan las novelas En busca de Klingsor es todo un deleite.
La obra del maestro es muy basta, por lo tanto es de esperar cierta irregularidad. Las obras más recientes no son tan trascendentes como las primeras, con las cuales hubiera sido suficiente para considerarlo uno de los más grandes.
Una de las que considero como una de sus obras maestras es La región más transparente, primera gran novela urbana del México posrevolucionario. Se ha aceptado como uno de los libros más propositivos, renovadores del lenguaje y la concepción literaria de la narrativa contemporánea. Su primera edición fue en 1958. Fuentes recrea la vida de la Ciudad de México, pasando por todos los estratos sociales y las formas de pensar, hablar y disentir. Con esta novela, contribuye con otros grandes escritores latinoamericanos en el mentado boom.
Otro gran libro, que es un ensayo histórico de gran belleza, es el Espejo enterrado, en el cual narra la historia de los puebloshispanohablantes, pasando por la España morisca hasta la América prehispánica; el descubrimiento de América, la conquista, la integración iberoamericana y la exaltación de la universalidad hispánica.
Un adiós a nuestro gran mexicano universal, descanse en paz. (1928-2012).
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