Ahora que la posibilidad de un colapso financiero coloca a la mayoría de los municipios del país al borde de la parálisis de acciones de gobierno, obras y servicios públicos por falta de liquidez (debido, entre otras causas, a la reducción de las participaciones federales, disminución de los beneficios petroleros, baja recaudación tributaria y en algunos casos a la conducción irresponsable de las finanzas), llama la atención la convocatoria que hiciera el presidente municipal de Zacatecas, de extracción panista, en el marco de la reunión nacional de autoridades locales en la que exhorta a “salir a las calles a manifestarse” coincidentemente utilizando el mismo tono amenazante, más que desesperado y pretendiendo encontrar culpables el presidente municipal de Aguascalientes, de extracción priista, exigía, hace unos meses durante una reunión de alcaldes con la Comisión de Gobierno del Congreso del Estado, solución a la problemática financiera de los municipios so pena de realizar marchas, mítines y plantones.
Podríamos enunciar, entre tantas y tantas variables que puedan explicarnos la fase crítica por la que atraviesan los municipios, las falacias del sistema federal que pretenden hacernos creer que el centralismo forma parte del pasado, el fracaso de la autonomía que sigue sin dotar a municipios de mayor capacidad financiera que pueda eliminar la dependencia económica que padecen respecto de los estados y la federación, las deficientes reformas constitucionales para fortalecer a los municipios que no han sido capaces de cristalizar los principios democráticos de un gobierno republicano y por añadidura podríamos citar el estancamiento y decrecimiento económico o los nocivos efectos de las crisis recurrentes propias del neoliberalismo y hasta citar, como lo hizo Andrés Manuel López Obrador, la posibilidad de que la quiebra de los gobiernos se debe a compra de votos en el pasado proceso electoral pero este ejercicio no frenaría los despidos en masa o los recortes salariales de servidores públicos municipales, ni disminuiría en lo absoluto la cada vez mas latente amenaza de ver semiparalizados los servicios públicos que por ley deben otorgar los municipios a la población.
Lo que no sólo podemos, sino debemos hacer es reorientar el gasto público. No es racional y menos en tiempos de pérdida de empleos, de salarios e ingresos insuficientes de la mayoría de los trabajadores, de disminución de remesas, producción y exportaciones; empeñarnos en mantener los vicios y privilegios de un presupuesto que no responde a las necesidades de la población; una adecuación presupuestal que no contemple un verdadero plan de austeridad sería insuficiente y no aprender la lección; no prever un cambio de fondo en la asignación presupuestal que tiene en puerta la próxima legislatura del Congreso de la Unión sería catastrófico.
Dijo Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México “hay casos en que duele tener la razón”, se expreso así cuando las evidencias comenzaban a mostrar una realidad que su equipo económico avizoró desde el año 2006, al año siguiente realizó exhortos y recomendaciones tendentes a disminuir los efectos de la fragilidad económica de los Estados Unidos de América pero no sólo fue ignorado sino calificado de pesimista, el año pasado siguió insistiendo no sólo en un plan de austeridad sino en la reactivación de la economía, la generación de empleos y autosuficiencia alimentaria a más de reducir el costo de la burocracia pero el gobierno espurio de Calderón no sólo hizo caso omiso de tales recomendaciones sino que de manera irresponsable ignoró el contexto internacional, no tomó las precauciones debidas en materia económica y acusó de catastrofistas a quienes no coincidían con su postura.
Aprobar un rescate financiero para los municipios como se hiciera con la banca o las carreteras, bursatilizar los recursos del fondo de estabilización de los ingresos de las entidades federativas (FEIEF), como lo solicitaron los alcaldes en su reunión nacional o que el Congreso de la Unión y las legislaturas de los estados realicen una adecuación presupuestal priorizando la reorientación del gasto y un plan de austeridad a la brevedad o presenciaremos la perredización de los alcaldes que están resueltos a tomar las calles hasta no ver solucionado el problema en que los envolvió su falta de previsión y oficio político.




