Con la construcción del Muro de Berlín su capital fue dividida. La división física de la ciudad se consumó en agosto de 1961 con la construcción de un muro comunista de separación, generado por el hecho de que el régimen político de la República Federal Alemana no podía frenar de otra manera la creciente corriente de fugitivos que querían desplazarse al otro lado de Berlín. Esta situación originó la creación de fronteras en un mismo país instaurando sistemas sociales que separaron no sólo a los ciudadanos alemanes en su territorio, sino también sus creencias, sus afectos y sus formas de vida; bajo este contexto surgieron dos países. En el oeste (República Federal de Alemania) y en el este (República Democrática Alemana), dos sistemas de gobierno, ordenamientos económicos, ejércitos y compromisos de alianzas diferentes. Los ciudadanos de ambos Estados disponían de pasaportes distintos, aunque según la concepción jurídica occidental, todos tenían la misma nacionalidad alemana. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética (ahora Rusia) se pusieron de acuerdo para ocupar el país e instaurar un régimen pacífico y de libertades para los alemanes. Sin embargo, se asomó demasiado pronto que las grandes potencias vencedoras entraran en conflicto por el desacuerdo sobre una política de ocupación común. En síntesis, detrás de todo este proceso estaba la rivalidad ideológica de dos sistemas sociales opuestos y la política expansionista del gobierno soviético de entonces.
Se dice que el ansiado deseo de libertad significó para muchos, algo
más grande que la altura del muro. Se estima que 75 mil personas fueron
arrestadas por intentar escapar, 200 resultaron heridas de bala y cerca
de 250 fueron asesinadas. Sumado a ello, miles de ciudadanos fueron a
parar a los tribunales de Berlín Oriental por ayudar a otros en su
huída. Más de 40 mil personas lograron su objetivo. Las mil y un formas
de escapar del régimen berlinés inspiraron a cineastas de todos los
credos a realizar películas que dan testimonio del ingenio humano por
lograr su libertad. Quién no recuerda el filme “El niño y el Muro” de
Ismael Rodríguez (1964) que cuenta la historia de un niño de cinco años
que vive en Berlín Occidental y un día, mientras jugaba con una pelota,
accidentalmente, la tira al sector oriente de la ciudad. Entonces, el
pequeño opta por hacer un hoyo en el muro y negocia con una niña para
rescatar el juguete, con quien entabla una auténtica amistad. Al ser
descubierto por la policía, la vía de acceso es cancelada, pero el niño
promete a la pequeña regresar. El Muro de Berlín dividió así el corazón
de miles de familias que vieron amargamente cómo una mole de hormigón
los separaba de sus seres queridos.
Durante la existencia del Muro, que fue de casi cuarenta años,
muchas personas intentaron cruzar las fronteras por estar en desacuerdo
con el régimen que les había sido impuesto.
Alemania es la primera potencia europea y la que más contribuye a
las arcas de la UE, la última cifra oficial de desempleados es de 3,5
millones y no deja de aumentar. Según informe oficiales de 2001,
Alemania no ha logrado distribuir su riqueza y las desigualdades
sociales han aumentado de manera notable en los últimos 20 años. La
brecha entre ricos y pobres se ha incrementado al tiempo que se
evidencia la diferencia de rentas entre el este y el oeste. Los germano
occidentales se quejan también de la subida de impuestos propiciada por
la reunificación y los berlineses del Este se han tenido que
acostumbrar al creciente desempleo, un problema que no tenían con los
comunistas.
La realidad, es que con la caída del Muro de Berlín, éste se
convirtió en un souvenir puesto a la venta en la economía de mercado y
las heridas siguen abiertas. Para muchos el Muro no fue una solución
porque después de su derrumbe se han levantado otros muros invisibles,
más terribles, más despiadados, más peligrosos.




