Cuando el secretario de Hacienda anunció el jueves pasado que México ya estaba en recesión, a nadie sorprendió la noticia. En economía se entiende por recesión a una caída de la actividad económica de un país, durante un periodo de al menos dos trimestres consecutivos. Era de esperarse esta situación desde que, en septiembre del año pasado se dijo que el impacto de la crisis financiera global nos afectaría severamente. El último trimestre de 2008 el valor del indicador agregado de producción, el PIB, tuvo un decremento al cual se añadió otro decremento el primer trimestre de este año. Esta anunciada recesión, sin embargo, no es atribuible totalmente a la crisis global. Es el resultado de acumular a ésta un manejo sumamente irresponsable de la economía mexicana desde hace varios años con graves consecuencias político-sociales.
Se encuentra disponible en el Banco de Información Económica del INEGI, una serie de datos del PIB desagregado por sector de actividad económica del año 2003 a 2008. Con un estricto análisis numérico de ese período, se evidencia que varios sectores de la economía, ya desde antes se encontraban en recesión. El decremento continuo en estas actividades se ha reflejado en desempleo y progresivo debilitamiento de la economía mexicana. Esto impedirá una pronta recuperación de la caída sufrida hasta ahora y la que viene, ya que la virtual paralización económica del país durante la emergencia sanitaria agrava esta situación. Los datos que se reflejarán en los indicadores del segundo trimestre proyectarán una caída anual más pronunciada que la sufrida en 1995. Lo que difícilmente reconocerán quienes desde el gobierno manejan la economía del país es que, debido al modelo concentrador de la riqueza adoptado, no se cuenta con la capacidad de recuperación que se tuvo entonces. Aquellas actividades que podrían generar empleo y proveer la base para una recuperación económica, ya no tienen la fuerza necesaria.
En los grandes agregados de números y con análisis parcial de los datos se ocultan verdades que la gran mayoría de los habitantes del país perciben en su vida cotidiana. A los tradicionalmente desfavorecidos se añade clase media en desaparición, profesionistas sin posibilidad de ejercer, empresarios nacionalistas agraviados con la violencia estructural impuesta por un gobierno que privilegia a unos pocos. En las cifras de 2003 a 2008 se evidencia la necedad de sostener un modelo económico atrapado por una red intrincada de privilegios, que opera a base de favores y concesiones, como lo denunciara Denisse Dresser en enero pasado en el Foro ¿Qué hacer para crecer?.
La variación en la importancia relativa que los distintos sectores de actividad tienen dentro del PIB, permite una lectura clara sobre cuáles actividades se fortalecieron y cuáles se debilitaron durante esos seis años. Varios sectores tradicionalmente generadores de empleo y derrama en el resto de la economía, cedieron paso a actividades que restan poder adquisitivo a la población en general. Han aumentado su participación en el valor del PIB sectores más intensivos en uso de capital, sectores que pagan regalías al extranjero, pero en especial sectores que absorben de la economía más riqueza de la que crean, como es el sector bancario-financiero. El cuadro siguiente, con los 10 principales perdedores y 10 ganadores, permite visualizar el sesgo económico sufrido en seis años. Se muestra un debilitamiento económico que nada tiene que ver con la actual crisis financiera mundial:
Las condiciones están dadas para que el gobierno justifique el ejercicio de la línea de crédito que el FMI otorgó a México hace apenas un mes. En caso de ejercer esta opción, se comprometerá la capacidad de recuperación de la economía por costo de la deuda.
Ante ello se requerirá que la sociedad civil recupere el poder cedido al modelo prevaleciente con acciones novedosas indispensables: consumo preferente de lo local, trueque, comercio justo y producción para el autoconsumo. n
josguite@hotmail.com




