Circula en estos días por internet un mensaje que se está reenviando profusamente con el asunto “Cómo salir de la Crisis”. La persona que me lo envía, al igual que quien se lo envió, lo considera de interés y reenvía el texto a sus contactos. Así se alimenta la muy eficaz red moderna de información social, difundiendo ideas y conceptos a veces ciertos, a veces falsos, a veces verdaderos y a veces erróneos. El texto es el siguiente:
“En agosto, en una pequeña ciudad de costa … , en plena temporada; cae una lluvia torrencial desde hace varios días, la ciudad parece desierta.
Todos tienen deudas y viven a base de créditos. Por fortuna, llega un ruso millonario y entra en un pequeño hotel con encanto. Pide una habitación. Pone un billete de 100 Euros en la mesa del recepcionista y se va a ver las habitaciones.
El jefe del hotel toma el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero.
Este coge el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.
A su turno éste se da prisa a pagar lo que le debe al proveedor de alimento para animales.
El del alimento coge el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con la prostituta a la que hace tiempo que no paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.
La prostituta coge el billete y sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado.
En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, coge el billete y se va de la ciudad.
Nadie ha ganado nada, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza!
MORALEJA: SI EL DINERO CIRCULA SE ACABA LA CRISIS”
¡Claro! Tiene que haber alguien que meta dinero a la economía para comenzar a acabar con la crisis dice esta lógica simplista. Pero en realidad es que tiene que haber algo o alguien que detone la confianza.
La tentación de emitir dinero es mucha. El problema es que, con el sistema monetario preponderante, el sistema bancario es el que emite dinero vía deuda de los particulares. Así no sólo no saldremos del hoyo, sino que terminaremos entregando todos nuestros bienes a la banca a cambio de nada. Este es precisamente el espejismo que nos llevó a la crisis actual. Lo que sucede en este cuento es que llega un extranjero a introducir la confianza. Pone el medio de cambio, éste circula cancelando todas las deudas entre distintas personas y finalmente se va. Sin costo para esa pequeña ciudad de la costa.
Si el dinero se hubiese puesto en circulación a través del sistema bancario, el hotelero habría firmado un pagaré al banco, el dinero circularía pagando las deudas y, al regresar al hotelero, éste lo pagaría al banco. Pero hay un detalle: el banco le exigirá el pago de los intereses. Y eso es precisamente lo que no hay en la realidad de esa economía. Pero sugeriría al deudor a renegociar el adeudo y firmar otro pagaré, con el adeudo pendiente, los cargos de renegociación y los intereses vencidos. Que a su vez, volverán a generar nuevos intereses.
Si a esa pequeña ciudad llegara alguien ofreciendo créditos baratos como parte de un plan para salir de la crisis, antes de establecer una comunicación entre sí y tentados por el beneficio propio inmediato, el hotelero, el carnicero y demás personajes del cuento se apuntarían ni tardos ni perezosos a pedir prestado. Al cabo de un año, habrán podido pagar sus deudas entre sí, pero al intentar devolver el préstamo al banco, a todos les faltará esa parte que se llama “intereses”.
El crédito social, el reconocimiento mutuo y la confianza sostuvieron durante mucho tiempo las economías tradicionales. Nuestra sociedad, nuestra civilización moderna enfermó por falta de confianza. El sistema monetario-bancario y su proceso de apropiación es sólo un aspecto de esa enfermedad. La depredación del medio ambiente es otro.
El cáncer de nuestro mundo actual es la dominación de nuestro falso ego, el no vernos como parte de un todo común y armónico segregándonos de nuestro verdadero ser. Esta separación lleva a la competencia. La competencia, al miedo y a la avaricia. La avaricia al engaño e inmoralidad. Y la inmoralidad es la que se enseñorea por el mundo: guerra, delincuencia y en general, actos de odio y destrucción. El sentimiento de extravío, soledad y falta de confianza es, paradójicamente, colectivo. La confianza es a la vez, ese bien íntimo, privado y público que nace de la nada… o del corazón.




