Que siempre sí. Esta es la peor crisis financiera en 30 años. Ahora sí todo el peso del aparato estatal ha encendido todas las luces de alerta disponibles para buscar afanosamente una solución al desequilibrio presupuestal. Se presupuestaron gastos públicos que suponían un ingreso al erario que, a 8 meses del ejercicio fiscal, resulta patéticamente claro que no llegarán.
En visitas de emergencia nacional a gobernadores, el titular de la SHCP busca salvar la situación fiscal, no a la economía nacional. Evalúa la posibilidad de crear nuevos impuestos para cubrir el faltante. Primero se suspenden obras, se cancelan proyectos y se reducen recursos a programas. Total, que sufran todos los municipios del país, al fin que la SHCP negocia con los gobernadores directamente. ¿Y la casta dorada, apá? Sí, esa que sigue cobrando sueldos del erario federal y se despacha con la cuchara grande con las transferencias a los estados. Como el ya famoso comercial: esa, no se toca. Es más, primero se recorta todo lo demás, pero, como el mal administrador, antes deja perder los recursos del patrón que reducirse sus propias percepciones asumiendo la responsabilidad de sus yerros.
¿Quién tiene que pagar por el desbalance presupuestario? Veamos lo que dice la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal: a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) corresponde atender 25 asuntos, entre los cuales el primero es: “Proyectar y coordinar la planeación nacional del desarrollo y elaborar, con la participación de los grupos sociales interesados, el Plan Nacional correspondiente”. Más adelante aparece con el numeral XIV el siguiente: “Proyectar y calcular los egresos del Gobierno Federal y de la administración pública paraestatal, haciéndolos compatibles con la disponibilidad de recursos y en atención a las necesidades y políticas del desarrollo nacional.”
Sólo en esos asuntos en los que la SHCP es responsable y por ende el encargado de despacho según dicta su Reglamento Interior, hay claramente errores de proyección, cálculo, planeación ya que es ahora evidente que los gastos presupuestados no fueron compatibles con la disponibilidad de recursos. ¿Dicen que no era posible prever la situación? Baste con hojear periódicos nacionales e internacionales del último trimestre de 2008 para constatar que era público y notorio que se preveía una importante desaceleración económica para 2009. Sólo el titular de Hacienda se negó a creerlo, veía en la evidente enfermedad económica sólo “un catarrito”.
La SHCP es la cabeza del sector económico del gabinete presidencial. Con sus acciones conduce la actividad económica a través de sus atribuciones directas respecto a la política monetaria y crediticia y a la política fiscal. De manera indirecta determina también la política comercial y laboral. Se puede decir que es la responsable de que la economía nacional crezca o decrezca, camine bien o camine mal. Las condicionantes internacionales son eventos que deben ser tomados en cuenta para modular la política económica, pero no pueden ser justificantes de malos resultados ya que para eso estamos pagando caros especialistas en planeación, cálculo y proyección.
Si por las acciones de la SHCP la actividad económica decrece, caen los ingresos de las personas, es decir, de los causantes fiscales. En esas condiciones, como está sucediendo ahora, no circula el dinero. Si la banca sigue cobrando altas comisiones e intereses (apenas con la reciente enmienda podrá mitigarse en algo el abuso), se empieza a detener el flujo: Se acumulan adeudos a proveedores e incluso al fisco. ¿Con qué autoridad moral (no la legal, claro, esa sólo actúa en un solo sentido), cobra hacienda multas y recargos si es la propia SHCP la causante de todo? Si el dinero escasea para el pago por bienes y servicios reales, ¿de dónde se espera que pueda provenir el recurso monetario para cubrir cargos virtuales como intereses, multas y recargos?
Los yerros de los gobernantes, los encargados de despacho, tienen un costo, ¿por qué hemos de aceptar, como mandantes de esos servidores públicos, se cubra el costo reduciendo el gasto público productivo y de redistribución de la riqueza sin bajar sus intereses y prebendas burocráticas?
Si esto no es aceptable, menos lo es la estulticia, la ignorancia manifiesta al no tener respuestas nuevas, creativas ante una situación de emergencia como la actual. En Alemania de los años 30 el empresario Silvio Gesell instauró un eficaz sistema de moneda municipal para cubrir los faltantes de recursos de una economía nacional en crisis. A poca distancia en tiempo y espacio, el alcalde de Wörgl, Austria, Michael Unterguggenberger implementó otra exitosa experiencia de moneda local. En años más recientes abundan experiencias en Brasil, Argentina, pero también, Canadá, EEUU y Francia entre otros, que con moneda municipal se fortalece la economía local. En México las redes de economía solidaria cuentan con experiencias que podrían tomarse en cuenta. ¿Es demasiado pedir que un sofisticado equipo burocrático piense y tenga algo de creatividad?
