Winston Churchill dijo alguna vez que la democracia era la peor forma de gobierno, exceptuando a todas las demás. Parafraseándolo, yo diría que Elba Esther Gordillo es la peor líder sindical (de entre los que tienen poder), exceptuando a todos los demás.
No quiero imaginar el vendaval de críticas que recibiré por iniciar mi entrega de esa manera, pero estoy dispuesto a debatirlo. A pesar del corporativismo que sí define al SNTE, de su implicación en actividades políticas por encima del interés formativo y de los privilegios que han logrado, no se compara con lo que sindicatos como el del IMSS, Pemex o el de los electricistas han estructurado. La diferencia central es que a “la Gordillo” le importa la manera en que será recordada, y al resto de los líderes charros en éste país, eso los tiene sin cuidado.
Como lo ha denunciado Macario Schettino, Pemex destina el 76 por ciento de sus gastos de operación a sus trabajadores, que siendo el triple de los que tiene la compañía petrolera de Venezuela, producen precisamente una tercera parte de lo que aquellos. El Gobierno Federal subsidia el Sindicato Mexicano de Electricistas con 2 mil millones de dólares al año, por hacer un trabajo con el 50 por ciento de eficiencia que quienes laboran en la CFE. Por su parte, los trabajadores del IMSS gozan de una jubilación mucho más temprana que la de la inmensa mayoría de los mexicanos, y que además, es 10 veces mayor en promedio.
Habiendo dicho eso, y sin declarar precisamente una admiración por la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, paso de lleno a la justificación de mi aseveración central: Elba Esther está trabajando para matizar su juicio en la historia.
Esta semana, con la invitación de Óscar Ponce, titular del Instituto de Educación de Aguascalientes, asistí al Centro de Desarrollo Educativo ubicado en Ojocaliente, que es uno de los 20 de su tipo que se tienen programado construir a través de la mezcla de recursos.
Me interesó la visita, porque cuando el ingeniero Ponce me describió el modelo, no pude sino encontrar paralelismos con el modelo de gestión en los distritos escolares que exitosamente aplicó George W. Bush en los Estados Unidos (sí, leyó usted bien, también en la administración Bush hubo cosas decentes). La idea básica de los centros es la descentralización de tareas y la creación de comunidades de docentes que sean autogestivas y que deban condensar por sí mismas sus métodos didácticos. Una cuestión fenomenal para aquellos que creemos en la democracia deliberativa y en el funcionamiento de comunidades epistémicas.
Obviamente, uno no puede plantear un análisis desde una visión acrítica. Si combinamos el modelo de los centros de desarrollo educativo, con el modus operandi del SNTE, seguramente los malpensados podrán deducir que con estas estructuras se regionalizará la operación política del Gordillismo, ligada al Partido Nueva Alianza y a los partidos que se dejen.
Pero, al igual que en el caso de la prueba de evaluación educativa Enlace, y de la Alianza por la Calidad Educativa, creo que las voces que son sistemáticamente opositoras son más retrógradas que las de quienes avalan los proyectos.
Lo que importa, a pesar de los defectos que puedan tener los instrumentos que están configurando una nueva política educativa, es que va en el camino correcto y que ha demostrado ser funcional en el resto del mundo. Y por otra parte, sus efectos en el largo plazo.
Cuando avance la concientización de grupos de padres de familia, alumnos y docentes por las evaluaciones, por la formación pedagógica, por el diseño de los cursos, y a ello se sume la inserción de la educación básica en la era digital, se estará constituyendo un fenómeno que será imposible de revertir: una revolución educativa.
Nadie podrá parar las críticas de profesores inconformes por quienes son remunerados de forma excesiva sin merecerlo, ni las exigencias por mayor calidad de los padres de familia, ni la capacidad de informarse en internet de los niños. Y ése, es el legado que le importa a Elba Esther construir, para que haga contrapeso a su historia de cacicazgo y corrupción al frente del gremio educativo.
La versión puede sonar optimista, pero no creo que esté del todo alejada de la realidad. Quienes conocen a “la Maestra”, así lo pueden constatar.




