Hay días que uno amanece un poco desanimado, quizá por que ahora se televisa la guerra e inclusive se anuncia como evento del día; claro, siempre y cuando uno acostumbre a ver la t.v. como un acto reflejo, permitiendo lo que yo llamaría ‘contaminación intelectual’, pero eso no es la principal causa de esta reflexión. Hay una verdad que creo existe en estos momentos: la idea generalizada de que las cosas tienen que darse aquí y ahora como cada quien los desea. ¿De dónde proviene esa forma de pensar?, ¿acaso de una corriente general de pensamiento expresada en los comentarios diarios que escuchamos, ya sea en el trabajo, el transporte o los medios de comunicación? Por un momento pensemos en nuestro entorno actual. Abundan las malas noticias, la negrura del ambiente como smog invisible que obnubila la razón; a esto habrá que sumar wel consumismo terrible en donde todo es comerciable, comprable; la gente, las emociones, la educación, la salud, y hasta el amor o la amistad, en especial en este mes. La sociedad ha quedado presa en la enajenación, ese proceso mediante el cual un individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que “debía” esperarse de su condición. Esta situación inevitablemente lo lleva a un estado de ánimo en que el individuo se siente ajeno a su trabajo o a su vida auténtica y así la alienación llega a comprenderse bajo acepciones actuales, que incluye también la antigua denotación latina de delirio, ese término que comprende todos los trastornos intelectuales, tanto los temporales, accidentales o permanentes.
La crisis lleva a la locura, por eso esta civilización fracasada que se sustenta en la avaricia y en la especulación y en el sometimiento de los más humildes; ha llegado a la globalización y las guerras televisadas, simples reflejos del derrumbe de sueños y viejas utopías, hasta parece que vamos más bien hacia la distopía. Hay inclusive un autoritarismo intelectual que aparentemente busca el vacío de pensamiento, la alienación, la única democratización posible, la de la ignorancia. La humanidad busca lo rápido, lo fácil, hoy lo único que importa es vender, a costa de lo que sea, como si los libros fueran hamburguesas y esto en la literatura implica crear lo fácil, lo poco exigente, un trasvase de la cultura del pensamiento hacia la cultura del entretenimiento, para vaciar el pensamiento y dejar de aspirar a superarse en el intelecto y así estar predispuesto para aceptar cualquier manipulación.
Ahora que la Humanidad se hunde, ¿qué han de escribir los escritores?, ¿es real que han perdido la capacidad de ejercer la crítica ante los males de este mundo?, ¿acaso por miedo se han de callar? El escritor existe en un tiempo, lo circundan realidades, miedo, matanza, miseria, enajenación. Teme a que su palabra sea perseguida, necesita hacer grandes equilibrios con su literatura para reflejar la realidad y no ponerse en el punto de mira de los que dictan silencio. El escritor existe en un tiempo, lo circundan irrealidades, valor, renacimientos, abundancia, cordura. Su reto es cómo decir las cosas de un modo sutil y fácil para que la inmensa mayoría de la gente comprenda. Decir con pasión sin asustar, con furia sin derrumbar, describir las sutiles fronteras de los eternos contrarios, la imperceptible línea divisoria entre el cariño y la manipulación, el cinismo y la honestidad, la bondad contra la permisividad, la lealtad contra la dignidad. Decir lo que sucede y lo que no, perseguido por su imperiosa necedad de decir lo que ve, cómo lo ve y cómo podría ser. Decir con convicción que habrá en la vida trozos amargos, otros dulces e inclusive algunos de sabores indefinibles e indescriptibles, pero siendo sinceros al aceptar que a todos nos toca probadas diferentes y que, de no ser así, el aburrimiento de un mismo sabor haría a nuestro paladar un indiferente. Hay una frase popular que explica que en la variedad está el gusto, es posible que a esto se refiera. En fin que escribir ha de ser como un conjuro, un adacadabra que conduce irremisiblemente a otros secretos, a otras voces, a otras literaturas. Julio Cortazar lo expresó muy bien en su cuento El perseguidor que textualmente dice: “En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo.”
Y entonces empezamos a caer en la cuenta que el escritor con palabras desbandadas, ingenuas y enlazadas, debe lograr hacer un tipo de literatura que sirva de alivio para los sufrimientos actuales, un camino a seguir y una luz que induzca a pensar para reconocer el mejor camino por donde pisar.
