He leído con preocupación los artículos de mi compañero editorialista Rodolfo Popoca, en torno a los problemas que enfrenta uno de nuestros grandes tesoros culturales en Aguascalientes, la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes (OSA) pues me parece que como todo patrimonio, en especial este que es intangible, tenemos que cuidarlo de forma meticulosa, celosa, extremista. Por cierto, Popoca además de un gran conocedor musical, en su tiempo fue mi profesor de inglés en el famosísimo Instituto Mendel donde hice la gloriosísima preparatoria.
Cuando leí en torno a estas complicaciones, caí en la cuenta que hacía bastantes meses, tal vez un par de años, que no había ido a la OSA, antes trataba de ir al menos a un concierto por temporada, en especial a esos que podríamos llamar taquilleros (tributos, con mariachi o de piezas “clásicas”) pues a pesar de que no soy un gran conocedor, disfruto de la música enmarcada en un precioso teatro, de hecho prefiero siempre hasta arriba, gayola, porque se aprecia mejor el movimiento físico de la orquesta, ese ente vivo que se mueve al compás del director y que desde lo visual es también sumamente bello.
La primera vez que la escuché, nos llevó Adelina Alcalá, la famosísima maestra de español en la secundaria de la UAA, fuimos a escuchar un clásico pero que para nosotros era desconocido: las Cuatro Estaciones de Vivaldi (con el tiempo supe que su verdadero nombre es Il cimento dell’armonia e dell’inventione). Fiel a su método cariñoso de enseñanza, nos explicó previamente y con gran parsimonia, qué era una orquesta, cómo funcionaba y en especial nos advirtió que no se podía aplaudir entre movimiento y movimiento, sino hasta el final de la obra. Sobra decir que quedé maravillado con esa orquesta que estaba recién nacida, yo acudí en 1993 o 94, la OSA había sido creada un año antes.
Comencé a interesarme y conocí al gran Gordon Campbell quien hizo a nuestra orquesta, además tenía una férrea disciplina, recuerdo que se enojaba cuando la gente aplaudía (los incultos) entre cada uno de los movimientos de la pieza en cuestión. Organizó un bellísimo concierto en la Catedral de Aguascalientes donde tocaron alguna de Beethoven (la novena sinfonía si mal no recuerdo) y en alguna de las temporadas el póster fue una ingeniosa lata de sopa Campbell con la foto del director orquestal; en aquellas épocas, se difundía la cultura mediante pósteres, tanto el de la catedral como el de la sopa, son preciosos y los tengo enmarcados. Al parecer este es una de los puntos débiles de hoy en día, no hay la difusión necesaria, por eso la sala luce relativamente vacía.
He preguntado y varias personas dicen que todos los problemas acusados por Popoca son de una u otra forma reales, principalmente de carácter administrativo; estoy seguro que la actual directiva del ICA pondrá manos a la obra en resolver el problema, porque me parece que han hecho un enorme esfuerzo para consolidar la cultura y están dando un buen papel como para que, algunos errores, vengan a manchar esta gestión. Todavía la semana pasada acudí a varios excelentes eventos organizados en torno al Festival de las Calaveras, como el homenaje a Beirut que disfruté tanto.
Espero que se pongan manos a la obra: que la gobernadora repare en la necesidad de más recursos para la OSA, en especial para consolidar su sala de conciertos; que el ICA ajuste los errores administrativos, que busque mayor difusión para volver a ver salas llenas; que todos vayamos más e impulsemos a otros a acudir, pues el público somos una parte fundamental de la música. La OSA, como ya lo dije, es uno de nuestros patrimonios culturales intangibles de mayor envergadura, exige que se tomen cartas en el asunto para avituallar este gran tesoro cultural.
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