- Con apenas 16 años se presentó en Zaragoza, España en junio de 1929
- Se le recuerda particularmente cuando en 1935 paralizó en Las Ventas por su toreo
Hoy se llega al límite de 81 años de cuando Manuel Mejías Bienvenida ascendió al papiro de matador de toros; fue un 30 de junio de 1929 cuando en el coso de Zaragoza, España; llegó con apenas 16 años y Antonio Márquez le cedió la lidia y muerte del primer toro de la tarde, quemado éste con la ganadera efigie de Antonio Flores y anunciado en el cartón como “Mahometano”. Para honrar su título, Bienvenida le corta el rabo.
Manolo fue el primer hijo del gran Manuel Mejías Rapela, el “Papa Negro del Toreo”; vio la luz primera en Dos Hermanas, Sevilla el 23 de noviembre de 1912 e inició su eterno y sublime desmayo el 31 de agosto de 1938.
Madrid le vio ratificar su investidura profesional el 12 de noviembre de ese mismo año de su doctorado; ahora tomó el padrinazgo Marcial Lalanda en mano a mano, quien le pasó avíos para que despachara a “Huerfanito”, toro pastado en los potreros de Alipio Pérez Tabernero.
Según la historia y las plumas que le vieron actuar, Manolo era un coletudo largo, es decir, de recursos técnicos abundantes lo que le permitía ser variado en los tres tercios de la lidia de los toros. Matando se le veía seco pero efectivo. Todo tenía para llegar a un peldaño mejor del que ocupó brillantemente, por ello fue uno de los más notados de su dinastía. A su muerte ostentaba la batuta de mando de la fiesta, sin embargo. De entre sus triunfos que deben recordarse siempre están incluidas cuatro Puertas Grandes en Las Ventas de Madrid (Un par de ocasiones en 1935 y dos más al año siguiente), coso del que fue parte inaugural.
Nada de agregar, Manolo fue un elemento sólido de una de las dinastías más largas de cuantas haya tenido la galaxia taurina (sólo la supera en número por la de los Liceaga), y la de mayor importancia sin duda. Olé desde esta hoja para él y sus congéneres que del toreo hicieron una manera de vivir y… aún más, una religión honda y sagrada.
