Que aquí somos aficionados al cine es un tópico. “Aquí” es cualquier ciudad media de nuestro país. La vocación de masas del séptimo arte, su omnipresencia y la arraigada tradición de suponer que lo que pasa aquí sólo pasa aquí, nos hacen pensar que si en algún lugar a la gente le gusta el cine, es aquí. Guadalajara cuenta con su Festival Internacional de Cine y el Cineforo de la Universidad de Guadalajara como evidencia de su cinefilia. Morelia es cuna de la cadena de cines más grande de México y ha consolidado su propio festival, así se erige como competidora cabal por el puesto de la más aficionada a las películas. En la Ciudad de México se encuentran las dos escuelas más importantes: el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM (CUEC), y hay decenas de versiones particulares; además ahí están la Cineteca Nacional, la cadena Cinemanía, las salas de la UNAM, etc. Seguramente Monterrey tendrá también sus argumentos, y Tijuana, Tepic, Colima y Tuxtla Gutiérrez; no se diga Durango.
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Por supuesto, Aguascalientes también reclama el lugar de honor. “Aquí” sí que somos aficionados al cine. Hasta hace poco nuestra prueba más contundente era el fervor con que lo asegurábamos. Todos sabíamos que todos íbamos al cine, que muchos querían hacer películas, y que David Reynoso y Jaime Humberto Hermosillo eran de aquí —ah, y que fuimos locación para un western de Hollywood—. Además, padecimos una fugaz obsesión por los cinedebates en la década de 1990. También contábamos —y seguimos contado— con los cineclubes de Casa Terán y Los Arquitos, la muestra de cine digital de la UAA y la extensiones del Foro y la Muestra de la Cineteca Nacional. Si bien esto nos bastaba para no ser considerados incivilizados, resultaba insuficiente para erigirnos como la capital mexicana (y se da por hecho, latinoamericana) de la cinematografía.
Recientemente se han acumulado evidencias de mayor peso.
1. En los últimos años se han filmado en nuestro estado por lo menos cuatro largometrajes, con suertes y destinos diversos: Ángel caído, de Arturo Anaya; Abel, de Diego Luna; Juventud, de Jaime Humerto Hermosillo, y El tren del no olvido, de Jorge García Navarro; además de algunos más que actualmente se encuentran en preproducción o ya en filmación. También se han realizado decenas de cortometrajes por parte de universidades y cineastas independientes, y hasta un programa piloto para una serie de zombis —“Hasta que la muerte nos indulte”, de Ezzio Avendaño—. 2. Los cineastas originarios o vinculados con nuestro estado rebasan ya la decena —y la mayoría tiene entre sus planes algún día filmar “aquí”—. 3. Varias universidades locales coquetean con la profesionalización de actores, fotógrafos, guionistas, productores y directores de cine —destaca, por supuesto, el esfuerzo de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, que cuenta ya con una licenciatura en Artes Escénicas y que en próximas fechas estrenará su primer largometraje: El tren del no olvido—. 4. El gobierno del estado ha manifestado y ejecutado abiertamente su apoyo a la realización de películas y la organización de festivales: entre las dependencias más comprometidas con la industria fílmica se encuentran el Instituto Cultural de Aguascalientes —que ha apoyado la filmación de largometrajes y cortometrajes, la impartición de cursos y talleres en la Universidad de las Artes, además de la proyección de películas de varios festivales en sus instalaciones— y la Secretaría de Turismo —en la que se ubica la extrañamente poco destacada Comisión de Filmaciones de Aguascalientes, www.aguascalientesfilmcommission.com—.
A pesar de tales argumentos, me parece que aún falta para apuntalar nuestro destino en celuloide (o en digital). Si bien es cierto que los festivales son una buena idea, no es menos cierto que dos festivales simultáneos es una mala idea. El Festival Cine en Aguas y el Festival Post Mortem no sólo ocurrieron en las mismas fechas, sino que propusieron varias sedes, lo que multiplicó la oferta. Entiendo que cada uno tiene su público, pero tampoco es que tengamos siete millones de habitantes que puedan saturar dos festivales con la mano en la cintura. Y un tercer festival inicia a finales de noviembre. También es digno de aplauso que nuestro estado abra sus brazos a sus cineastas pródigos, y a los adoptivos, aunque no estaría de sobra que la Comisión de Filmaciones encontrara su ubicación —y función— precisa y que aprendiera a servir como moderadora con la Universidad, las universidades, el Instituto Cultural, y todos los que apostamos por que Aguascalientes sea la Meca mexicana (latinoamericana, occidental y mundial, por qué no) del cine.
joel_grijalva@hotmail.com
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