En qué hemos fallado
El fenómeno de la violencia en México tiene muchas lecturas. Dependiendo de la causa o factor, podemos hacer aproximaciones que expliquen el grado de ingobernabilidad y los altos niveles de delincuencia que privan en algunas regiones del país. Pero de entrada vale la pena preguntarnos, ¿en qué hemos fallado en los últimos sexenios, que ninguna estrategia ha logrado la reducción sustancial de la violencia?
Si hacemos un recuento de los últimos 18 años, por ejemplo, podemos apreciar por lo menos tres formas distintas de hacer frente a la violencia y el crimen organizado en el país: combate frontal con apoyo de las Fuerzas Armadas (Calderón), combate frontal e inteligencia policial (Peña Nieto) y atención de las causas, con presencia de las Fuerzas Armadas (López Obrador).
Aunque en cada uno de estos periodos ha habido golpes importantes a los cárteles mexicanos de la droga, el número de homicidios dolosos, derivado principalmente de la disputa territorial de éstos, ha ido en aumento sin que exista planteamiento alguno que frene dicha tendencia. Así pasamos de sesenta mil a doscientas mil ejecuciones en los últimos tres sexenios.
Por otra parte, el cambio, reagrupación y evolución de los grupos de la delincuencia organizada ha traído una nueva lógica de control e influencia regional. En su artículo “Las violencias en México, fenómeno en expansión (2006-2022)”, los académicos de la UNAM, Daniar Chávez y Dario Ramírez, describen como el Cártel de Sinaloa y el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) han provocando un aumento notable de la violencia, no sólo en nuestro país, sino en toda América Latina (con operaciones en Chile, Argentina, Costa Rica, Argentina, Perú, Brasil, etcétera).
Lo anterior, por cierto, ha tenido un impacto directo en las operaciones de tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de armas y redes de delincuencia transnacional; que hoy preocupan a la Casa Blanca por ser factores de desestabilización en toda la región.
Bajo este contexto, declaró en una reciente entrevista, el especialista en seguridad nacional Gerardo Rodríguez Sánchez Lara, el memorándum del Departamento de Justicia sobre la eliminación total de estos dos grupos debe tomarse con la mayor seriedad, pues implicaría acciones militares sin precedentes, para poner fin a estas organizaciones.
Ahora bien, sí se han atendido dos de los principales aspectos raíz de la violencia en México: actividad criminal y desigualdad social, ¿por qué ésta no ha registrado ninguna baja sensible?. En el sexenio de López Obrador, por ejemplo, se destinaron aproximadamente tres billones de pesos en programas sociales destinados a combatir la desigualdad. Sin embargo, de 2018 a 2022, cuatro millones de jóvenes se sumaron a las filas de la pobreza.
Suman tres administraciones, a nivel federal, que han sido incapaces de contener la violencia criminal. Y aunque diversas han sido las acciones para atajar este cáncer, desde objetivos prioritarios, desmantelamiento de grupos específicos del narcotráfico, creación de cuerpos especiales para hacer frente a la criminalidad (Policía Federal, Guardia Nacional, etc.); nuestro país sigue inmerso en una ola criminal que ha rebasado fronteras.
Algunos especialistas en la materia atribuyen lo anterior a la profunda erosión del Estado de Derecho mexicano. Otros a la complicidad explícita de las autoridades de nuestro país. Algunos más al violento comportamiento y modelo delictivo de los cárteles mexicanos. Quizá es una suma de todo lo anterior, pero sin duda estamos en un momento crítico por la postura de la administración Trump.




