Las autoridades de Estados Unidos no confían en las mexicanas. Desde hace años, la extradición de criminales hacia aquel país, responde al nivel de corrupción que priva en las cárceles de este lado de la frontera. La entrega de veintinueve capos, la semana pasada, se inscribe en esa lógica.
Pero la desconfianza es de tal nivel, que el mismo Trump confesó en una entrevista con el periódico The Spectator que es necesario investigar a políticos mexicanos, muchos de los cuales se han beneficiado de las operaciones del narcotráfico. Ese trabajo, afirmó confiado, lo hará la fiscal Pam Bondi.
Aunque en la narrativa oficial se ha intentado, en más de una ocasión, cargar los costos del desastre nacional a las decisiones del pasado (Caderón, García Luna, la guerra, etc.); para la Casa Blanca es clara, vigente y actual, la colusión de autoridades de todos los niveles de gobierno con la delincuencia organizada.
Para la posición de Trump frente a su electorado, la entrega de veintinueve líderes del narcotráfico es oro puro. Él puede seguir validando su principal tesis de campaña: México es narco Estado o un Estado fallido, y hay que intervenir para poner orden y detener las operaciones de tráfico de fentanilo.
Para dar palmadas en la espalda, nadie mejor que él. “Con México vamos bien”, ha declarado ante la prensa. Por supuesto. Con la mano en la cintura obligó a la administración de Sheinbaum a reforzar la seguridad fronteriza con elementos de la Guardia Nacional. Ahora, con la otra mano, obligó a la presidenta a entregarle, en charola de plata, a los capos del narco.
Y aunque la llegada de los aranceles es, por lo visto, inminente; la presidenta de México ha logrado atemperar la rudeza con la cual Donald Trump se refiere al Estado mexicano. No es necesaria la hostilidad, piensan en el gobierno del segundo piso de la Transformación. Por ello, el allanamiento del gobierno mexicano a la guerra internacional contra el narcotráfico es un hecho.
Lo que vendrá hacia adelante, será el show mediático, que tanto gusta a Trump, para el escarnio público de los criminales y para aumentar sus puntos en el terreno electoral. En el discurso oficial, el presidente de Estados Unidos no ha reconocido ni una sola acción por parte del gobierno mexicano. Por el contrario, la Casa Blanca ha sido contundente: “son logros de una administración que negocia a base de autoridad”.
Para el gobierno mexicano aplica esa frase mexicana que sostiene que, en ocasiones, es mucho mejor no oponer resistencia para salir librado de muchas consecuencias: “flojito y cooperando”.




