Si algo distingue a Jaime González Durán, alias El Hummer, es su capacidad de reinventarse. Pasó de ser un orgulloso miembro del Ejército Mexicano a convertirse en una de las piezas clave de Los Zetas, el grupo criminal que llevó la violencia del narcotráfico a niveles cinematográficos. Ahora, en una nueva y menos glamurosa etapa, se encuentra en un tribunal estadounidense, donde ha decidido declararse culpable por tráfico de drogas.
La justicia de EE.UU. lo acusa de haber introducido al país más de 450 kilogramos de cocaína y 90 mil kilogramos de marihuana, así como de liderar una red de corrupción, violencia y sobornos para proteger sus operaciones. El Hummer fungió como comandante en importantes plazas del narcotráfico como Nuevo Laredo, Reynosa y Miguel Alemán, desde donde coordinaba las actividades del cártel. Todo un estratega, aunque su talento no lo salvó de la extradición que lo llevó a Washington D.C. en 2022.
Su historial delictivo lo colocó en la mira de las autoridades estadounidenses desde hace años, pero México lo mantuvo en prisión mientras enfrentaba múltiples condenas que, sumadas, superaban los 70 años. Sin embargo, el gobierno de EE.UU. insistió, y finalmente lograron llevarlo a su territorio, donde la Corte Federal del Distrito de Columbia se encargará de dictar su destino el próximo 6 de junio. De momento, su futuro oscila entre un mínimo de 10 años de prisión y la posibilidad de cadena perpetua.
De Soldado a Narco de Élite
La historia de El Hummer es la de un hombre que tomó el camino más lucrativo dentro de sus posibilidades. Nacido en San Luis Potosí en 1976, ingresó al Ejército a los 20 años, donde recibió entrenamiento especializado en combate y tácticas militares. Pero en un giro predecible, decidió desertar y aplicar sus conocimientos en algo más rentable: la seguridad del Cártel del Golfo. Su lealtad a Osiel Cárdenas Guillén le permitió ascender rápidamente hasta convertirse en uno de los 31 miembros fundadores de Los Zetas.
Como comandante, no solo supervisó el tráfico de drogas, sino que también se dedicó a actividades propias del mundo del crimen organizado: corrupción de agentes, administración de arsenales de guerra y ejecución de enemigos. Entre sus logros criminales más notorios, se le vincula con el asesinato del cantante Valentín Elizalde en 2006, aparentemente molesto por la canción A mis enemigos, que algunos interpretaron como un homenaje al Cártel de Sinaloa.
Un Futuro que No Promete Libertad
Ahora, El Hummer enfrenta la que probablemente sea su última gran negociación: la de su sentencia. Su declaración de culpabilidad marca un triunfo para la justicia estadounidense, que lo incluye como parte de su operativo OCDETF (Grupo de Trabajo Antidrogas contra el Crimen Organizado). La pregunta que queda en el aire es si su cooperación traerá beneficios en su condena o si la Corte decidirá hacer de él un ejemplo en la lucha contra el narcotráfico.
Lo que es seguro es que esta vez no habrá armas, sobornos ni operaciones encubiertas que lo salven. Su próximo destino lo decidirá un juez, y no una balacera.




