Parece que el país no tenía suficientes partidos políticos y Eduardo Verástegui ha decidido corregir ese “error”. Con la bendición del Instituto Nacional Electoral (INE), el actor y activista ultraconservador podrá iniciar el proceso de conformación de su partido, Movimiento Viva México, con miras a participar en las elecciones de 2027. Porque, claro, lo que México necesita urgentemente es otro partido político.
Verástegui, quien en 2024 no logró reunir ni el 14% de las firmas necesarias para su candidatura presidencial independiente, ahora emprende un camino aparentemente más sencillo: fundar su propio partido. Este movimiento, al igual que sus referentes ideológicos internacionales como Donald Trump, Javier Milei y Santiago Abascal, se envuelve en un discurso de “vida, familia y libertad”, lo que en su interpretación se traduce en rechazo al aborto, oposición al matrimonio igualitario y un Estado mínimo, salvo cuando se trata de imponer sus valores.
Pero crear un partido político no es tarea fácil. Aunque el INE ha dado luz verde al proyecto, ahora viene la parte complicada: reunir más de 260,000 firmas en al menos la mitad de los estados del país y realizar asambleas estatales. Una hazña considerable para alguien cuya base de apoyo parece estar más en redes sociales que en el electorado real.
Verástegui no ha estado exento de polémicas. A su fallido intento de candidatura presidencial se suman una multa del INE por 144 mil pesos y una investigación por presuntas aportaciones ilegales del extranjero por 6.9 millones de pesos. Sin embargo, esto no ha frenado su entusiasmo por convertirse en el mesías de la derecha mexicana. En su discurso, afirma que su partido es “el despertar de una fuerza nacional” y un “compromiso histórico” para recuperar el país. Retórica grandilocuente que, hasta ahora, no se ha traducido en apoyo tangible.
Pero, ¿realmente hay espacio para la ultraderecha en México? Analistas consideran que el terreno aún no está abonado para un partido con estas características. A diferencia de Europa y otros países de América Latina donde los discursos antiinmigración han servido de combustible para estas fuerzas políticas, en México el populismo de derecha enfrenta varios obstáculos. Para empezar, el gobierno en turno ya ha monopolizado la narrativa del nacionalismo y la defensa de la soberanía, y la ultraderecha aún no encuentra una causa de unión lo suficientemente poderosa como para consolidarse.
Si bien el descontento económico y la inseguridad podrían ser puntos de anclaje, la estrategia de Verástegui se enfoca en temas que no parecen generar un movimiento masivo. La politización del aborto, el matrimonio igualitario y las políticas de diversidad sexual han sido utilizadas por figuras como Bolsonaro y Trump para movilizar a las bases conservadoras, pero en México estas cuestiones no han generado el nivel de polarización visto en otros países.
El respaldo económico es otro factor clave. Se sabe que grupos católicos y sectores del Partido Republicano en Estados Unidos están dispuestos a financiar este tipo de iniciativas, y la posibilidad de que Verástegui reciba apoyos de estos sectores no está descartada. Además, organizaciones como Vox en España y teóricos como Agustín Laje han fungido como guías ideológicas para este tipo de movimientos en Latinoamérica.
Mientras tanto, el INE sigue sumando organizaciones que buscan convertirse en partidos. Actualmente, hay 59 asociaciones en la misma carrera, lo que podría derivar en una boleta electoral saturada de opciones poco viables en 2027. En este contexto, Verástegui no es el único que sueña con una nueva fuerza política, pero sí es uno de los nombres más mediáticos.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum ha minimizado el impacto que podría tener este movimiento, calificándolo de ultraconservador, racista y clasista. Verástegui, en su estilo característico, respondió con ataques directos, acusando al gobierno de ser un “narcoestado” que protege al crimen organizado. Un discurso incendiario que podría funcionar para captar atención mediática, pero que difícilmente se traducirá en votos sin una estructura política fuerte y una base social consolidada.
A fin de cuentas, la creación del partido Movimiento Viva México parece más un experimento que una amenaza real para el panorama político mexicano. Si bien es cierto que la falta de oposición organizada deja un hueco tentador para nuevos proyectos, el contexto no favorece a una derecha radical. Verástegui podrá seguir cosechando titulares, pero convertir su proyecto en una fuerza electoral significativa será un reto que, hasta ahora, ni él ni otros aspirantes a “salvadores de la patria” han logrado superar.




