Memoria y esperanza
Sobre el XXXIII Enlace de Agentes de Pastoral y Pueblos Indígenas
Del 24 al 27 de febrero de 2025, en San Ildefonso, Arreales, Querétaro, se celebró el XXXIII Enlace de Agentes de Pastoral y Pueblos Indígenas (EAPPI) que tuvo como tema central por segundo año consecutivo: la defensa del agua por parte de las comunidades.
Desde 1990, cuatro años antes del levantamiento del EZLN, se inició un proceso indígena en México, llamado Enlace de Agentes de Pastoral Indígena (EAPI). Se trata de un movimiento con motivación religiosa, pero con autonomía de las instancias institucionales de la Iglesia. Se inspira en la Teología India. Está formado o participan en el mismo varias comunidades, esto es muchos laicos y laicas, además de religiosos, religiosas y sacerdotes. Tiene el apoyo de varios obispos.
A quienes sólo conocen la religiosidad urbana y la organización eclesial mestiza actual, es necesario explicar algunos aspectos de la religiosidad indígena y de su organización y funcionamiento. Sólo así se comprenderá en toda su importancia el EAPI, que cada vez más es un EAPI, es decir, un encuentro de pueblos indígenas; de hecho, ya se denomina Enlace de Agentes de Pastoral y Pueblos Indígenas (EAPPI). Es EAPPI, a partir del acuerdo tomado por la Coordinación Nacional, en reunión del 16 de mayo de 2018, celebrada en el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (CENAMI)1.
En pueblos y comunidades indígenas han sobrevivido las cofradías como mayordomías, esto es, una organización medieval, originariamente impuesta, por motivos de evangelización y difusión de la fe católica, por la Iglesia novohispana, y que pueblos y comunidades la adaptaron a sus necesidades y cosmovisión; hoy pervive y fortalece la autonomía indígena. Luis Arturo García sostiene que: “Estas organizaciones configuran la autonomía de muchos pueblos, pues las cofradías fueron un elemento que permitió recuperar y apropiarse de elementos religiosos, políticos, geográficos y sociales”2.
La mayordomía “es una costumbre religiosa que es celebrada en poblaciones, especialmente con arraigo indígena”3, que conserva muchos elementos de la cofradía, pues derivó de ella. Esta religiosidad indígena se desarrolló integrando diversos elementos culturales “como los ritos agrícolas de origen prehispánico y las fiestas del Santoral Católico, las apariciones y otras expresiones de religiosidad”4.
Porfirio Méndez escribe:
“En los comienzos del siglo xvii, cuando los indígenas estaban diezmados y desorganizados por la dominación a la que habían sido sometidos, la cofradía dio cierta cohesión a sus comunidades; con lo cual pudieron mantener sus tradiciones. De esta forma, se podría decir, la cofradía ayudó a reforzar la seguridad espiritual y la identidad colectiva de las comunidades indígenas.
Los indígenas supieron aprovechar el espacio que ofrecía la cofradía, pues se trataba de una institución aceptada por los “cristianos”. Además, los indígenas adaptaron, poco a poco, esta institución a sus costumbres. Por ejemplo, como en las sociedades indígenas existe un gran sentido comunitario, la mayoría de la población participaba en la cofradía; con esto, la cofradía ayudó a reforzar los vínculos comunitarios que se habían debilitado.
Las comunidades indígenas cada vez más tomaron el control de las cofradías, por ejemplo, no recurrían al juez eclesiástico de la jurisdicción; no permitían que el cura interviniera en su organización, ni que tocara los santos e imágenes; tampoco admitían que remplazara al santo Patrón, ni que supervisara las procesiones; e incluso le disputaban el derecho de elegir fiscales. Ahora bien, como varias cofradías de indios no estaban erigidas legalmente, y muchas no informaban al cura, tenían que permanecer en la clandestinidad” 5.
Porfirio Méndez hace notar que en varios casos los bienes de la comunidad se confundían con los de las cofradías, lo que es explicable por el sentido comunitario de estas sociedades 6. Las cajas de comunidad, que eran parte de la comunidad indígena, de acuerdo a su organización social mandada por el régimen español, eran una institución con la que se formaba “un fondo común con los ahorros de los pueblos para atender sus propias necesidades, especialmente las de carácter municipal y las del culto religioso…”7. De donde proviene parte de la confusión.
De acuerdo a un mandato del rey Felipe III, promulgado en Aranjuez el 25 de mayo de 1600, se ordena que las cofradías para ser fundadas requieren de licencia del rey, de conformidad con ministros reales y el obispo 8. De tal modo que la inmensa mayoría de las cofradías de indios funcionaba de hecho y no de derecho, pues no tenían la aprobación real. Esas cofradías sin aprobación fueron dejadas a fines del siglo xviii como “devociones, obras pías y mayordomías”9. De esta manera, en las comunidades indígenas surgen las mayordomías. Explica Méndez:
“La palabra “mayordomo”, independientemente de su raíz etimológica, designaba, en su práctica socio-religiosa, a la persona responsable de los bienes de una cofradía o al que se encargaba de la fiesta de su santo, también calificaba al administrador de la propiedad comunal. Dicho hombre, con el tiempo, señaló al encargado de la mayordomía.
En las comunidades indígenas la tarea del mayordomo se incorporó al sistema global de servicios, con implicaciones políticas y religiosas. Por esta razón, le encomendaban una mayordomía, por uno o más años, a quien ya había prestado a la comunidad otros servicios; al mayordomo irresponsable lo destituían.
La mayordomía ha sido una institución que ha permitido a los indígenas conservar sus tradiciones religiosas y les ha favorecido para continuar compartiendo comunitariamente los bienes, como lo hacían en la antigüedad”10.
Ya que los indígenas hicieron de las cofradías (mayordomías), espacios de resistencia para sus comunidades, estas instituciones sociales y religiosas sobreviven hasta nuestros días y gozan de cabal salud. El EAPPI es por ello un espacio importante de autonomía y encuentro indígena, por los derechos de los pueblos, su identidad y su dignidad, pues en el trasfondo religioso está el funcionamiento de las mayordomías, y lo religioso implica integralmente la vida de la comunidad.
El EAPPI se reúne una vez al año en una gran asamblea en la que participan representantes de diversas comunidades. Esos representantes llevan a la asamblea la voz de sus pueblos, ya que durante el año la temática que tratará la asamblea se estudia y discute en las propias comunidades. Participan en dichas asambleas alrededor de trescientas personas, representantes de muchos pueblos y lenguas.
La temática tratada es muy variada, la de los últimos años con tópicos íntimamente relacionados con los derechos humanos, abordando la temática de una manera integral. Ya en abril de 1994, en la cuarta asamblea del EAPPI, a tres meses y días del levantamiento zapatista, celebrada en la comunidad nahua de Xalpatláhuac, Guerrero, territorio náhuatl, de la diócesis de Tlapa, el tema abordado fue “derechos fundamentales indígenas”.
Cuentan en la memoria del encuentro que al prepararlo se dieron cuenta de que “en nuestros idiomas no existen palabras para expresar esta realidad: los derechos. Cómo expresarlos: es lo nuestro, el respeto a lo nuestro”11.
El tema de este año ya se había tratado en el xx Encuentro Nacional de EAPPI, se celebró en Chilapa, Guerrero, territorio náhuatl, del 22 al 25 de febrero de 2010; el tema fue “Agua: manantial de vida”. Las preguntas relacionadas con lo jurídico que trabajaron las comunidades y los encuentros regionales fueron: “¿Qué derechos y obligaciones tenemos en relación al uso del agua? ¿Y qué leyes defienden o amenazan nuestros derechos al agua?”.
En la inauguración, en el Encuentro Nacional, se destacó que los derechos humanos son, entre otras cosas, necesidades humanas que el derecho -las leyes- debe satisfacer; por eso son el respeto a lo nuestro. Y como el agua es necesaria para nuestra vida, es por lo tanto un derecho. Como pueblos y como personas, tenemos derecho al agua, nos corresponde, es nuestra, y debe ser respetada. Se vio cómo el derecho al agua es de todos; está reconocido por leyes internas del Estado mexicano, como el artículo 27 constitucional, que establece que las aguas originalmente pertenecen a la Nación, y da protagonismo al Estado para defender el agua como cosa común; el artículo 4º de la propia Constitución; la Ley de Aguas Nacionales; y la Ley Agraria (artículos 52-55), que establece incluso la posibilidad de restituir las aguas usurpadas (artículo 49). Se destacó, especialmente, el Pacto Internacional de Derechos Económicos y Culturales, obligatorio para México, que por la Observación General No. 15 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, reconoce el derecho al agua, y lo define como “el derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.
Se tomó conciencia de que el derecho humano al agua es un derecho de solidaridad: los titulares no son propietarios del recurso, sino simplemente usuarios del mismo, con derechos y obligaciones respecto a su sustentabilidad considerando incluso a las generaciones futuras.
Y también se tomó conciencia que este derecho al agua es obstaculizado por el negocio del agua, que es uno de los más rentables y lucrativos; la comercialización del agua se encuentra en manos de grandes compañías multinacionales y de entidades como el Consejo Mundial del Agua, el Banco Mundial del Agua, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. La Ley de Aguas Nacionales, al permitir las concesiones de agua, permite la privatización y mercantilización del vital líquido.
En 2024 en el XXXII EAPPI, como dijimos, el tema también fue el agua. Se celebró del 26 al 29 de febrero en San Pablo Sutopan, Toluca, Estado de México. Su objetivo fue el mismo del XXXII EAPPI celebrado este año en San Ildefonso: “Compartir experiencias de lucha, existencia y organización comunitaria, en defensa de la Sagrada Agua, como derecho natural y comunitario, recordándola como sujeto de derecho desde la cosmovisión indígena”
En el EAPPI, el tema jurídico ha sido considerado indispensable de tratar, relacionándolo con el tema central de cada asamblea o encuentro anual. Así lo manifiestan los topiles -representantes de las comunidades- y los ancianos de la Coordinación Nacional del EAPPI, al organizar los encuentros. Existen también asambleas regionales del EAPPI, que trabajan el tema previsto para la asamblea nacional; también en éstas se trata lo jurídico.
En los últimos años las comunidades se han visto cada vez más amenazadas e incluso agredidas en sus derechos territoriales. Así que lo jurídico, precisamente para defensa de los derechos territoriales, se ha convertido en tema prioritario. Esto se manifiesta en la propia temática de las asambleas del EAPPI, tanto la nacional como las regionales, que se han abocado a reforzar la idea de la fuerza jurídica de las asambleas comunitarias y ejidales para la toma de decisiones. Además, más que invitar a “expertos” o “asesores” de algún tema, son los representantes de las comunidades y pueblos los que exponen su experiencia de resistencia y sus luchas. Al recoger nosotros estas experiencias es que hablamos de derecho alternativo y derecho insurgente, como categorías que explican lo que los pueblos hacen, y algunos de sus representantes van tomando esos términos como parte de su vocabulario y lo más importante es que lo trabajan en sus propias comunidades.
Oscar A. de la Torre dice que la asamblea del EAPPI “constituye una experiencia singular donde se cosecha la palabra de los pueblos; un encuentro de diversas culturas, lenguas y experiencias de Dios”12.
NOTAS:
1 Notas del autor sacadas en la reunión.
2 L. A. García, “Espiritualidad cristiana en la Revolución”, Christus 779 (2010), p. 32.
3 P. Méndez García, Servir al mundo indio en su religiosidad. Experiencia y propuesta de
evangelización desde la Mayordomía, San Ildefonso, Hidalgo, Ed. U’ene, 2001, p. 19.
4 García, op. cit., p. 32.
5 Méndez, op. cit., pp. 67 y 68.
6 Méndez, op. cit., p. 69.
7 A. Lamas, Seguridad social en la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1964, p. 60.
8 Ley XXV, título IV, libro I de la Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, facsimilar de la de Julián Paredes (1681), 1973, p. 20.
9 Méndez, op. cit., p. 69.
10 Ibidem, p. 70.
11 Memoria del Quinto Encuentro del Enlace de Agentes de Pastoral Indígena “Respeto a lo Nuestro. Derechos Fundamentales Indígenas”. Enlace de Agentes de Pastoral Indígena, Xalpatláhuac, Guerrero, 18-22 de abril de 1994, p. 4.
12 Oscar Arnulfo De la Torre de Lara, “Y nos hicimos caracol. Encuentro Nacional de Agentes de Pastoral Indígena: profetas en la Tierra” Vida Nueva, (2012).
