En un esfuerzo por hacer que la igualdad de género deje de ser solo una aspiración, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha lanzado la Cartilla de los Derechos de las Mujeres, un documento de 52 páginas que, según se promete, llegará a cada rincón del país y será leído por todas y todos. La cartilla enumera 15 derechos fundamentales que, en teoría, ya deberían estar garantizados por la Constitución y tratados internacionales, pero que ahora son reempacados en un documento de distribución masiva, con la esperanza de que la repetición logre lo que las políticas públicas han fallado en hacer efectivo.
El contenido no deja dudas sobre sus buenas intenciones. Se trata de una lista de derechos que abarca desde la educación hasta la participación política, pasando por derechos digitales y el acceso a la justicia. Básicamente, una especie de “manual de usuario” sobre lo que, en un mundo ideal, todas las mujeres deberían tener asegurado sin necesidad de recordatorios impresos.
Los 15 derechos clave que se establecen en la cartilla son:
- Derecho a ser libre y ser feliz. Porque la felicidad no debería ser un privilegio, sino una condición de vida.
- Derecho a vivir en familia, en paz y con bienestar. Aunque la violencia intrafamiliar sigue siendo una de las mayores problemáticas en México.
- Derecho a la educación. Un derecho que sigue siendo limitado para muchas niñas y mujeres en comunidades marginadas.
- Derecho a la salud. Incluyendo acceso a servicios médicos de calidad, salud sexual y reproductiva.
- Derecho a la vivienda. Porque tener un hogar seguro debería ser una garantía, no un lujo.
- Derechos comunitarios. Para que las mujeres puedan participar activamente en la toma de decisiones de su entorno.
- Derecho a una identidad y a tener autonomía. Esencial para el ejercicio pleno de cualquier otro derecho.
- Derecho a la cultura. Acceso y participación en expresiones culturales sin discriminación.
- Derecho a la libre expresión y al libre tránsito. Que implica poder caminar sin miedo y expresarse sin represalias.
- Acceso y derecho a la justicia. Porque la impunidad sigue siendo uno de los principales problemas en casos de violencia de género.
- Derecho a la participación política. Más mujeres en puestos de toma de decisiones es clave para el cambio.
- Derechos digitales. Protección contra el acoso y la violencia en línea, además de acceso equitativo a la tecnología.
- Derechos de las niñas y adolescentes. Protección especial para las más vulnerables.
- Derecho a un trabajo digno y a un salario igualitario. Porque la brecha salarial sigue existiendo a pesar de décadas de lucha.
- Derecho a una vida libre de violencias. Un derecho que, tristemente, aún es una deuda pendiente en muchos sectores.
Ahora bien, la estrategia de difusión es ambiciosa: distribución en plazas públicas, escuelas, clínicas, sindicatos y a través de una red de voluntarias que serán capacitadas como promotoras de estos derechos. Además, se está traduciendo a 68 lenguas originarias y se lanzará en formato podcast, asegurando así que la información llegue hasta los sectores más alejados. No es poca cosa si consideramos que solo 2 de cada 10 mujeres reconocen que la igualdad y una vida libre de violencia son derechos y que el 70% de las mujeres ha experimentado algún tipo de violencia en su vida.
Sin embargo, la pregunta obligada es: ¿una cartilla impresa y traducida a lenguas indígenas solucionará estos problemas estructurales? Porque, hasta ahora, los derechos han existido en papel, pero su aplicación sigue siendo el verdadero desafío.
¿Un documento pedagógico o un acto simbólico?
Citlalli Hernández, secretaria de las Mujeres, define la cartilla como una “herramienta de pedagogía popular”. En otras palabras, no es una política pública, ni una estrategia de seguridad, ni una reforma estructural: es una guía para informar y generar conciencia. Pero, si el 85% de las mujeres encuestadas ya ha escuchado sobre sus derechos y aun así muchas no los reconocen como propios, ¿realmente este documento cambiará la situación?
El lanzamiento del documento, justo en la víspera del 8M, viene acompañado de una fuerte carga simbólica. Durante la presentación, Sheinbaum afirmó que “nosotras no queremos ser más, pero tampoco menos” y habló sobre la necesidad de erradicar la discriminación basada en género y origen étnico. En paralelo, el embajador de Países Bajos aprovechó la ocasión para bautizar un tulipán con el nombre de “La Mujer Indígena”, porque claramente lo que faltaba en la lucha feminista era un tulipán conmemorativo.
El problema no es la cartilla, es la realidad
Nadie cuestiona la importancia de educar y difundir información sobre derechos. Lo que se pone en duda es si este esfuerzo tiene el impacto real que se espera o si se quedará en la anécdota de otro documento gubernamental con buenos propósitos pero poca incidencia en la vida cotidiana de las mujeres. Si los derechos de las mujeres estuvieran garantizados y respetados, este tipo de cartillas no serían necesarias.
Así que, mientras se reparten millones de copias de este documento, la expectativa realista es que, al menos, sirva como recordatorio de todo lo que aún falta por hacer. Porque una cartilla puede informar, pero la garantía de derechos solo se logra con políticas efectivas y compromisos reales.




