Después de intensas reuniones en Arabia Saudita, Ucrania ha dado el visto bueno a un alto el fuego de 30 días, bajo la mediación de Estados Unidos. Washington, en un acto de inmensa generosidad estratégica, ha decidido levantar la suspensión de su ayuda militar y de inteligencia a Kiev, lo que sugiere que esta “tregua” es más una pausa logística que un verdadero intento de pacificación. Pero, como en todo conflicto moderno, hay un pequeño detalle: Rusia todavía tiene que aceptar la propuesta. Sí, porque, al parecer, un alto el fuego unilateral no es suficiente.
El Kremlin no tardó en reaccionar y, en lugar de lanzar comunicados esperanzadores, reportó que sus defensas aéreas habían derribado 337 drones ucranianos en las últimas horas, con al menos tres muertos en Moscú. Porque, claro, no hay nada que refuerce una negociación de paz como un bombardeo masivo. Desde el Kremlin ya se advirtió que estos ataques pueden “torpedear” los avances diplomáticos, como si la guerra en sí misma no fuera ya un naufragio permanente.
Mientras tanto, en el lado estadounidense, la administración Trump celebra las “conversaciones productivas” y se muestra razonablemente optimista. El asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, destacó que la delegación ucraniana dejó claro su compromiso con la visión de Trump para la paz. Una visión que, por supuesto, incluye cerrar de una vez por todas el acuerdo sobre los minerales estratégicos de Ucrania, que se dejó pendiente tras una acalorada discusión entre Trump y Zelensky en la Casa Blanca. Porque si algo debe priorizarse en medio de una guerra es, sin duda, la explotación de recursos naturales.
El secretario de Estado, Marco Rubio, dejó en claro que la propuesta ya está en la cancha de Rusia: “Ucrania está dispuesta a dejar de disparar y empezar a hablar, y ahora les toca a ellos decidir”. En otras palabras, si Rusia no acepta, será el único obstáculo para la paz. Un argumento que convenientemente deja fuera cualquier referencia a las tensiones que Estados Unidos mismo generó al pausar su ayuda militar a Ucrania en las últimas semanas.
Zelensky, por su parte, ha intentado incluir gestos humanitarios en la ecuación, como el intercambio de prisioneros y el retorno de niños deportados a Rusia. Un movimiento que podría sumar puntos en la diplomacia internacional, pero que difícilmente cambiará la postura de Putin, quien hasta ahora ha mostrado un interés más bien nulo en devolver algo que ha tomado.
En resumen: Ucrania acepta la tregua, Estados Unidos retoma su apoyo militar, y Rusia aún no se pronuncia. La guerra sigue, los ataques continúan, y la geopolítica mundial nos recuerda que, en este conflicto, la paz sigue siendo un concepto flexible, sujeto a negociaciones y, sobre todo, a conveniencias estratégicas.




