La ciberseguridad gubernamental volvió a ser el tema del día luego de que Claudia Sheinbaum confirmara que su teléfono móvil y su cuenta de correo electrónico fueron hackeados. Pero no cualquier teléfono ni cualquier correo: hablamos de un número filtrado desde hace meses y de una cuenta de Yahoo con más historia que muchas de las decisiones políticas del sexenio.
La mandataria mexicana aseguró que Apple alertó del ataque a la Agencia de Transformación Digital del gobierno, la cual actuó con rapidez. Sin embargo, lo curioso no es tanto el hackeo en sí, sino el contexto en el que ocurrió. Según el New York Times, la intervención sucedió justo después de la extradición de 29 narcotraficantes a Estados Unidos, entre ellos, figuras de alto perfil como Rafael Caro Quintero y los hermanos Treviño Morales. Coincidencia o no, el espionaje digital parece haberse convertido en el souvenir menos deseado de cualquier negociación internacional.
Lo interesante es que Sheinbaum minimizó el incidente asegurando que el teléfono “ya lo tenía todo el mundo” y que la cuenta de correo es tan vieja que hasta podría considerarse un fósil digital. Según su versión, el dispositivo fue un regalo de Layda Sansores en 2008 y lo ha mantenido desde entonces, incluso cuando su número quedó expuesto públicamente. ¿Ciberseguridad? ¿Cambio de equipo? Para qué, si el cariño pesa más que la prudencia.
El caso ha generado suspicacia por varios motivos. Primero, la relación entre Sheinbaum y Trump, la cual el New York Times describe como inusualmente cordial. Según el diario, la presidenta mexicana ha sido elogiada por el expresidente estadounidense por su dureza contra los cárteles y su disposición a negociar. Además, se menciona que, tras la extradición de los narcos, ambos sostuvieron una conversación en la que Trump la calificó como “una mujer maravillosa”. No es la primera vez que una administración mexicana recibe elogios desde Washington después de colaborar en la lucha contra el crimen, pero la combinación de eventos no deja de levantar sospechas.
Otro punto que llama la atención es la incertidumbre sobre el origen del hackeo. “Están investigando, es difícil conocer quién lo hizo”, afirmó Sheinbaum. Y aunque no se han señalado responsables, la intervención llega en un momento en el que el espionaje digital se ha convertido en una herramienta política global. Desde Pegasus hasta ataques más rudimentarios, nadie parece estar a salvo, menos aún si se trata de números filtrados y cuentas de Yahoo que han sobrevivido más que varios gobiernos.
Mientras tanto, Sheinbaum insiste en que la seguridad de la información oficial no está comprometida, ya que utiliza canales más seguros para los asuntos importantes. Sin embargo, el episodio deja en el aire varias preguntas sobre la vulnerabilidad de los dispositivos de los altos funcionarios mexicanos y sobre la posibilidad de que información sensible haya sido expuesta en el proceso.
En un país donde la ciberseguridad suele tomarse a la ligera y donde la información gubernamental circula a veces con menos restricciones que un meme en redes sociales, el hackeo de Sheinbaum podría ser solo una anécdota más o la punta del iceberg de algo mucho más preocupante. ¿Será que el teléfono que “todos tenían” era también el canal de comunicación de asuntos delicados? ¿O simplemente se trata de una distracción en medio de temas más relevantes? Sea como sea, si algo queda claro de este episodio es que en México, hasta los números presidenciales tienen historia… y muchos, muchos contactos.
