En el nuevo episodio del eterno crossover entre política exterior y redes sociales, Donald Trump parece haber encontrado su moneda de cambio ideal: TikTok. Esa aplicación de bailes, retos virales y microcelebridades adolescentes se ha convertido, otra vez, en la pieza clave de un rompecabezas geopolítico con tintes de comedia involuntaria. Y no, no es una sátira de “Saturday Night Live”, aunque podría pasar por una.
Todo comenzó cuando Trump, en modo “negociador del siglo”, ofreció una reducción de aranceles a productos chinos si Beijing daba luz verde a la venta de las operaciones de TikTok en Estados Unidos. Un clásico “quid pro quo”, como quien intercambia estampitas, solo que con una plataforma de 170 millones de usuarios estadounidenses como ficha central. Trump lo resumió con la claridad que lo caracteriza: “Suena como algo que haría”.
La propuesta tenía una lógica singular: convertir un problema de seguridad nacional —la supuesta amenaza de espionaje y manipulación por parte del Partido Comunista Chino— en una oportunidad para ajustar el comercio internacional. Pero a China no le causó gracia. En una respuesta digna del más seco lenguaje diplomático, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino reiteró que su postura sobre TikTok y los aranceles era “congruente y clara”, lo que en lenguaje real se traduce como: “gracias, pero no gracias”.
Mientras tanto, el reloj sigue corriendo hacia el 5 de abril, fecha en la que, si no hay acuerdo de venta, la red social quedaría formalmente prohibida en territorio estadounidense, según una ley aprobada el año pasado. Trump ya firmó una orden ejecutiva para posponer esa fecha, porque, como él mismo dice, puede extender el plazo si quiere. ¿Qué es el Estado de Derecho frente a un “porque puedo”?
La situación no es del todo nueva. Ya en su primer mandato, Trump intentó vetar TikTok por razones de seguridad nacional, aunque los tribunales se lo impidieron. Ahora, con renovado entusiasmo y tras reconocer que la plataforma ayudó a su popularidad entre los jóvenes, la jugada parece más táctica que ideológica. Dicen que el algoritmo de TikTok es poderoso, pero al parecer no tanto como para decidir si Estados Unidos impone aranceles al acero y el aluminio.
En cuanto a posibles compradores, el catálogo es tan variado como un feed de la propia aplicación. Desde gigantes tecnológicos como Microsoft, hasta un consorcio liderado por el empresario Frank McCourt (con la bendición de Alexis Ohanian, cofundador de Reddit), pasando por la startup de inteligencia artificial Perplexity AI y hasta MrBeast, el youtuber filántropo convertido en inversionista. Todo muy del siglo XXI.
El abanico de propuestas va desde rediseñar TikTok con tecnología blockchain para proteger los datos (según McCourt), hasta transparentar el algoritmo con código abierto (versión Perplexity). Incluso hay quienes han puesto sobre la mesa ofertas por encima de los 40 mil millones de dólares, como la presentada por Jesse Tinsley y su consorcio —el cual, atención, incluiría al CEO de Roblox—. Nada dice “seguridad nacional” como un equipo liderado por creadores de videojuegos y plataformas virales.
Pero hay un detalle que no se puede pasar por alto: ByteDance no parece tener prisa en vender. A pesar de las presiones legales, políticas y mediáticas, la empresa china no ha declarado públicamente un cambio en su decisión de mantener el control de TikTok. Como si supiera que al final, el poder de negociación está del lado de quien tiene el algoritmo y los datos.
Mientras tanto, el teatro continúa. Trump insinúa que podría permitir una participación del 50% del gobierno estadounidense en una futura empresa conjunta (¿nacionalización encubierta de una app de entretenimiento?). Sus aliados, como JD Vance, dicen que el acuerdo está en camino, aunque redactar “miles de páginas legales” podría tomar tiempo. Y China, por su parte, observa, firme en su negativa, recordando que la política comercial no es una partida de Monopoly.
Así que sí: TikTok sigue funcionando por gracia presidencial, y su futuro depende de una mezcla improbable entre diplomacia creativa, codicia empresarial y populismo digital. Mientras tanto, los usuarios siguen subiendo videos sin saber si están en los créditos finales o apenas en el tráiler de la próxima temporada.




