Cuando Donald Trump anunció oficialmente el aumento de aranceles a productos procedentes de China hasta un 145 %, la reacción no fue una sorpresa: fábricas, trabajadores y empresas quedaron sumidos en un clima de incertidumbre, preocupación e indignación. Ahora, creadores de contenido han decidido voltear la página, exponiendo que aproximadamente el 80 % de las marcas de prestigio en Estados Unidos fabrican sus productos en China. Sin embargo, estas marcas se llevan el crédito al cambiar la etiqueta y ocultar el verdadero origen de los productos.
Estas revelaciones han desatado un debate en redes sociales sobre la transparencia en la industria y han evidenciado las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos. Te contamos más sobre el fenómeno “Made in China” y por qué urge cambiar la narrativa.
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¿Qué está pasando en China con el aumento de aranceles de Trump?
Mientras Donald Trump impulsa su agenda MAGA (“Make America Great Again”) y promueve el lema “Compra productos estadounidenses y contrata estadounidenses” con el objetivo de reducir la dependencia de importaciones extranjeras, China se ha visto obligada a reevaluar su estrategia de producción. Y se han revelado varios detalles incómodos.
Para empezar, las controversias no tardaron en surgir cuando el medio China 24 reveló que la campaña de Trump ha estado plagada de productos fabricados en China desde su primera candidatura presidencial en 2016. Desde gorras y banderas hasta souvenirs oficiales, muchos de los artículos promocionales utilizados por su equipo provenían del mismo país al que ahora busca imponer nuevas barreras comerciales. Esta revelación no solo alimentó las críticas, sino que también evidenció las profundas contradicciones que esta iniciativa conlleva.
Por otro lado, varios creadores de contenido han comenzado a cuestionar el discurso generalizado que asocia los productos “Made in China” con baja calidad o imitaciones. A través de TikTok, han revelado que marcas de lujo como Louis Vuitton, Hermès, Fendi, Chanel e incluso Lululemon fabrican una parte significativa —y en algunos casos, casi la totalidad— de sus productos en China. Estos artículos, ya elaborados, son enviados a diversos países donde se les añade el logotipo o el empaque final de la marca, para luego comercializarlos como productos exclusivos.
La marca canadiense Lululemon declaró que solo alrededor del 3 % de sus productos finales se fabrican en China, mientras que marcas como Louis Vuitton niegan abiertamente esta práctica. “Esas marcas de lujo simplemente no reconocerán que llevan los bolsos casi terminados de las fábricas chinas a sus propios países, solo para instalar el logotipo”, comentó un usuario en redes sociales.
Otras marcas reconocidas como Prada, Armani y Coach han admitido que parte de su producción se realiza en China u otros países asiáticos, aunque aseguran que se hace bajo estrictos controles de calidad y según sus propios estándares. Aunque esta práctica de enviar productos casi terminados desde China a otros países —para luego etiquetarlos como “Made in Italy” o “Made in France”— no es nueva en la industria, persiste una resistencia hacia los productos hechos en China. Y Estados Unidos ha sido en gran medida responsable de alimentar esta narrativa.
China busca cambiar la narrativa
En un giro inesperado dentro de la actual guerra comercial, las fábricas chinas han encontrado una nueva forma de llegar directamente al consumidor estadounidense: TikTok. Aprovechando la visibilidad que ofrece esta plataforma, fabricantes e influencers chinos han desplegado una estrategia comercial basada en la transparencia y accesibilidad, a partir de las revelaciones que rodean los cambios drásticos provocados por los aranceles.
Como resultado, las marcas de lujo enfrentan diversos dilemas: mantener su producción en territorio chino y asumir los costos arancelarios, trasladar estos costos al consumidor final o reubicar sus operaciones a otros países.
Todo este fenómeno puede interpretarse como una estrategia de marketing orientada, como cualquier negocio, a vender. Pero en tiempos de Trump, tal vez no sea tan mala idea. China está decidida a superar esta guerra comercial a toda costa. Y cada vez resulta más urgente replantear la narrativa contradictoria, violenta y dominante que representa el discurso de Trump.




