La exposición “La segunda venida del Señor” del artista Fabián Cháirez fue suspendida por segunda vez, ahora en el Museo de la Ciudad de México, tras una orden provisional emitida por el Juzgado Sexto de Distrito en Materia Administrativa. La suspensión, activa desde el 15 de abril, es resultado de una demanda de amparo promovida por grupos conservadores que consideran ofensiva la reinterpretación erótica de símbolos católicos presentes en la muestra. Así lo informó la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México a El Universal y en una nota informativa oficial.
La exposición había sido inaugurada el 2 de abril y contemplaba una serie de nueve óleos, entre los que destacan “La venida del señor”, “El éxtasis” o “Sacramento I y II”, creados entre 2018 y 2023. La propuesta artística revisita la iconografía religiosa con elementos visuales cargados de sensualidad, provocando reacciones divididas entre el público, las autoridades y activistas.
Esta es la segunda ocasión en lo que va del año que la obra de Cháirez es objeto de medidas judiciales. La primera ocurrió en febrero, cuando la misma muestra fue clausurada en la Academia de San Carlos (UNAM), después de que la Asociación de Abogados Cristianos (AAC) interpusiera 35 amparos. En ese caso, el juez Javier Francisco Rebolledo Peña revocó posteriormente la suspensión por falta de sustento legal. No obstante, el ciclo de exhibición ya había finalizado.
El regreso de la exposición al Museo de la Ciudad de México no fue fortuito. Según declaraciones del propio artista, la decisión buscaba enviar un mensaje claro: una defensa de la libertad de expresión frente a intentos de censura. Afirmó que la sede contaba con protocolos de seguridad tanto para proteger la obra como a visitantes y trabajadores. Pero el clima social y político resultó menos favorable.
La organización Actívate, de corte católico, lideró una campaña digital que reunió más de 12 mil firmas en contra de la exposición, promovida bajo el lema “El Gobierno CDMX se burla de los católicos en Semana Santa”. Según su vocero, Uriel Esqueda, la reapertura de la muestra en fechas tan simbólicas constituye una provocación directa a la fe de miles de creyentes. A través de Proceso, Esqueda confirmó que buscarán llevar el caso a instancias de derechos humanos y articular una estrategia legal junto con la AAC.
De forma paralela, otro grupo de manifestantes —sin vínculo formal con Actívate ni con la AAC— se presentó frente al museo. En voz de Luis Barrera, uno de sus integrantes, expusieron su descontento: “No es arte. No es diálogo. Es escándalo. Es insulto. Es una provocación vacía”, afirmó a El Universal. Insistió en que no buscan censura, pero sí frenar lo que consideran una “ofensa a las raíces más profundas de la fe de miles de mexicanos”, más aún cuando se realiza con recursos públicos.
La Secretaría de Cultura capitalina ha reiterado en varias ocasiones su compromiso con la libertad de expresión, la diversidad artística y el respeto al marco legal. No obstante, se ha visto obligada a acatar las resoluciones judiciales para evitar sanciones, pese a defender el derecho a que distintas expresiones artísticas ocupen el espacio público.
Por su parte, instituciones como el COPRED y la Secretaría de Cultura federal han sostenido que la diferencia de posturas no debe resolverse mediante actos de censura, sino a través del diálogo democrático.
Lo que este caso exhibe no es únicamente un conflicto entre arte y religión, sino la tensión creciente entre visiones de país: una que pugna por ampliar los márgenes de representación en los espacios culturales, y otra que reacciona ante lo que interpreta como una transgresión a su identidad y sus símbolos. En medio, queda la pregunta: ¿qué límites tiene el arte cuando se subvenciona con recursos públicos?, y ¿quién define qué es una ofensa y qué es una crítica legítima?
El proceso legal sigue su curso. Y mientras tanto, la exposición permanece suspendida. Pero el debate —cultural, político y jurídico— está más vivo que nunca.




