El Fondo Monetario Internacional (FMI) encendió las alarmas: México podría enfrentar una recesión económica en 2025. La advertencia se basa en las medidas arancelarias impuestas por el presidente estadounidense Donald Trump, que impactan directamente a la economía mexicana, altamente dependiente del comercio con Estados Unidos. La reacción del gobierno mexicano, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, no tardó: “No coincidimos”, dijo, cuestionando la metodología del organismo internacional.
Pronóstico sombrío: FMI recorta el crecimiento de México
Según el más reciente informe de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés), el FMI proyecta una contracción de 0.3% del PIB mexicano en 2025, en contraste con el crecimiento de 1.4% estimado apenas en enero. Para 2026, se espera una modesta recuperación del 1.4%, cifra también revisada a la baja. Estas proyecciones colocan a México como la economía más afectada por la guerra comercial de Trump, debido a su profunda integración en las cadenas de suministro de Estados Unidos y la aplicación de aranceles del 25% a productos como acero, aluminio, cerveza enlatada, automóviles y autopartes fuera del marco del T-MEC.
La región tampoco sale bien librada. El FMI prevé un crecimiento de apenas 2% para América Latina en 2025, influido principalmente por el freno económico de México. En contraste, países como Brasil y Argentina, con menor exposición comercial a EE.UU., mantienen previsiones más estables.
Efecto dominó: incertidumbre y riesgos estructurales
Más allá de México, el FMI advierte que la imposición de aranceles puede desencadenar efectos secundarios a nivel global: interrupciones en las cadenas de suministro, volatilidad cambiaria, fluctuaciones en los flujos de capital y tensión financiera en economías endeudadas. A esto se suman los rezagos de la crisis del costo de vida y los límites actuales para la aplicación de políticas fiscales expansivas. El informe subraya que el entorno económico global está dominado por “riesgos desfavorables intensos” que podrían erosionar aún más las perspectivas de crecimiento, tanto a corto como a largo plazo.
La postura del gobierno mexicano: “Tenemos un plan”
En respuesta, Claudia Sheinbaum rechazó las proyecciones del FMI y defendió su estrategia de desarrollo económico. Asegura que el gobierno cuenta con sus propios modelos, elaborados por la Secretaría de Hacienda, que anticipan un crecimiento del 1.9% para 2025, es decir, 2.2 puntos porcentuales por encima de lo proyectado por el FMI.
Sheinbaum promovió el Plan México, una estrategia que busca contrarrestar los efectos de la guerra arancelaria mediante inversión privada (por casi 300 mil millones de dólares), obra pública y acciones específicas para fortalecer sectores clave como la manufactura y la industria automotriz. Entre las medidas anunciadas se incluye una Ley Nacional para eliminar trámites burocráticos, cuyo objetivo es acelerar procesos y atraer inversión en medio de la incertidumbre internacional.
Dependencia estructural: un talón de Aquiles
El 83% de las exportaciones mexicanas se destinan a Estados Unidos y representan cerca del 26% del PIB nacional, lo que deja al país particularmente expuesto a los vaivenes de la política comercial estadounidense. Pese a los esfuerzos de diversificación y los discursos optimistas, la vulnerabilidad estructural permanece. La visión del FMI sugiere que mientras esa dependencia no se modifique, México seguirá siendo rehén de decisiones externas.
Un choque de paradigmas
El choque entre las proyecciones del FMI y las del gobierno mexicano refleja una disputa de fondo: la diferencia entre una visión tecnocrática que interpreta los mercados como fuerzas inamovibles, y una visión estatal que apuesta por la intervención pública como antídoto a la incertidumbre. Sheinbaum denuncia una lógica obsoleta donde los gobiernos no pueden cambiar el rumbo impuesto por el mercado; el FMI, en cambio, insiste en los límites estructurales y la necesidad de coherencia macroeconómica.
Más allá de quién tenga razón, lo cierto es que 2025 se perfila como un año de prueba para la economía mexicana. El desenlace dependerá no solo de los modelos y planes en el papel, sino de su implementación efectiva en un entorno donde la volatilidad parece ser la nueva normalidad.




