La defensa de La Pona, uno de los últimos pulmones naturales de Aguascalientes, entró en una nueva etapa de resistencia civil tras confirmarse la pérdida del amparo que había frenado los proyectos de urbanización en la zona. Colectivos ambientalistas, artistas locales y ciudadanos han levantado la voz para denunciar la destrucción progresiva de un ecosistema vital en plena crisis climática.
Desde finales de abril, maquinaria pesada ha reanudado las obras para la apertura de una vialidad que conectaría el Canal Interceptor con el Segundo Anillo de Circunvalación. El procedimiento incluye despalme de vegetación nativa, afectando principalmente mezquites y huizaches, especies clave para la captación de agua y la captura de carbono. Según los ambientalistas, esta intervención no cuenta con manifestación de impacto ambiental ante SEMARNAT ni ha sido reportada ante la PROFEPA, pese a tratarse de suelo forestal protegido.
Sofía González Ponce, vocera de Salvemos La Pona, explicó que la pérdida del amparo refleja un proceso legal asimétrico donde los intereses inmobiliarios, respaldados por equipos jurídicos robustos, superaron los esfuerzos ciudadanos. “Ya no hay diálogo aquí”, sentenció González, señalando que el cambio de uso de suelo autorizado en 2018 fue ilegal y que las acciones actuales configuran un suicidio ecológico para la ciudad.
Del otro lado, Gustavo Márquez, representante legal de las inmobiliarias, defiende la legalidad de las obras asegurando que “todo es propiedad privada” y que se cuenta con los permisos correspondientes. Según Márquez, tras tres amparos perdidos en distintos juzgados, las inmobiliarias acordaron donar 11.4 hectáreas del predio para integrar un Parque Municipal y un Área Natural Protegida, aunque no presentó documentación que avalara estas afirmaciones.
Los colectivos denuncian que la fragmentación del ecosistema abrirá la puerta a una urbanización masiva. Los mezquites, cuya función ecológica subterránea triplica su biomasa visible, tardan más de seis décadas en alcanzar su madurez. Para los defensores de La Pona, no se trata solo de perder árboles, sino de comprometer los mantos freáticos y agravar la ya crítica escasez de áreas verdes en Aguascalientes, que no cumple con el estándar de la OMS de 10 m² por habitante.
La resistencia no se ha limitado a los tribunales ni a las protestas en el sitio. La defensa de La Pona también resonó en la Feria Nacional de San Marcos, donde artistas como Geo Blanc y agrupaciones como La Milpa y Son 4 aprovecharon sus escenarios para visibilizar el conflicto. Desde el Cuartel del Arte hasta el Corredor Carranza, el mensaje fue claro: “La Pona es de todos. No está en venta”.
El sábado 26 de abril, decenas de personas se manifestaron en la Plaza de la Patria con consignas como “La Pona no se vende, se ama y se defiende”. Denunciaron públicamente la permisividad gubernamental ante el avance inmobiliario y acusaron una presunta corrupción en la autorización de los trabajos. Para los manifestantes, la omisión de las autoridades representa una traición a los derechos ambientales de los ciudadanos.
La indignación también se trasladó a las calles: brigadas de acampada se organizaron para vigilar la zona y detener el avance de las retroexcavadoras. Integrantes de la sociedad civil subrayan que el daño a La Pona sería irreversible: menos agua, menos aire limpio y un aumento de las temperaturas urbanas.
A pesar de una reunión celebrada entre una comisión de manifestantes y el Secretario del Ayuntamiento, donde se propuso abrir mesas de diálogo y foros ciudadanos, el escepticismo persiste. La experiencia previa de compromisos incumplidos ha dejado huella entre los defensores ambientales.
La lucha por La Pona encarna una tensión cada vez más frecuente en las ciudades: el choque entre el modelo de desarrollo urbano tradicional —cemento, vialidades y fraccionamientos— y la necesidad urgente de preservar los ecosistemas urbanos en un contexto de emergencia climática. Mientras algunos ven en La Pona un terreno más para expandir la mancha urbana, otros la entienden como un legado natural indispensable que, de perderse, no podrá ser recuperado ni con todos los permisos firmados ni con todos los parques artificiales que se pretendan construir después.
Hoy, la defensa de La Pona no solo es un grito local. Es parte de una conversación global sobre qué significa realmente “desarrollar” una ciudad. En este debate, Aguascalientes tendrá que decidir si quiere ser recordado como un ejemplo de resiliencia ambiental… o como otro caso más de expansión a cualquier costo.
