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viernes, diciembre 5, 2025

El pensamiento social del Papa Francisco | Memoria y esperanza por: Jesús Antonio de la Torre Rangel 

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Memoria y esperanza

El pensamiento social del Papa Francisco (Primera de tres partes)

Introducción

El pasado 21 de abril, lunes de Pascua, murió el Papa Francisco. Primer Papa latinoamericano. Pontífice perteneciente a la Compañía de Jesús, que tuvo como su principal preocupación los derechos de los pobres a una vida digna, resaltando la solidaridad y la misericordia como los principales valores cristianos. 

Escribo esto porque creo que es muy importante difundir el pensamiento social del Papa Francisco no sólo como un merecido homenaje a su memoria, sino también por su enorme actualidad y gran utilidad. Prueba de ello es que, por los días que corren, varios colectivos sociales y otras organizaciones de la sociedad civil aguascalentense, están en pie de lucha por salvar la Mezquitera La Pona, considerada como el último pulmón de Aguascalientes, de la voracidad del capital ligado a las empresas inmobiliarias, protegida por las autoridades. Y es que, el pensamiento social de Francisco, va ligado a la defensa de la “cosa común”, necesaria para la vida digna de todos. Se trata de un pensamiento social  y ecológico.

Me referiré a dos de sus encíclicas sociales, Laudato Si y Fratelli Tutti, que son parte de la Doctrina Social de la Iglesia, y también abordaré un discurso de Francisco pronunciado en un encuentro de movimientos populares. 

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) constituye sólo una parte del pensamiento social cristiano. Este último es la reflexión que se ha hecho por más de veinte siglos de historia de la Iglesia, sobre cuestiones acerca de la sociedad en cada época y que no todo representa, necesariamente, el pensamiento oficial o jerárquico de esta institución. En cambio, como precisa Ildefonso Camacho: “La Doctrina Social de la Iglesia se restringe a la etapa que comienza con la industrialización en el marco más amplio de la modernidad: sus orígenes no se remontan, por tanto, más allá del siglo XIX (1)”.

La DSI surge como una respuesta ante la problemática social; como una reacción moral ante la llamada “cuestión social”, producto del desarrollo de la formación social capitalista en la segunda mitad del siglo XIX, en donde el afán de lucro y de ganancia, por parte del capital, lleva a una explotación terrible de la nueva clase obrera industrial; la clase trabajadora vive en situación de extrema miseria, originándose gran malestar que lleva a revueltas y hasta levantamientos sociales.

El primer gran documento de la DSI es precisamente la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, de 1891. La DSI nace por el “reconocimiento de la insuficiencia de la moral tradicional para responder a estos problemas nuevos (2)”.

La DSI puede dividirse en dos etapas. Antes y después del Concilio Vaticano II. En la primera etapa -y esto es muy claro especialmente en la Rerum Novarum-, la Iglesia asume una postura defensiva ante la modernidad que la ha desplazado como centro de importancia social; la Iglesia en la encíclica pretende reafirmarse como ese centro, con cierta añoranza de la época de la “cristiandad” triunfante, pero ahora desplazada y venida a menos. Así, por ejemplo, sostiene: “afirmamos que serán vanos cuantos esfuerzos hagan los hombres, si desatienden a la Iglesia.” (No. 21).

En la segunda etapa, ya desde las encíclicas de la transición, de Juan XXIII –Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963)-, la visión cambia. Ahora se trata de una Iglesia abierta al mundo; atenta a su problemática y no ajena a aceptar soluciones humanas acordes con el Evangelio. Responde a los retos de la modernidad con la renovación eclesiológica consecuencia del concilio: la Iglesia se entiende como Pueblo de Dios (eclesiología de comunión) y como misterio y sacramento de salvación (eclesiología de la misión).

  1. Sobre la Encíclica Laudati Si (LS)

La carta encíclica Laudato Si (Alabado seas) “Sobre el cuidado de la casa común”; del Papa Francisco fue dada el 24 de mayo de 2015, en la solemnidad de Pentecostés.

Se trata de una encíclica social verdaderamente innovadora; ya que “la doctrina social de la Iglesia”, dice el Papa, “está llamada a enriquecerse cada vez más a partir de nuevos desafíos.” (LS, 63). Trata una temática nueva, ya que plantea la “cuestión social” como ecológica, como ambiental; rescata los derechos de los pobres, entre ellos, la “pobre tierra”. “Por eso, entre los más pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra…” (LS, 2).

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.” (LS, 139).

La encíclica comienza con el canto de Francisco de Asís: “Laudato si’, mi Signore” -“Alabado seas, mi Señor”. “En este hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también una hermana con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos.” (LS, 1).

Fray José Ezequiel González Ayala, que da una visión de la reflexión ecológica en la historia de la Iglesia, hace notar que en la LS aparecen dos citas de San Basilio Magno, obispo de Cesarea, de su obra Hexameron, que se trata de homilías que “tenían como finalidad presentar una teología de la naturaleza y del hombre (3)”, ya que tratan de los seis días de la Creación; datan del siglo IV.

Dice Fidel Aizpurúa que LS “es un referente  en espiritualidad ecológica (4)”. Y agrega que: “Nunca la Iglesia católica había hecho una propuesta más lúcida sobre un problema del que depende el futuro del planeta (5)”.

Oscar de la Torre explica la organización social y económica que motiva la LS:

“Asimismo se hace énfasis en cómo el modelo de desarrollo en curso -regido por la lógica de la acumulación y el consumo-, en su actual fase de reconfiguración neoliberal, ha transformado radicalmente nuestra realidad mediante la mercantilización de los bienes comunes globales, fundamentales para la reproducción de la vida humana y los ecosistemas naturales, esto es, la mercantilización de todos aquellos bienes necesarios para una vida digna: el agua, las semillas, la biodiversidad. Por esto, la encíclica apela a una redefinición del progreso ligado a la noción del bien común y a su construcción en el aquí y el ahora, y no en la espera del futuro incierto que pregona el modelo de desarrollo bajo la idea del progreso económico, técnico y científico infinito -idea de la utopía en el futuro- (6)”.

1.1 Algunas cuestiones de derechos humanos, justicia y bien común en LS

LS hace una crítica al “relativismo práctico” que, cuando se adopta, hace perder fuerza a la ley, porque ese relativismo es parte de una cultura corrompida que no reconoce “verdad objetiva o unos principios universalmente válidos”, de tal modo que “las leyes se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar.” (LS, 123).

Las normas de derecho objetivo, el derecho positivo, no tiene los valores comunitarios de los pueblos originarios, por eso dice LS “el derecho a veces se muestra insuficiente.” (LS, 179).

Francisco dice que: “La ecología humana es inseparable de la noción de bien común, en un principio que cumple un rol central y unificador de la ética social” (LS, 156); ese “bien común presupone el respeto a la persona humana… con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral” (LS, 157); y en la realidad de la sociedad mundial en donde “cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres.” (LS, 158); además, la “noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras” (LS, 159).

LS explícitamente habla del “derecho al agua”, el “derecho al alimento” y el derecho de propiedad.

Contundente es el reconocimiento que hace sobre el derecho al vital líquido:

“Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable.” (LS, 30).

El “alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre” (LS, 50), al decir esto la encíclica reconoce implícitamente el derecho a la alimentación.

Con relación al derecho de propiedad, LS hace un tratamiento muy interesante y, en algunos aspectos, singular, respecto de las otras encíclicas sociales. Denuncia que el sistema de relaciones comerciales y de propiedad es “estructuralmente perverso”; por eso la propiedad les está vedada a los pobres para “satisfacer sus necesidades vitales” (LS, 52). Reafirma la tradición de la doctrina social católica en el sentido de que la propiedad privada tiene función social (LS, 93); afirma que todos tienen derecho natural a la propiedad y cita, como ejemplo, a los Obispos de Paraguay que sostienen que: “Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial.” (LS, 94).

La novedad con relación al derecho de propiedad o dominio está en esta afirmación: “El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.” (LS, 95).

Nuestra casa común es, a final de cuentas, patrimonio de todos.

Referencias

Ildefonso Camacho Laraña, Doctrina Social de la Iglesia. Quince claves para su comprensión, Col. Palimpsesto, Memoria del Cristianismo, Memoria Humana, Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000, p. 15.

2 Idem. p.17

3 José Ezequiel Sánchez Ayala, “La reflexión ecológica en la historia de la Iglesia Católica”, en Hortensio n°8, Revista de Filosofía y Teología Augustiniano Instituto Filosófico Teológico, México, Septiembre de 2016, p.9

4 Fidel Aizpurúa Donazar, “Laudato Si: ¿Una voz en el desierto?” en Christus No. 821, México, abril-mayo-junio de 2018, p. 47.

5 Ibidem, p. 19.

6 Oscar Arnulfo de la Torre de Lara, “La encíclica Laudato Si y la Tradición Iberoamericana de los Derechos Humanos: Dignidad de la Persona y Derechos Humanos”, en Revista de Investigaciones Jurídicas No. 41 de la Escuela Libre de Derecho, México, 2017, p. 132.

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