Bajo presión
Ciega, sorda, parlanchina
En México, la participación ciudadana sigue siendo un simulacro cuidadosamente orquestado. El nuevo Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 fue presentado como fruto del diálogo con el pueblo, pero en realidad parece otro monólogo del poder.
Desde siempre los gobiernos mexicanos han limitado la participación ciudadana a dos únicos momentos: elecciones o foros, para la autoridad no existen otras formas de atender las inquietudes de sus gobernados, no generan las condiciones para que esas voces que dicen obedecer se puedan expresar, opinar e incidir en las políticas públicas.
Quizá por eso solemos olvidar que en la discusión pública, en especial ahora que la mayoría tiene acceso a las redes sociales, también participan ciudadanos de a pie, cualquier hijo de vecino puede aportar en un debate, enriquecer la deliberación, argumentar en un intercambio; en un principio, eso festejaba Andrés Manuel López Obrador al celebrar la existencia de las benditas redes; poco duró el mutuo embelesamiento, en especial cuando en esos canales de comunicación aumentó el número de personas que no aplaudía las decisiones de la cúpula.
La presidenta Claudia Sheinbaum, sin el carisma mediático de su antecesor y con otro estilo, ha permitido que la confrontación con los críticos que participan en la discusión pública sea atajada por voceros, miembros de Morena que, con o sin cargo, dicen representar al oficialismo. Un batallón de parlanchines ciegos y sordos que, antes que propiciar la conversación, se encargan de anular cualquier voz crítica.
En una conversación con León Krauze para Ciberdiálogos de Letras Libres, se resume la extensa conversación con Ernesto Zedillo con una frase que el expresidente dice al final: “Claudia Sheinbaum no fue electa para destruir la democracia en el país” .
Como cualquier ciudadano, el expresidente tiene derecho a expresar su opinión y, en una república ideal, se debería promocionar el intercambio entre un representante de lo que el gobierno actual llama viejo régimen, qué mejor oportunidad para los ciudadanos para contrastar argumentos e ideas, comparar resultados, pensar en el modelo político y de desarrollo por el que votamos y votaremos en el futuro.
Si esto fuera posible, para ser justos, la frase con que resume Letras Libres la entrevista con Zedillo no es la más exacta, lo que el expresidente dijo fue: “Ella fue electa para ser presidenta de una nación democrática, queremos que cuando ella termine su periodo y durante su periodo, realmente sea la presidenta de una nación democrática, en mi opinión está en sus manos iniciar, ahora, la reconstrucción de la democracia”.
Menos agresivo que el titular propuesto por la revista. Lamentablemente son muy pocos los que pueden hacer referencia al ensayo, entrevistas y respuestas de Ernesto Zedillo, ya que los vocingleros morenitas ya se hicieron cargo de anular su participación en el debate público con la falacia proporcionada por la presidenta Sheinbaum, quien descalificó a la persona antes que abordar cualquiera de sus argumentos.
La participación ciudadan podría sumarse al debate entre los modelos de democracia propuestos por la presidenta y el expresidente, sólo que no hay diálogo, lo que se ha dado es un linchamiento, una vez que Claudia Sheinbaum se burló de él por asumirse paladín de la democracia y vocero de la oposición, las huestes morenitas ya se lanzaron sobre el hombre para destrozarlo, desde la repetición de las burlas hasta la difusión de un audio ridículo para intentar vincular a Zedillo con el crimen organizado.
No habrá oportunidad de participar en un debate sobre las distintas versiones de democracia, ni siquiera de una defensa del régimen propuesto por el gobierno de la Cuarta Transformación, porque no se abordan las ideas y se emplean premisas armadas para denigrar a la persona, ni a su pensamiento. Los vocingleros no debaten: repiten, como loros con tarjetas, lanzan lugares comunes al ritmo que marca la línea oficial, desde culpar a Felipe Calderón y mencionar la guerra contra el narco hasta, la más nueva, el señalamiento hipócrita de que la oposición de todo quiere “sacar raja política”, así como presumir la aprobación que tiene la presidenta Sheinbaum.
En la entrevista con León Krauze, Zedillo indica: “me preocupa mucho que la popularidad sea una medida de cumplimiento del deber, en eso hay mucha frivolidad y trivialidad, cuando yo acabé mi periodo gubernamental, alguien me mostró una gráfica diciendo que yo tenía el 75% de aprobación, era una gráfica que recorría todo mi sexenio, moví la vista hacia abril de 1995, cuando ya habíamos tomado todas las medidas muy difíciles, muy costosas para poder sacar a México de aquella terrible crisis, de aquella dramática perspectiva que se nos presentaba como posible, y le dije a esa persona: mira, francamente no me interesa este 75%, en abril del 95, mi aprobación era menor que la tasa de inflación anualizada del país, y ese fue mi momento de mayor orgullo por ser presidente de México, porque sabía que esa falta de aprobación tenía que ver con el hecho de que yo había cumplido mi deber como presidente, tomando decisiones sin reparar en las consecuencias que esas decisiones tuviesen sobre mi popularidad. Así que yo le diría a estos y otros políticos que no le presten tanta atención a la popularidad y que se enfoquen en cumplir su deber”.
Con esa anécdota, el expresidente coloca un tema en el centro del debate, la tergiversación que hacen de la aprobación presidencial los voceros morenitas, en que se puede hacer todo mal y ser popular, es posible no cumplir con el encargo y ser aplaudido. Como están las cosas, no se va a debatir, otra oportunidad perdida para emplear la pedagogía para fomentar la participación ciudadana, un diálogo posible echado a la basura por la forma en que hacen politiquería los voceros morenitas, ya acostumbrados al chiste facilón, levantar la tarjeta de los otros datos y la risa estúpida.
Coda. Sí, la vergonzante oposición también es responsable del empobrecimiento del debate público, pero es el oficialismo ciego, sordo y parlanchín el que prometió ser diferente. En su lugar, nos entregó la misma demagogía de siempre, amplificada por los micrófonos del poder.
@aldan




