Mientras en la Tierra las auroras boreales hipnotizan con tonos verdes y violetas que nacen del choque entre partículas solares y la atmósfera, en Júpiter, este fenómeno toma una dimensión casi surreal. Las auroras del planeta más grande del sistema solar son cientos de veces más brillantes, y recientemente, el telescopio espacial James Webb las captó con un nivel de detalle sin precedentes.
Las imágenes, tomadas el 25 de diciembre de 2023 por la cámara infrarroja NIRCam del telescopio, revelan cómo estas luces no solo se alimentan del viento solar, como ocurre en la Tierra, sino también de una fuente mucho más cercana: Ío, la luna volcánica de Júpiter. Los volcanes de Ío expulsan partículas que escapan de su gravedad y quedan atrapadas en el campo magnético del planeta. Este campo, uno de los más intensos del sistema solar, acelera las partículas a velocidades extremas antes de estrellarlas contra la atmósfera joviana, provocando un estallido de energía en forma de auroras.
El fenómeno observado incluye una emisión particularmente brillante en el infrarrojo, generada por el catión trihidrógeno (H₃+), un compuesto que se forma cuando electrones energéticos impactan moléculas de hidrógeno. Gracias a la sensibilidad del James Webb en este espectro, los científicos pudieron confirmar que esta emisión es más variable de lo que se creía, lo que abre nuevas preguntas sobre la dinámica energética en la atmósfera joviana.
A diferencia de las auroras neptunianas que también fueron captadas por Webb años atrás, las de Júpiter representan un laboratorio natural mucho más activo, influenciado no solo por el espacio exterior, sino por sus propias lunas. Las imágenes difundidas por la NASA ofrecen una mirada sin precedente a estos destellos polares, posicionando al telescopio como una herramienta clave para comprender fenómenos espaciales complejos.




